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- Parte de trabajo 20: Emancipación
Sin dar más oportunidad de continuar la conversación con Silver, me dirigí a las bodegas donde comencé a revisar los pequeños parches, asegurarlos y sustituir algunas tablas que podrían darnos algún que otro susto en nuestro camino hacia el Grand Line. Afortunadamente para los Outlaws, el Caledonia era un barco de lo más resistente, a pesar de no ser de madera de Adam. Aún así, siempre había alguna mejora que hacer y a ello me dedicaba.
Llevaba un poco más de una hora trabajando cuando escuché un ruido familiar, como un correteo alborotado a través de la cubierta. No había duda, se trataba de los pequeños responsables de algunos de los desperfectos de la bodega. Tendría que encargarme de que no siguieran molestando.
– Ratones… ‒ mascullé, mientras me ponía en marcha en dirección al ruido.
No me costó encontrar la madriguera de los animalitos cerca de la despensa y deshacerme de ella. Sería mejor así. Eran inofensivos, pero sus ansias por robarnos la comida podrían dejar a los Outlaws sin unas provisiones bastante necesarias y dañar nuevamente el casco. A lo largo de mi aprendizaje en el astillero había aprendido lo que pueden llegar a provocar una plaga de ratones en un barco, así que mejor prevenir que curar.
La verdad es que el trabajo en el seno del Caledonia me servía sobre todo para distraerme de lo que me había acontecido antes en la cubierta del barco. Estaba claro que Silver sospechaba algo acerca de mi descubrimiento, pero no sabía aún si era el momento de decírselo o no. Aún necesitaba meditarlo más, pero ahora debía dedicarme al trabajo y dejar las cavilaciones para otro momento.
‒ Silver se está muriendo…
Escuchar de nuevo la voz del barco me dio un susto de muerte. Me di la vuelta de repente y logré percibir la escurridiza silueta del Klabautermann del navío entre unos barriles. Parecía que no tenía pensado dejarme otra opción que la de seguir sus indicaciones, aunque sólo fuera por insistencia. Quizás lo mejor sería hablar con él de nuevo y tratar de averiguar más sobre lo que estaba ocurriendo.
‒ Silver se está muriendo… ‒ repitió la criatura, lloriqueando.
‒ Sí, sí, eso ya me lo has dicho ‒ murmuré mientras me acercaba, pero la figura de Fletcher apareció delante de mí, obstaculizándome el paso. ‒ ¿Y tú qué haces aquí?
‒ Yo… Este… Nada ‒ respondió sobresaltado al oír mi voz. ‒ Sólo vine a ver la bodega…
‒ Ah, vale ‒ respondí, encogiéndome de hombros. ‒ Pero, ¿por qué estas tan asustado? Parece que hubieses visto un fantasma…
‒ No, no para nada ‒ negó con nerviosa rapidez. ‒ Es sólo que estaba pensando en otras cosas…
‒ Bueno ‒ sonreí. ‒ Si me permites, quiero examinar esta parte también ‒ le indiqué, señalando con el martillo la zona de los barriles de donde había provenido la voz. ‒ He oído un sonido extraño hace un momento y…
‒ Qué, ¿Tú también lo has escuchado? ‒ me preguntó, con una expresión que iba entre lo nervioso y lo aliviado
‒ ¿El qué? ‒ contesté extrañado.
‒ El llanto, la voz y lo que dijo acerca de Silver ‒ afirmó. ‒ ¿Tú también lo has oído?
‒ Perdón, pero yo me refería al ruido de los ratones ‒ respondí rápidamente y sin pensar. ‒ ¿Sabes? Los barcos siempre están llenos de ellos. Así que si me permites…
‒ Bueno, permitido ‒ replicó
‒ Si lo que has oído acerca de Silver es grave, ‒ añadí, pasando por delante de él y dándole la espalda ‒ te recomiendo que guardes silencio y no se lo comentes a nadie. Yo también he oído algo, pero no debemos revelarlo hasta que estemos seguros de que podemos hacer algo para solucionarlo. Si este barco te ha hablado, ‒ terminé, dejando caer la posibilidad de que así fuera ‒ es porque de alguna manera te has conectado con él. Sea como sea, es una responsabilidad y debes responder como es debido.
El antiguo marine se debió de dar por satisfecho con mis indicaciones y regresó al exterior de la cubierta lenta pero decididamente mientras yo lo miraba meditabundo. ¿Era posible que él también hubiera escuchado al Klabautermann? ¿Había conectado de tal manera con el barco en tan poco tiempo o había alguna otra razón? Valoré por un momento la posibilidad, pero finalmente meneé la cabeza desechando aquella idea y concluí que simplemente debía ser un “efecto colateral” de la manifestación a mí.
Detrás de los barriles no había indicio alguno de cualquier tipo de presencia, cosa que no me sorprendió, así que eché un último vistazo rápido y decidí que no había más trabajo por aquel día. Debía dejar secar una serie de maderas recién barnizadas y unos trabajos hechos con cola antes de terminar las reparaciones, así que sería mejor continuar la mañana siguiente. Recogí mis cosas y me dirigí yo también hacia la cubierta por la que poco antes había subido Fletcher, quien se encontraba hablando con One Piece.
‒ ¿Qué pasaría si Silver muriese? ‒ dijo de pronto.
La cocinera de los Outlaws miró con extrañeza a su nuevo compañero y luego su expresión se tornó entre melancólica, pensativa e indignada, como si detrás de aquellas palabras hubiera una doble o una triple intención. Tardaba en responder y probablemente la respuesta sería más dura para ella de lo que podía ser para él.
‒ Tranquilo, eso no ocurrirá ‒ afirmé con seguridad.
‒ ¿Por qué estás tan seguro? ‒ se giró con curiosidad.
‒ Porque no dejaremos que ocurra ‒ sonreí. ‒ Además, hace un día muy bonito como para estar jodiendo con esas preguntitas.
Fletcher captó la indirecta y se levantó en dirección a la borda. Bajó la escalerilla y One Piece le siguió por la mirada mientras subía el camino en dirección a la mansión de Kaya, probablemente a visitar a su venerado antiguo superior.
‒ ¿No has sido un poco duro con él?
‒ Probablemente ‒ asentí. ‒ Pero…
No completé la frase porque tampoco sabía qué más decir. Realmente ella no sabía lo que había pasado en la bodega, así que de nada servían las explicaciones más que para ponerla más nerviosa de lo que parecía haberle puesto la pregunta de Fletcher. Mejor era tratar de dejarlo pasar y no buscar más problemas.
‒ En fin… ‒ suspiré. ‒ He terminado ahí abajo por hoy ‒ anuncié, señalando la entrada de la bodega con la cabeza. ‒ ¿Me podrías hacer un favor?
‒ Dime.
‒ He dejado unos listones y unas tablas a secar ‒ expliqué. ‒ ¿Podrías decirle a Roca y a Reyes que tengan cuidado si bajan a por ron?
‒ Lo haré ‒ rió.
‒ Gracias ‒ sonreí.
Crucé de nuevo la pasarela hacia la Joya de la Corona y guardé mis herramientas en el almacén de la bodega. Allí me encontré, casi por sorpresa porque apenas aparecía por el barco que había sido nuestro hogar desde hacía varios meses, a Bettum. Estaba recogiendo sus cosas, posiblemente para trasladarlas al barco de los Sombrero de Paja.
‒ Vaya…
Aquella fue la única palabra que pude articular. La verdad, era consciente de que algún día me separaría de él, pero la realidad suele ser distinta a las cábalas que uno se forma en su cabeza. Al menos sirvió para llamar la atención de mi mentor, que inmediatamente se dio la vuelta con cierta parsimonia y depositó cuidadosamente sus bártulos en su casillero.
‒ ¿Qué estuviste arreglando? ‒ me preguntó, como si nada.
‒ El barco de Silver ‒ respondí, mientras dejaba las cosas en mi armario. ‒ Tenía algunos listones en mal estado y…
‒ ¿Has estado en el Caledonia? ‒ reaccionó preocupado.
‒ Tranquilo, no es para tanto ‒ contesté, haciendo como que no sabía a qué se refería. ‒ Es un barco más.
‒ No, no es un barco más ‒ comentó. ‒ Es el Caledonia… ¿Tú sabes por lo que ha debido de pasar ese barco? ¿Estás bien?
‒ ¿Tú me ves mal? ‒ sonreí.
‒ Rido…
‒ ¿Qué?
‒ Sabes que no me engañas ‒ aseveró.
‒ Eso es lo que tú te crees ‒ repliqué.
En lugar de responder verbalmente a aquella ligera provocación, Franky se quitó las gafas y se me quedó mirando fijamente y en silencio con una expresión que hacía tiempo que no veía en él. Su gesto risueño y despreocupado había desaparecido y ahora había adoptado una actitud como la de quien es capaz de ver a través de las máscaras que se ponen las personas para protegerse de los demás.
‒ Está bien… ‒ rezongué, antes de comenzar a contarle todo lo que había escuchado en el barco.
La expresión de Bettum se fue tornando cada vez más meditabunda a medida que avanzaba en mi relato, que no dudaba en acompañar de mis impresiones personales acerca del aura de misterio que rodeaba a Silver y de mi sospecha de que él sabía perfectamente lo que me había ocurrido en la cubierta del Caledonia.
‒ Vaya… ‒ murmuró.
‒ ¿Y bien? ‒ pregunté.
‒ Y bien… ‒ musitó mientras se incorporaba. ‒ No creo que te pueda ayudar…
El maestro carpintero se levantó, volvió a coger sus herramientas y se dirigió al exterior de la bodega con paso lento pero decidido. Al final, se dio la vuelta y se abalanzó sobre mí en un gran abrazo que casi me destroza varias costillas.
‒ Prométeme que tendrás cuidado ‒ me dijo.
‒ Creo que lo mismo te digo ‒ respondí.
‒ No hagas ninguna locura…
‒ Ídem.
‒ ¡Eh! ¡Que nosotros somos los veteranos! ‒ exclamó, entre indignado y risueño mientras se separaba para dirigirse a la cubierta.
‒ Y los más propensos a hacer locuras ‒ repliqué sonriente.
‒ Una cosa más ‒ añadió cuando se encontraba en la puerta, aunque sin darse la vuelta. ‒ Cuida de la Joya.
‒ ¿Acaso lo dudas? ¡Eh, jefe! ‒ le detuve y esta vez sí se giró. ‒ Aún nos veremos antes de que nos separemos, ¿no?
‒ Eso espero, chaval ‒ asintió. ‒ Pero mejor dejar este tipo de cosas para cuando estemos solos.
Me quedé un rato en la bodega, pensativo, mirando para el fondo de mi armario con la puerta sujeta en mi mano derecha. Realmente la despedida del hombre que me había criado iba a ser aún más difícil de lo que imaginaba. Pero él confiaba en mí y eso era estímulo suficiente. Cerré la puerta y yo también salí al exterior.
‒ Mañana llueve fijo ‒ comentó Eratia a mis espaldas.
‒ Pues ten cuidado no te mojes ‒ contesté, disimulando mi estado de ánimo.
‒ Bueno… parece que me he equivocado ‒ rió, cuando comenzaban a caer las primeras gotas.
‒ Sí ‒ le devolví la sonrisa. ‒ Voy a buscar a Estella, ¿sabes dónde está?
‒ Supongo que en la mansión, con Renta.
‒ Bien, hasta luego ‒ me despedí. ‒ Y ten cuidado no te mojes.
Comencé a andar, pero el navegante parecía no hacerme caso. Se había quedado allí plantado, bajo la lluvia que, aunque no muy fuerte ni muy caudalosa, amenazaba con empaparle en los próximos minutos si no se resguardaba pronto. Yo seguí caminando, con un ritmo un poco superior al normal para evitar calarme y coger un constipado.
Como si el agua que cayera del cielo me ayudara a pensar, vinieron a mí de nuevo las palabras que había escuchado en el barco de los Outlaws. La demanda de ayuda, un tanto angustiosa, por parte del Caledonia se presentaba como algo urgente y acuciante a lo que era incapaz de hacer oídos sordos. Estaba claro que por algún motivo se me había encomendado aquella misión. Y por lo poco que conocía del Capitán Silver… no iba a ser moco de pavo. Seguramente nos esperarían más encuentros fascinantes y misteriosos a lo largo de aquella ruta.
Estaba dispuesto a obedecer a aquella petición del barco… Estaba dispuesto a seguir a Silver y de enfrentarme a lo que fuese necesario. De algún modo, después de haberlo perdido todo en Relthar apenas había encontrado más sentido a mi vida que sobrevivir un día tras otro. Quizás esa falta de sentido era la que hacía que una propuesta tan extraña como aquella pareciera tan irrechazable, sobre todo cuando el fantasma de la separación rondaba tan cerca de nosotros.
Sin duda comenzaba una nueva etapa. Una etapa que parecía conducirnos directamente al vacío de lo desconocido y que nos obligaría a tomar muchas decisiones. Y la primera parecía inminente. ¿Qué éramos? Por lo de pronto, nos habíamos unido casi de casualidad, por circunstancias de la vida no muy afortunadas en muchos sentidos. De algún modo, nos habíamos conformado como una tripulación de una forma casual o natural… pero no sabía hasta que punto esos lazos eran tan serios como los de una tripulación de verdad.
Intuía que tenía que seguir a Silver, pero sabía también que mi sitio no estaba a bordo del Caledonia, sino con Eratia, Estella y los demás sobre el barco que había pertenecido al Rey de los Piratas y cuyo cuidado Franky me había comentado. Por ahora no parecía que aquello fuera incompatible... pero algún día seguramente llegara a serlo.
Casi llegando a la mansión, conmigo aún sumido en estas cavilaciones, la lluvia comenzó a arreciar. Más o menos a la entrada de la verja dorada que separaba los terrenos frontales de la casa del resto del pueblo me encontré con Estella, que se dirigía apresurada al barco, quizá también para evitar en la medida de lo posible la lluvia.
‒ Hey, hola ‒ la saludé.
‒ ¿Ya terminaste en el Caledonia?
‒ Al menos por hoy sí ‒ contesté. ‒ ¿Y tú?
‒ Acabo de hacer la última revisión de Renta y te iba a buscar.
‒ Vaya, yo también salía a buscarte para dar un paseo… pero parece que se nos ha chafado el plan…
‒ Sí…
‒ ¿Qué tal está?
‒ ¿Renta? ‒ contestó. ‒ Está bien, supongo que mañana o pasado podremos salir de aquí…
‒ Me alegro…
‒ ¿Qué te parece si vamos dentro? ‒ propuse. ‒ Aquí dentro nos vamos a empapar.
‒ Tienes razón ‒ contestó, estampándome un beso en la mejilla.
‒ ¿A qué ha venido eso? ‒ pregunté extrañado, pero ella ya se dirigía al interior de la mansión.
La seguí aún algo aturdido por la reacción de la doctora y descubrí que en la puerta me esperaba Merry, el mayordomo, con una toalla que me tendió para que me secara. Se lo agradecí al tiempo que la tomaba y comenzaba a secarme los brazos y el pelo y perseguí a Estella hasta el salón.
‒ ¿Qué ha sido eso? ‒ le volví a preguntar.
‒ Un beso… ¿qué tiene de raro? ‒ sonrió, haciéndose la loca.
‒ En fin… ‒ suspiré, dándome por vencido. ‒ Entonces dices que mañana o pasado podremos partir…
‒ Eso espero ‒ confirmó. ‒ Renta se está recuperando a muy buen ritmo. Todo gracias a Kaya…
‒ Silver estará encantado de oír eso…
‒ Hablando de eso…
‒ ¿Sí?
‒ ¿No te parece todo muy raro? ‒ preguntó. ‒ Me refiero… los bichos esos… el trance… los grabados… Hilmar…
‒ Es muy raro ‒ contesté. ‒ Parece que todo lo que rodea a ese hombre es… sobrenatural.
‒ Me pone nerviosa…
‒ Y a mí ‒ sonreí. ‒ Pero por ahora no queda otro remedio. Voy a darme una ducha rápida ‒ anuncié, tratando de rehuir una conversación que probablemente terminaría derivando
‒ Yo iré a entrenar un poco…
‒ ¿Fuera? ‒ inquirí. ‒ Pero si está lloviendo…
‒ Ya no ‒ contestó, mirando a través de la ventana. ‒ Parece que escampa…
‒ Vale… Entonces nos vemos luego.
Tras una reconfortante y relajante ducha, me dirigí de nuevo al salón mientras me secaba el pelo. Allí estaban Seastone y Mei-Lian, que se había tomado un respiro en la vigilancia del barco para venir a visitar a Rentarou.
‒ ¿Quién se ha quedado en el puerto? ‒ pregunté al verla.
‒ Hilmar…
‒ ¡¿Solo?!
‒ Reyes está en el Caledonia ‒ aclaró Seastone, tranquilizadoramente. ‒ Y ese gnomo es capaz de asustar a cualquiera.
‒ Bien ‒ acepté. ‒ Dice Estella que mañana o pasado podremos partir…
‒ Eso nos dijo Renta ‒ contestó Mei.
Aquel momento parecía tan idóneo como cualquier otro para dar rienda suelta a mis pensamientos de aquella tarde. Seguía sin tener las cosas muy claras, pero en algún momento
‒ Pues parece que es momento de tomar una dec…
‒ Hola… ‒ saludó Estella desde la puerta, interrumpiéndome.
‒ ¿Ya estás aquí? ¿Tú no ibas a entrenar? ‒ me giré.
‒ Sí, pero ha vuelto a empezar a llover así que…
‒ ¿Has visto a Eratia? ‒ se interesó Seastone.
‒ No…
‒ Cuando yo salí del barco estaba allí ‒ comenté.
‒ Pero yo me fui después de ti y ya no estaba ‒ puntualizó la cocinera.
‒ Iré a buscarlo ‒ sugirió la doctora.
‒ Tenga, señorita Salgari ‒ intervino la voz de Merry desde la puerta, ofreciéndole un paraguas. ‒ Así no se mojará… más.
‒ Gracias ‒ sonrió ella. ‒ Vengo ahora.
‒ ¿Qué decías, Rido?
‒ ¿Yo? ‒ reaccioné, apartando mi vista de la puerta y volviendo a mirar a mis dos camaradas. ‒ Ah… Que va siendo hora de tomar una decisión.
‒ ¿Una decisión?
‒ Sí, una decisión… ‒ repetí.
‒ Creo que sé a lo que te refieres ‒ terció Seastone. ‒ Si nos vamos a separar de Franky y de Robin…
‒ Ya veo qué es lo que decís ‒ murmuró Mei.
‒ Será mejor esperar a que lleguen estos…
Unos diez minutos más tarde, Estella estaba de vuelta en la mansión y nos dijo que Eratia había ido a darse un baño. Decidimos empezar sin él, que aún tardaría seguramente un rato, así que tomamos asiento en las cómodas butacas de la estancia y yo tomé la palabra.
‒ Tenemos que hablar de lo que vamos a hacer ‒ se adelantó Mei-Lian.
‒ Vale… ¿Ahora os importa explicar exactamente a qué os estáis refiriendo? ‒ respondió la médico, que parecía extrañada y preocupada por el tan inusual tono solemne que había adoptado la expresión de la más joven de nuestros compañeros.
‒ Muy sencillo. ¿Qué hacemos a partir de ahora? ‒ contesté yo, con seriedad. ‒ Hasta ahora nos hemos estado uniendo, pero simplemente por necesidad. Nos hemos juntado todos porque no podíamos ir a otro sitio. A mí y a Eratia nos buscan. Estella huyó por las atrocidades que vio en su antiguo… “trabajo”. Hilmar… es Hilmar. Seastone está aquí… ‒ iba señalando a cada uno de los presentes a medida que los nombraba, pero al llegar a ella me detuve. Al fin y al cabo no sabía qué había motivado a Seastone a echarse al mar y a unirse a nuestra “tripulación”, así que salí como pude ‒ por sus propias razones. Por lo que sé, ‒ concluí ‒ solamente Mei está aquí por su propia voluntad.
‒ Creo que voy pillando tu punto.
‒ Lo que quieres preguntarnos, es si queremos seguir aquí o tomamos caminos distintos, ¿me equivoco? ‒ preguntó la domadora de Kairouseki.
‒ En absoluto.
Todas se quedaron en silencio meditando mis palabras y la proposición que había explicitado la antigua tripulante de los Outlaws.
‒ Yo quiero seguir aquí. Yo… yo… ‒ Mei-Lian rompió el silencio, casi entre lágrimas. ‒ No tengo otro sitio a donde ir.
‒ Es cierto que si en estos momentos quisiera regresar a la Marina aún podría hacerlo ‒ continuó Estella, mirando fijamente a la joven cocinera. ‒ Pero… aquí estoy mucho mejor. ‒ suspiró al fin, volviendo su vista hacia Seastone y luego hacia mí a la vez que sonreía. ‒ Así que yo me quedo.
‒ Esos son exactamente mis sentimientos ‒ añadí yo.
Evité decirles que consideraba que ahora tenía una misión, la de ayudar a Silver y que en algún momento eso podría implicar una separación y el dilema que aquello me planteaba. Todavía no era el momento y además yo no tenía las cosas tan claras como para hacer que los demás se embarcaran conmigo en una aventura que no sabía bien como podía terminar. No, estaba claro que iríamos hasta Xartha, pero más allá no sabía aún que nos esperaba… Realmente tampoco sabía qué me esperaba en aquella maldita isla más que unas personas a las que aún albergaba la esperanza de no tener que volver a ver jamás en mi vida.
Después de mi intervención, casi automáticamente, todas nuestras miradas se giraron hacia la única que quedaba por hablar, Seastone, que, además, era miembro de los Outlaws a pesar de llevar tanto tiempo navegando con Eratia y con nosotros. ¿Qué derecho teníamos para separarla de la que había sido su familia? Sin embargo, su respuesta fue la misma que la de todos nosotros. Ella permanecería en la Joya. De algún modo, ahora éramos una verdadera tripulación, no por mera casualidad, sino por decisión propia y eso hizo que, en aquel silencio meditativo en el que asimilábamos aquella elección, nuestras bocas se curvaran en una sonrisa.
‒ Así que solo falta Eratia… ‒ comentó Mei, sin perder el gesto.
‒ Por lo poco que sé de él no dirá que no ‒ afirmó Estella.
‒ Tengo una sugerencia… ‒ terció Seastone, cuya sonrisa había adquirido cierto tono malicioso. ‒ ¿Y si le proponemos ser el capitán?
Por una parte, la propuesta sonó impactante, pero en el fondo sabíamos, al menos así era en mi caso, que era la opción más lógica y la más adecuada. La más natural. En el fondo, siempre lo habíamos considerado como el líder de nuestro grupo y oficializarlo de aquella manera no era más que seguir el curso normal de los acontecimientos. Al parecer, tanto la doctora como la cocinera pensaban como yo, así que pronto nos pusimos de acuerdo.
‒ Sólo hay un problema ‒ comenté.
‒ ¿Cuál?
‒ Él ‒ afirmé. ‒ No va a querer. Ya lo conocéis… Va a empezar a poner excusas y demás…
‒ Sí ‒ suspiró Estella fingiendo exasperación. ‒ Es demasiado humilde.
‒ O sea, que debemos ser más que convincentes, ¿no?
‒ Dejádmelo a mí ‒ se ofreció la antigua Teniente de la Marina.
Avisamos a Merry de que le dijera a Eratia que le esperábamos en el salón. Mientras tanto, la conversación se convirtió en un ir y venir de ensoñaciones fantasiosas acerca de lo que serían nuestras aventuras de entonces en adelante y, finalmente, en una continua propuesta de nombres para nuestra banda… ninguno de los cuales terminó de convencernos. Al fin, tras casi veinte minutos de espera, nuestro navegante y nuevo Capitán, aunque él no lo supiera aún, hizo su entrada en el salón.
‒ ¿Qué estáis tramando? ‒ preguntó, deteniéndose en la puerta y mirándonos con cara de pánico.
‒ Nada grave, hombre ‒ le contesté, tratando de tranquilizarte. ‒ Siéntate.
‒ Vale, vale, ya me siento… A ver…
‒ Verás… hemos estado hablando y… ‒ comenzó Estella.
‒ Miedo me dais…
‒ ¡Y hemos decidido que vamos a formar una tripulación pirata! ‒ le espetó Mei-Lian, saltándose nuestro acuerdo de que sería la médico la que le daría la noticia. ‒ ¡Y que tú serás el Capitán!
Aquella explosión de la joven hizo que, espontáneamente, todos comenzáramos a justificar la decisión formando un barullo indescifrable en el que nos resultaba realmente imposible entendernos y que sólo ayudaba a aumentar la confusión de Eratia.
‒ ¡¡¡¿Pero qué?!!! ‒ gritó él al fin, haciéndose oír por encima de aquel rebumbio y llevándose las manos a la cara. ‒ Vamos a ver… Tiempo muerto ‒ dijo de ahí a un rato. ‒ Volvedme a explicar todo, que me parece que no pillo de que va el asunto. Y, por favor, que me lo explique solo uno.
‒ Es muy sencillo ‒ comenzó Estella, aclarándose la garganta para evitar que Mei volviera a interrumpirla. ‒ Hemos estado discutiendo sobre que queremos hacer con nuestros futuros.
‒ Aja.
‒ Y hemos decidido formar nosotros una tripulación pirata por nuestra cuenta ‒ continuó ella. ‒ Ni Outlaws ni nada por el estilo. Nosotros solos.
‒ Vale, hasta ahí lo sigo.
‒ Y queríamos que tú fueras el capitán de esa tripulación.
‒ Vale, parece que antes si que escuché bien ‒ suspiró, quitándose las gafas y restregándose los ojos como si quisiera abstraerse. ‒ No tengo ningún problema con lo de la nueva tripulación, y formaría parte de ella encantado. ¿Pero por qué tengo que ser yo el Capitán?
‒ Os lo dije ‒ le susurré al oído a Estella. ‒ Vamos a ver… ¿De verdad necesitas preguntarlo?
Eratia solo alzó una ceja, intentando ignorar a Mei, que se estaba revolcando en el suelo de la risa.
‒ Si al final Robin va a tener razón ‒ rezongó la doctora. ‒ No creo que lo hayas hecho de forma consciente, pero desde el principio, has empezado a actuar como el responsable del grupo. Decidías las rutas por las que íbamos.
‒ Es que soy el navegante ‒ protestó él. ‒ Casualidades de la vida… eso es lo que hace un navegante.
‒ Aunque normalmente no decías nada, tomaste el mando en momentos de crisis, y fuiste tú, tú, ‒ insistió, señalándole casi amenazadoramente ‒ el que diseñó en un momento las estrategias con las que salvamos varios escollos muy complejos. Además, ‒ sonrió ‒ que tengas una recompensa como la que tienes no es precisamente algo malo en este negocio.
Al final, lo más efectivo no fueron las palabras de la doctora, sino que, casi poniéndose de acuerdo mentalmente, las tres chicas decidieron ponerle ojitos a Eratia. Yo me alejé de una situación tan peligrosa mientras dejaba actuar libremente esa extraña magia que ya les había visto utilizar en más de una ocasión. Y siempre que la utilizaban conseguían lo que querían… por complicado y molesto que fuera.
‒ Vale, pero con una condición ‒ asintió el ya nuevo Capitán, dándose por vencido.
‒ ¡¿Cual?! ‒ respondimos todos al unísono.
‒ Que antes de que decidáis si queréis que yo sea el que mande o no, que escuchéis lo que tengo que deciros. Todo. ¿De acuerdo?
Tras ello, Eratia comenzó a contarnos toda su vida desde su infancia. Nos contó que su madre había sido una científica a sueldo del Gobierno, pero que lo había abandonado por diferencias de criterio y por estar en desacuerdo con los procedimientos. Nos habló de su infancia con Senka y Taanis, de su estancia en la Marina y el comienzo de su vida como pirata. De lo que había pasado en aquellos días, de Xarmentes… y al fin de cómo había llegado a conocernos.
‒ Bien, todos tenemos nuestro pasado ‒ afirmé. ‒ No veo por qué…
‒ Espera… Hay más…
‒ Pues dispara.
‒ Recordáis cuando nos capturaron a Rido y a mí en el Starsy, ¿verdad?
‒ Sí ‒ afirmamos todos a la vez, con cierto fastidio.
‒ Recordáis lo que pasó, ¿verdad?
‒ Sí… ‒ repetimos con tono aún más apesadumbrado.
‒ ¿Por qué creéis que fue? ‒ preguntó. ‒ ¿Por qué creéis que me torturaron?
‒ Pues…
‒ Yo estaba convencido de que era por lo de Xarmentes ‒ sugerí. ‒ Y cuando supe que Senka era Bianca… pues…
‒ Ni por lo uno ni por lo otro ‒ rechazó. ‒ Fue por esto ‒ aclaró, abriéndose la camisa y dejándonos ver los tatuajes.
‒ ¿Por los tatuajes?
‒ Sí ‒ confirmó. ‒ Como supongo que ya sabéis, están hechos de Kairouseki… Pues… es el…
‒ Venga, hombre, ¿qué es tan grave? ‒ traté de animarle.
‒ Es el resultado de unos experimentos de la Marina cuando yo era niño ‒ explicó al fin, tras un periodo de duda. ‒ Querían crear guerreros comparables a los gyojin. Me raptaron e hicieron esto conmigo a espaldas de mis padres y… por… por eso mi madre renunció a…
Me levanté inmediatamente de la butaca donde me había acomodado y me dirigí a la ventana. Así que había sido por eso… No sabía qué decir. No sabía cómo reaccionar. ¿Cómo se supone que alguien tendría que…? Hijos de puta. Hijos de la grandísima puta. ¿Con qué derecho…? No podía pensar en otra cosa que no fuera en aquello. Incluso todo lo relacionado a la situación de Silver se había esfumado. Ahora sólo podía llegar a pensar en la crueldad del Gobierno y de la Marina.
‒ Y creo que eso es todo lo importante que debía contaros.
‒ ¿Por qué nos has contado todo esto? ‒ conseguí decir al final.
‒ Muy sencillo ‒ respondió rápidamente, como si lo hubiese estado esperando. ‒ Me estabais pidiendo que fuera vuestro capitán, pero no sabíais gran cosa sobre mí. Algunos ya sabían algo, pero nunca la totalidad. Y además, ¿Cómo podéis confiar en alguien del que no sabéis gran cosa? Y más aún si queréis que sea vuestro… jefe.
‒ ¿Con eso quieres decir que no confías en nosotros? ‒ preguntó Estella con cara de indignación.
‒ Todo lo contrario ‒ sonrió. ‒ ¿O es que te crees que le voy contando mi vida al primero que pasa? Todo lo que os he contado solo se lo podría haber contado a otras tres personas en el mundo. Yo confío en vosotros ‒ sentenció. ‒ Pero lo que quiero con esto (y más si al final me acaba cayendo encima el marrón) es que vosotros confiéis en mí. Nada más ‒ terminó. ‒ Y ahora la pregunta. Tras todo lo que habéis escuchado de mí, ¿aún queréis que sea vuestro capitán?
‒ ¿Es que acaso ha cambiado algo? ‒ le miré, asintiendo, como todos los demás.
‒ Parece que hay mayoría ‒ suspiró. ‒ De acuerdo, vosotros ganáis. Seré vuestro Capitán. Aunque sigo sin considerar que valga para el puesto, que conste en acta ‒ concluyó.
‒ Os lo dije ‒ sonreí.
Con Eratia convencido de lo que iba a pasar, continuaron nuestras disquisiciones acerca de cómo sería nuestro futuro a partir de entonces. La noche ya había caído y poco a poco la gente fue anunciando que se iban a descansar. Yo aún me quedé un rato, meditando, sentado en aquella butaca tan cómoda. ¿Se lo debía contar a Eratia y a los demás? ¿Debía esperar?
‒ Estar aquí sentado no me solucionará nada ‒ decidí tras largos minutos de devanarme los sesos buscando una respuesta.
‒ No ‒ concedió una voz desde la puerta.
‒ ¡Silver! Joder, menudo susto.
‒ Lo siento, Rido ‒ sonrió. ‒ No era mi intención. Es tarde ‒ observó. ‒ ¿Me acompañas hasta el puerto?
‒ Vale…
Caminamos en silencio hasta la salida de la finca de Kaya y su marido. Sobre nosotros pesaba como una sombra lo sucedido a bordo del Caledonia a primera hora de aquella misma tarde. Él sabía que yo sabía algo y yo sabía que él lo sabía. Sólo faltaba que alguien de los dos rompiera el hielo.
‒ Una interesante habilidad la tuya.
‒ ¿A qué te refieres?
‒ Muy útil en tu oficio, supongo ‒ continuó, sin darse por aludido. ‒ ¿Desde cuándo la tienes?
‒ No sé… Desde… ‒ respondí, no merecía la pena hacerse el loco por más rato. ‒ Desde niño… o quizá antes.
‒ Interesante…
Caminábamos lenta y parsimoniosamente por el malecón de Syrup, acercándonos poco a poco al puerto donde estaban amarrados la Joya de la Corona y el Caledonia. Traté de llevar la conversación hacia otros derroteros, así que estuve explicándole a Silver nuestra decisión de formar una tripulación independiente. Adorné la explicación lo que pude, evitando entrar, sin embargo, en todo el meollo de la vida de Eratia.
‒ Entonces… ‒ dijo al final, cuando ya nos encontrábamos en el muelle. ‒ ¿No seguiremos juntos esta aventura?
‒ No lo sé… ‒ confesé. ‒ Por un lado…
‒ Lo sé ‒ sonrió, poniendo un pie en la escalerilla. ‒ Es una decisión difícil.
‒ Llegaremos hasta Xartha juntos ‒ aseguré. ‒ Eso sí te lo puedo decir. Más allá…
Comenzamos a andar los dos cada uno hasta nuestro barco, sin decir una palabra más. Llegado arriba, me giré hacia el barco de los Outlaws y vi que Silver también había hecho lo mismo y ahora me observaba desde la cubierta. Quizá había llegado el momento de pedir una explicación… o de darla yo mismo. A lo mejor así llegaba alguna respuesta a las preguntas que me rondaban la cabeza a cada instante.
‒ Tu barco… ‒ comencé.
‒ ¿Sí? ‒ me invitó a continuar con gesto interesado.
‒ Tu barco me dijo que estás en peligro, que te mueres ‒ expliqué. ‒ Por mucho que intentaba preguntarle lo que tenía que reparar, él sólo me pedía que te ayudase.
‒ Así que era eso.
‒ Mira, Silver… ‒ le interrumpí. ‒ Todo a tu alrededor es… de otro mundo. No puedo negar que es… apasionante, pero en cierto modo da miedo ‒ añadí levantando la mano para evitar que respondiera algo. ‒ Tienes una misión. Es como si te hubieran elegido para algo ‒ seguí. ‒ Y yo estoy dispuesto a seguirte si es necesario…
‒ Vaya ‒ contestó, con cara de sorprendido. ‒ Ahora tienes una tri…
‒ Ya desde antes de que fuéramos “oficialmente” una tripulación me debía a ellos ‒ le corté. ‒ Yo pertenezco a la Joya; tú, al Caledonia. ¿Ves mi dilema? ‒ le pregunté. ‒ Por eso necesito respuestas.
‒ ¿Respuestas?
‒ Ya sabes las preguntas ‒ sonreí. ‒ Espero que algún día…
‒ Algún día, Rido ‒ sonrió. ‒ Algún día. Buenas noches.
‒ Buenas noches…
En lugar de dirigirme a mi camarote, decidí acercarme al mascarón de proa y descansar allí tumbado un rato. Eratia estaba allí, como muchas veces, sentado y sin decir nada, mirando al mar infinito como abstraído del mundo. Me senté a su lado en silencio y me recosté poco a poco sobre los lomos de la sirena que portaba la corona, observando las estrellas.
‒ En buen lío me habéis metido hoy ‒ dijo con una risilla bastante irónica tras un rato.
‒ Ya, bueno, te lo mereces ‒ bromeé.
‒ Sí, claro. Me lo merezco… ‒ respondió. ‒ ¿Qué era eso que hablabas con Silver hace un momento?
‒ ¿Lo escuchaste?
‒ Bueno ‒ se encogió de hombros. ‒ Hablabais de barco a barco y yo estaba aquí, así que…
‒ Tienes razón ‒ suspiré con una media sonrisa. ‒ Y yo que no quería decírselo a nadie por ahora… En fin…
Poco a poco, sin meterme en muchas profundidades, le expliqué de lo que era capaz y lo que había sucedido a primera hora de la tarde. Confesé mis dudas, el dilema en el que me veía y lo que yo interpretaba que era mi misión a partir de entonces. Él escuchaba con atención, aunque tenía la vista dirigida al horizonte, como si no quisiera distraerme con la mirada.
‒ Vaya…
‒ Sí, vaya ‒ asentí.
‒ No te preocupes ‒ se giró. ‒ Por ahora seguiremos con Silver un buen rato…
‒ ¿Seguro?
‒ No veo otra alternativa ‒ se encogió de hombros. ‒ Sólo hay un acceso al Grand Line y debemos ir juntos hasta Whisky Peak, al menos…
‒ Y hasta Xartha…
‒ Bueno, sí, y hasta Xartha ‒ sonrió. ‒ Aunque eso es mucho tiempo de viaje, entre los tiempos de carga de los…
‒ No te preocupes por los tiempos de carga ‒ le detuve. ‒ Sólo te pido que vayamos hasta allí…
‒ ¿Por?
‒ Esa es otra larga historia…
Nos preparamos para zarpar de Syrup con rumbo a la Reverse Mountain dos días después. Los dos barcos estaban ya en plenas condiciones para navegar y la partida de los Sombrero de Paja era también inminente, aunque habían decidido esperar a que Kaya diera a Luz para que Usopp pudiera conocer a su segundo hijo, una niña esta vez. Por el camino y por mediación de Estella, se había unido a nuestra recién formada tripulación, aún sin nombre, el tirador que había llegado acompañando a Brook, Kyo.
‒ Rido… ‒ murmuró Franky.
Intuía que me iba a caer un sermón como el que había recibido en la bodega dos días atrás, pero en lugar de eso lo que presencié fue la llorera más grande que había visto en mi vida. Casi se podía decir que era algo ridículo, sobre todo teniendo en cuenta quién era el individuo que estaba protagonizando aquella escenita. Lo peor de todo es que a punto estuvo de contagiarme a mí también. Realmente, decir adiós es de las cosas más duras que existen en esta vida.
‒ Siempre supe que eras un sentimental ‒ reí, mientras lo abrazaba.
‒ Cuídate, chaval ‒ me dijo al oído, entre sollozos y a voz en grito.
‒ Lo mismo digo, viejo.
Poco a poco, uno a uno, nos fuimos despidiendo todos de los Sombrero de Paja y terminado aquel emotivo protocolo soltamos amarras y nos hicimos nuevamente a la mar a través de las aguas del legendario East Blue, cuna de los grandes piratas de la historia. Rentarou se había recuperado bastante bien de sus heridas. Aunque aún debía guardar cierto reposo durante unas jornadas más, podía navegar perfectamente. Fletcher no se separaba de él ni por un instante, a excepción de los momentos en los que por causa de la travesía debía realizar alguna labor en cubierta.
‒ Bien, primero rumbo a Logue y a la Reverse Mountain ‒ dijo Eratia con una esperanzada sonrisa.
‒ Y luego a Xartha ‒ completé, dejando el Eternal Pose que durante tantos años había guardado sobre la mesa de navegación.
Historias Piratas, Volumen3.
Parte de Trabajo 20... ¡Al ataqueeer!
Bien, este es más largo de lo habitual y tal y cual. Lo quería haber publicado ayer, pero antes quería que cierto marine le echase un vistazo para ver si había metido la pata con su personaje. Ya está ese trámite solucionado (por duplicado, creo) así que aquí está. Renta, Silver, Bone, Seastone, Eratia... ¡NOS VAMOS DE SYRUP!
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
@Rido: Pues ya era hora de que alguien reviviera la cosa, ahora a ver qué puedo sacar, porque con Silver estando todavía ocupado (pude hablar con él hace casi dos semanas) hasta he perdido el hilo del asunto.
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Y la tercera es la vencida
Bueon ayudemos a Ramsus y Rido en la revivida del tema. Así pues por fin logré terminar mi capítulo también y lo dejaré aquí. Este capítulo me vino casi como experimento, pues quería intentar controlar algún Mugiwara, espero haber hehco un trabajo satisfactorio. Segundo creo que este capítulo requiere una explicación. Hago una diferencia entre Batto y Iai, siendo la segunda un ataque en la que la espada regresa a su funda inmediatamente y la otra sirve para desenfundar atacando.
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Si crees saber algo con certeza preocupate, quiere decir que no sabes nada del tema
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
Leído. Me ha gustado el capi. Creía que te ibas a pasar por el New Baratie, aunque que te hayas encontrado con Zoro es más normal teniendo en cuenta tu personaje.
Respecto a lo de alargar las despedidas... Sí, quizá sí. Pero me entró una especial prisa por terminar el capi (no sé por qué) y decidí poner sólo esa parte con Franky.
En fin, sin nada más, esperando a ver si alguien más pone y si no ya me pondré con el 21 cuando termine el 17 de Akano ^^
Respecto a lo de alargar las despedidas... Sí, quizá sí. Pero me entró una especial prisa por terminar el capi (no sé por qué) y decidí poner sólo esa parte con Franky.
En fin, sin nada más, esperando a ver si alguien más pone y si no ya me pondré con el 21 cuando termine el 17 de Akano ^^
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
@Rido: ¿Podrías esperar aunque sea una semana? Quiero volver a escribir por aquí y necesito ese plazo, primero para terminar el 18 de mi fic de Digimon y luego ponerme al tanto en éste (y de perdis cerrar lo que medio dejaste abierto).
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
Vamos a responder
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
Tenía pensado esperar a ver si alguien más ponía. Sobre todo a ver si Silver ponía algo... Así que no te preocupes por eso ^^Gargadon escribió:@Rido: ¿Podrías esperar aunque sea una semana? Quiero volver a escribir por aquí y necesito ese plazo, primero para terminar el 18 de mi fic de Digimon y luego ponerme al tanto en éste (y de perdis cerrar lo que medio dejaste abierto).
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
Bueno de Silver... no sé si se desocupe pronto de sus labores...rido escribió:Tenía pensado esperar a ver si alguien más ponía. Sobre todo a ver si Silver ponía algo... Así que no te preocupes por eso ^^Gargadon escribió:@Rido: ¿Podrías esperar aunque sea una semana? Quiero volver a escribir por aquí y necesito ese plazo, primero para terminar el 18 de mi fic de Digimon y luego ponerme al tanto en éste (y de perdis cerrar lo que medio dejaste abierto).
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
Antes de responder al SBS quería comentaros que llevaba un retraso espectacular en lo que a lectura se refiere, pero ya me he puesto casi al día (me faltan precisamente los dos últimos de Rido y Kuro, con los que me pongo YA). Os dejo un par de comentarios:
- Trinidad Mugiwara/Outlaws/¿Piratas “Crown”?: Me quedé a medias en Red Village y ya lo he acabado y he leído todo lo de Syrup. En serio, como me alegro de que finalmente os despidáis de los Mugiwara. Considero que mantenerlos como “protagonistas” de vuestras historias era jugar con fuego y que tomen su propio camino es una gran decisión para evitar movidas. Destaco la futura unión del bardo/vividor Kyo a la tripulación y el hecho de que Seastone se decante por la “mudanza” de tripulación (¿Dónde está lalilulelo?), así como la más que interesante habilidad del carpintero Rido. Enseguida me leo como termina esta minisaga.
- Kuro: Debo reconocer que respiré aliviado al descubrir que el Vicealmirante “R.” resultó no ser quien yo creía. Me encanta tanto la ambientación de tus relatos como la marcada ideología samurai que tiene tu personaje, aplicando a la perfección ese aire místico que Oda imprime a todos los espadachines de la serie. Por lo visto en tu último relato te encuentras con Zoro nada menos. Ahora lo miro.
- Eratia: Quizá no fuera demasiado relevante para la trama, pero me gustó mucho el relato de Luna.
Y ahora el SBS:
- Trinidad Mugiwara/Outlaws/¿Piratas “Crown”?: Me quedé a medias en Red Village y ya lo he acabado y he leído todo lo de Syrup. En serio, como me alegro de que finalmente os despidáis de los Mugiwara. Considero que mantenerlos como “protagonistas” de vuestras historias era jugar con fuego y que tomen su propio camino es una gran decisión para evitar movidas. Destaco la futura unión del bardo/vividor Kyo a la tripulación y el hecho de que Seastone se decante por la “mudanza” de tripulación (¿Dónde está lalilulelo?), así como la más que interesante habilidad del carpintero Rido. Enseguida me leo como termina esta minisaga.
- Kuro: Debo reconocer que respiré aliviado al descubrir que el Vicealmirante “R.” resultó no ser quien yo creía. Me encanta tanto la ambientación de tus relatos como la marcada ideología samurai que tiene tu personaje, aplicando a la perfección ese aire místico que Oda imprime a todos los espadachines de la serie. Por lo visto en tu último relato te encuentras con Zoro nada menos. Ahora lo miro.
- Eratia: Quizá no fuera demasiado relevante para la trama, pero me gustó mucho el relato de Luna.
Y ahora el SBS:
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
Sí, que junto al viejo plateado es de quién más ganas tengo de leer algo en estos momentos (bueno, y del fic de un colega pero ese hace menos que no publica). ¡Enga osin! (Bueno, y también, venga pajarraco y venga Sandman y... ... ... bueeeeeeeeeeeeeeno vaaaaaaaaaaale y venga Alira) >.<Ramsus escribió:*Ramsus espera a que osin avance con la trama.*
Iba a poner un SBS pero se me ha ido el santo al cielo así que... ya lo pondré en otro momento
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
@Rido: Como te comenté ayer, ando falto de inspiración. Eso, y sumado a que no tengo compu propia por el momento (y en esta no salen los espacios cuando deben salir ¬¬), no podré avanzar en nada por ahora.
Así que si alguien quiere seguir con esa parte, por mí no hay problema.
Así que si alguien quiere seguir con esa parte, por mí no hay problema.
Pues ahí va la actualización del Primer Post...
Las historiasosin escribió:PD: ¿quien lleva lo del primer post del tema? Porque se está quedando un poco anticuado.
Autor: Long_Jhon_Silver
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
Actualizada la lista gracias Rido.
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Re: Historias Piratas, Volumen3.
Ramsus escribió:*Ramsus espera a que osin avance con la trama.*
¿Me llamabais? Bueno, me tocará explicar el estado de mi escrito: mi capítulo puede estar ya terminado o puede que me toque reescribirlo al completo XDDDD. Todo depende del visto bueno de un vicealmirante ^^. Así que os pido un poquito de paciencia (o un poquito mas del que ya habéis tenido).rido escribió:¡Enga osin!
En cambio, y para amenizar la espera, me he puesto al día con vuestros capítulos, así que toca comentarios:
-La gente de la saga Syrup: y por fin llega vuestra emancipación y lo que se podría decir el principio de vuestra propia historia (dejando a Silver a los mandos de la suya). Me ha gustado la elección del capitán, quizás el mas acorde para el puesto. También me ha encantado como ha relatado Rido a Franky en su despedida. Por lo demás, tengo unas ganas de que empiece vuestra saga en Xartha...
-Koraxan: creo que ya hacía falta una saga cómica entre tanta tragedia escrita por aquí (eso me recuerda que en algún momento me tocará escribir algún que otro capítulo cómico en mi aventura XDDD). Me encanta la relación que mantiene vuestra tripulación y quieras o no viene bien devolverle la vista a uno de los ciego de estas historias.
-Kuro: siempre tenía la sensación de que tu personaje seguía los pasos que en el pasado hizo Zoro, pero por motivos diferentes. Vuestra batalla, y su respectivo final, es como si Zoro te pasase el testigo XDD.
Por último y de nuevo, os pido paciencia ^^U.
Gracias Natthy ^^