Concurso mensual - 46ª Edición: Aventura

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MDragoon
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por MDragoon »

bueno tengo ganas de participar, pero mi nula inspiracion me lo impide....intentare ser uno mas en el concurso, bueno eso quiero aun asi hasta ahora cuenten conmigo en el mejor tema del foro ...eso bye
Ya no se q cresta decir....quizas Plop?

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Shichibukai
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Shichibukai »

Puesto que al parecer el resto de participantes han escurrido el bulto y me han dejado la responsabilidad de llevar esto, :wink: tengo que lanzar el aviso inevitable:

¡¡NO TENEMOS RECOGEDOR!!

Algún alma caritativa que se apunte...

P.D: Repartimos ponche y pasteles. :wink:
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Shichibukai
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Shichibukai »

Hago un doble post para volver a avisar. Sin recogedor no hay concurso.

¿Nadie se anima?
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Crusta
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Crusta »

Shichibukai escribió:Hago un doble post para volver a avisar. Sin recogedor no hay concurso.

¿Nadie se anima?
Si te vale, yo marcho el jueves por la mañana y vengo el lunes por la tarde. A mi no me importa :wink:
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Shichibukai
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Shichibukai »

CrUsTa escribió:
Shichibukai escribió:Hago un doble post para volver a avisar. Sin recogedor no hay concurso.

¿Nadie se anima?
Si te vale, yo marcho el jueves por la mañana y vengo el lunes por la tarde. A mi no me importa :wink:
No hay problema. :ok:
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Crusta
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Crusta »

Shichibukai escribió: Plazo máximo de entrega de relatos:
21 de Marzo
Semana Santa... ¿Espero un poco más?

Dos relatillos nada más me han llegado aun por el cambio de nick xD
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juevescasi
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por juevescasi »

:shock: :gota:
Abría el post de Taborda, con el fin de imprimir vuestros relatos... y me encuentro esto.
Nada cuesta decir unos días antes que me he retrasado, que no salía nada, me encontraba obtuso.
Estamos a día 23. Enviarlos ya, anda.
Al paso que va la burra, este tema :cry: desaparece seguro.
"...sólo hay finales abiertos;
y la locura es más deseable que posible;
y nadie volverá a casa con el mismo paso;
y no hay reglas para bailar a dúo en el granero
cuando trabajan duro los esclavos de la música..."
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Fukai »

Ay perdón perdón es que he tenido un examen esta semana, un trabajo que hacer y un seminario que exponer en estas dos últimas semanas y no me he podido poner con esto hasta el jueves y la verdad es que...no tenía ganas me superó mi propia vagancia XDD así que me ha quedado un churro pero bueno.

En fin a ver si ya se envían todos los relatos aunque no soy quien para hablar ^^U
Frigorífico
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Shichibukai »

Por mi puedes postearlos ya. Si aquellos que faltan ni siquiera se pasan a dar una explicación, no tenemos por qué esperarles.
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Crusta
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Crusta »

¿Puedo postearlos ya?, ¿es Taborda el encargado de recoger los relatos?, ¿falta alguién?

Todas las preguntas tienen una respuesta: (bueno la última es: sí, falto yo por poner los relatos xD)

5 valientes relatistas se han propuesto ganar en esta edición, aquí tienen sus relatos ya saben, el día 1 (se suponía el 28 pero se ha alargado más de lo normal... :roll: ) como muy tarde tienen para entregar sus votaciones. No olviden de hacer la valoración de su obra :P

El troll
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El troll

-¡Trolls!¡Naimar, Olfangar, abatidlos, si se acercan hasta aquí dudo mucho que salgamos de esta!
Con sólo un vistazo de la situación, Boyd lo supo, era más que probable que los Halcones Etéreos cayesen en esta ocasión.
Habían tratado de abarcar demasiado, al fin y al cabo, no eran más que un grupo de aventureros del montón, compuesto por un elfo y una semielfa exiliados, tres guerreros humanos incapaces de comprender el significado de una palabra de más de cuatro sílabas, un clérigo demasiado dado a las vírgenes como para permitírsele continuar en el templo, y un mago que no había llegado a más allá de la creación de bolas de fuego del tamaño de medio enano, y estaba él, un caballero deshonrado del que su linaje había renegado. Estaba claro que no eran grandes héroes, pero después de tanto tiempo juntos eran amigos, y no quería que acabase ahí, frente a un puñado de orcos y dos trolls que defendían el grimorio del gran mago Masdwe. Y lo que más le fastidiaba era que posiblemente nadie supiera de su final.
-¡Naimar, no! -el grito de desesperación de Olfangar sacó a Sered de su ensimismamiento, al tiempo que, merced al manotazo del troll que quedaba en pie, vio como Naimar volaba por los aires para ir a parar contra una de las columnas del pasillo, quedando en una posición que no daba lugar a dudas sobre su estado. Desesperado, Olfangar se lanzó a una lucha perdida de antemano, ansioso por seguir el destino de su amada-.
Uno a uno, Sered veía impotente como sus amigos iban cayendo; Adanoa, intentando sin éxito reanimar a Naimar, caí bajo una flecha perdida; Rafia, incapaz apenas de defenderse con su magia, sepultado por la avalancha de enemigos que se cernía contra él; Garu, Fara y Sore, mientras se abalanzaban a la desesperada contra el masa de carne informe que había hecho caer a los elfos.
En pocos minutos, Sered se encontró sólo, sin los compañeros que lo habían acompañado tanto tiempo, sin ganas de otra cosa que de caer con ellos. Pero eso no iba a quedar así. Con furia renovada, Sered se giró para encarar al monstruoso ser que había reducido a sus amigos; con una agilidad impropia de un hombre de su tamaño, se escabulló de los brazos del troll y se puso a su espalda para segar los tendones que sustentaban la enorme masa de carne, que cayó con una fuerza que hizo retumbar el suelo. Situándose frente a frente, la bestia vio la muerte en los abismos negros de los ojos del guerrero.
Sered levantó la espada al tiempo que la última descarga de flechas orcas se disponía a caer sobre él…


-¡Noooooooooooooooooo!
Grmf despertó sobresaltado y empapado en sudor. Bueno, empapado en lo que quiera que rezume un troll por sus poros, dado que ningún naturalista del mundo conocido ha logrado profundizar tanto en las costumbres y naturaleza de estos seres como para llegar a descubrir hechos en apariencia tan triviales como este.
Pero bueno, dejemos estas cuestiones y centrémonos en Grmf, nuestro protagonista, que acaba de sufrir esa desagradable pesadilla en que… bueno, en que mueres, o más bien te matan unas personas contra las que de entrada no tienes nada en contra, pero contra las que te ves obligado a entablar combate por una serie de desafortunados hechos. Estos hechos por lo general suelen ser que tú eres un troll, una personificación del mal y de lo impuro, algo desagradable y digno de morir de la forma más cruel posible, y ellos son casi cualquier otra raza de las muchas que pueblan Tanjit.
Así que cuando eres un horrendo producto surgido allá por los albores del tiempo a causa de una horrible magia/cruce/mutación/experimento producto de un mago/hechicero/nigromante/señor/cosa oscuro, no te quedan muchas opciones que elegir si lo que quieres es un futuro que vaya más allá de unos días; puedes ser parte de un ejército dispuesto a conquistar a los pueblos libres de Tanjit al mando de un gran señor oscuro (no importa la época que te toque vivir, siempre habrá alguien que requiera tus servicios) o bien ser custodio de una poderosa reliquia, mágica por lo general.
Claro está, también existe la romántica opción de establecerte por tu cuenta y, o bien violar princesas, robar tesoros y matar caballeros, o bien irte a un páramo apartado en el que no molestes a nadie (aún no se ha documentado de ningún troll que eligiera esta opción pues los aventureros que al matar uno no encuentran cueva ni tesoro alguno opinan, de forma harto errónea, que era más inteligente que ellos). De cualquier manera, si eliges ir por cuenta propia tu esperanza de vida caerá en picado.

El caso es que nuestro querido Grmf no es tonto para ser un esbirro de la maldad, y eligió la opción de formar parte de un ejército de conquista, con el acertado instinto de esos peces que se juntan en bancos gigantescos con la esperanza de que no les toque a ellos. Esto, claro está, tiene ventajas; comida a intervalos medianamente regulares, harapos vistosos, sensación de formar parte de algo grande (cuando eres ciertamente algo grande en si, esta sensación es escasa y a la vez reconfortante) armas que en tus manos se convierten en instrumentos de destrucción masiva… Claro, también hay inconvenientes; cabecillas orcos endiosados, órdenes que te conducen a una muerte segura, hacinamiento masivo en campamento demasiado pequeños soportando los efluvios de criaturas en semi-descomposición…
Pero bueno, como ya hemos dicho, Grmf es bastante listo para su naturaleza, y sabe obviar estos pequeños detalles para conseguir las cosas que le son realmente importantes, como por ejemplo, evadir la soledad.
Esto, que en un principio puede parecer un sentimiento demasiado complejo para un ser inferior no lo es si fríamente nos ponemos en su lugar. Como poca gente sabe, los trolls no surgen por generación espontánea, existen trolls y trollas, aunque a veces cuesten de diferenciar incluso entre sí (dando lugar a embarazosos malentendidos que se solucionan generalmente con uno de los implicado bebiendo el jugo de vísceras macerado al sol del otro), que se aparean en desagradables escenas dando como fruto de forma inmediata a un nuevo ser, que nace con completas facultades físicas y mentales (aunque por lo general esto no significa gran cosa), y que madurará gracias a los restos de sus congéneres muertos tras la agotadora y brutal cópula (esto lleva a cuestiones interesantes acerca de la supervivencia de los trolls como especie, pero las dejaremos para personas más preparadas en el campo).
De esta manera, los trolls nacen en la más absoluta soledad, cosa que no importa mucho si tienes el encéfalo del tamaño de una cereza, pero que traumatiza bastante si, como Grmf, posees tu cerebro tiene el tamaño de un mango grande y tienes una sensibilidad fuera de lo comun.

Pero la dura vida de campaña no es lo que interesa a nuestro “héroe”, lleva ya un tiempo de aquí para allá, y pese a estarles agradecido por haberlo sacado de ese apestoso trabajo como guardián de empuñadura de espada ínfimamente mágica, no es lo que esperaba en un primer momento, y se siente frustrado al no poder compartir emociones y pensamientos complejos con sus camaradas, como bien demuestra este extracto de una conversación mantenida una noche (traducido del Oscuro común, lengua de criaturas malvadas en general):

-¿Ver como mirar cabeza estúpido elfo cómo comer su cuerpo? No saber que poder ver después no cuerpo. Juarjuarjuar…
-Chicos, ¿os habéis preguntado alguna vez por qué hacemos esto? Es decir, el gran Flut es quien nos alimenta y dirige, pero… ¿estamos seguros de que con su victoria se extenderá la prosperidad e igualdad para todos los de su reino? Además, estoy casi seguro que la intolerancia de que hacen gala los pueblos libres con nosotros viene dada por prejuicios y supersticiones, nada que no se pueda solucionar enviando emisarios con mensajes de…
-Juarjuarjuar… Grmf ya volver a hablar raro, creer que pasarse con sesos de elfo otra vez, sentar mal a tripas blandas.
-Sí, juarjuarjuar… seguro que ahora hablar de paz y árboles y cosas raras…
-En serio, no es eso, hace tiempo que decidí no comer carne, sólo algún enano de vez en cuando, no puede ser bueno para nosotros tanta carne, deberíamos tomar más verduras y frutas.
-¡A callar malditas bestias! Es hora de dormir, mañana tenemos un día duro, asaltaremos un fuerte humano al mediodía, y vosotros tendréis que avanzar delante haciendo escudesto… protegiendo a las tropas de las flechas humanas.
-Veo varios detalles que no me convencen en ese plan, comandante orco Errare…
-¡Tu callar, Grmf! Orcos listos, esta ser mejor idea, mañana nosotros proteger.

Como se puede ver, la capacidad intelectual que le rodeaba no era precisamente del agrado de Grmf, por eso, durante este interesante flashback, decidió escapar sigilosamente del campamento (o al menos lo sigiloso que puede ser una bestia de casi cinco metros y unas cuantas toneladas) para probar suerte por otras latitudes.
Durante semanas enteras vago en solitario en busca de vida interesante, y llegó a un bosque. En su linde, pensó que allí debería haber elfos, y creyó que le gustaría conocerlos, así que vago sin rumbo por él, destrozando sin pretenderlo varios centenares de árboles y unas cuantas criaturas mágicas ciertamente estúpidas que se acercaron a él.
Cansados de esta intrusión, el pueblo elfo que habitaba ese bosque (diezmado por esa extraña costumbre elfa de no reproducirse o de hacerlo sumidos en la tristeza que les empuja a la muerte) decidió tomar cartas en el asunto y atacar al pobre Grmf.
Digan lo que digan, esos afeminados de los elfos no son gran cosa, así que Grmf se sacudió las flechas y machacó al enemigo. Tan indignado estaba que ni se molestó en entablar conversación con algún mutilado al borde de la muerte; los elfos eran unos clasistas intolerantes incapaces de ver un corazón confiado y un buen amigo, así que no hacía falta ni acercarse a ellos.

Después de su fracaso, Grmf no se rindió, y siguió caminando hasta que llegó a una montaña con puertas y runas por algunos sitios. Acertadamente, pensó en enanos, que hacía tiempo que explotaban los recursos de esas tierras, y decidió un acercamiento.
Acercamiento, significaba destruir las puertas y entrar a voz en grito hasta encontrar a alguien, al fin y al cabo era un troll, no lo olvidemos.
Esta vez consiguió hacerse escuchar, aún no se sabe cómo, por los enanos quienes, con evidente recelo al principio (y un patente temor), decidieron acoger a Grmf por el momento como mascota según le pudieron explicar. Curioso, Grmf aceptó esta experiencia, yjugueteó con los enanos que no trabajaban ese día. Mató a tres e hirió de gravedad a diez, pero no había mala fe.
Cansado por la actividad del día, se fue a dormir, pero lo despertó otra de sus acuciantes pesadillas en que muere de formas variadas. Con el ímpetu del despertar, tiró a cinco enanos con hachas desenvainadas que estaban encima suya; parecía que algunas partes de troll alcanzan buen precio en la preparación de manjares sofisticados, así que habían decidido sacarle provecho. Obviamente, el que intentaran matarlo a traición ofendió a Grmf, que se puso a dar saltos encima de los infelices enanos que no alcanzaban a acertar con sus hachas.

Cada vez más deprimido, Grmf llegó a una ciudad humana donde, para ser breves, le mostraron un cierto aprecio como bestia de carga durante muchos años, tras los cuales, cuando era viejo y no tenía fuerza, decidieron acabar con su vida.
Bastante dolido con esto pues creía haber encontrado gente con quien mantener una conversación interesante y que no pretendían matarle, sacó fuerzas de flaqueza y arrasó casas, violó doncellas, comió niños y demás tópicos que se presuponen a un ser como Grmf (no fue difícil; después de todo, los humanos son más estúpidos que los elfos y más débiles que los enanos, así que…).

Después de haber visto mundo, ya anciano, Grmf llegó a la conclusión que unos pocos trolls antes que él habían descubierto; “el mundo no merece la pena, y las razas que lo habitan son bárbaras, egoístas, intolerantes, codiciosas y crueles, y mi propia raza es una aberración en si misma, todos son idiotas menos yo.”
Una vez descubierto esto, Grmf decidió gozar de una eternidad de introspección con la conversión en piedra característica de los trolls.
VACÍO
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VACÍO


Plop, plop, plop, plop…..


Respiró profundamente, con hastío mientras se giraba enroscándose en las sábanas que casi la aprisionaron en una celda de algodón y flores…

Plop, plop, plop, plop…


El constante y martilleante sonido golpeaba su cabeza de forma rítmica, pausada.. haciendo que su propio cuerpo esperase en tensión entre goteo y goteo, en cierto modo con temor a que no volviese el molesto repiqueteo.
Plop, plop, plop, plop…

Volvió a girar en su cárcel de tela y entreabrió sus enormes ojos grises, que tras disipar la imaginaria niebla que los cubría atisbaron a enfocar la hora del pequeño reloj despertador que reposaba en la mesilla, a tan sólo unos centímetros de su profunda mirada.

“ Las cuatro…” susurró arrastrando las sílabas, como si el decir ese par de palabras supusiese un enorme esfuerzo para sus cuerdas vocales. Pese a ello su casi inaudible voz llenó la habitación quebrándola en pedazos, como si toda ella hubiese estado hecha de hielo.

Se incorporó en la cama de forma lenta y se detuvo unos instantes, a la espera de que su sentido del equilibrio se acostumbrase a su nueva posición en el espacio y su vista se adaptase a la escasa cantidad de luz que se colaba entre las rendijas de la persiana…una luz blanquecina que le otorgaba un ligero halo de misterio al lugar, recordando a un bosque neblinoso en el cual los árboles se veían sustituidos por su propia transformación en muebles. Alargó su mano de forma dudosa, no queriendo que ésta saliese de su refugio de calor bajo las mantas, hasta llegar al interruptor que al ser pulsado hizo que la magia se rompiese y la luz amarilla de las lamparita de la mesilla iluminase la habitación.

Plop, plop, plop, plop…

Miró a su alrededor y lo vio todo igual que lo había dejado cuando se había ido a dormir, tres horas antes, tras haber visto en televisión la típica serie tonta y tras haber compartido una ración de carcajadas con sus compañeros de piso.

Plop, plop, plop, plop…


Intentó levantarse pero al igual que le pasaba todos los días sus ataduras amarraban sus pies, no permitiendo que se incorporase, siempre noche tras noche tropezaba una y otra vez en la misma piedra, la piedra que hacía que las sábanas se enrollasen a su alrededor, invitándole a quedarse en la calidez de la cama para siempre.
Uno de sus pies se apoyó en el frío suelo y lo retiró en seguida, subiéndolo de nuevo al abrazo de las sábanas y replanteándose es si era realmente necesario volver a pisar los baldosines. Alcanzando a duras penas sus zapatillas, aburridas.. .grises… pero cómodas. Se calzó con ellas y se levantó atreviéndose a dar uno de los pocos pasos que le quedaban para llegar hasta la puerta que llegaba al pasillo. La abrió con un sonoro quejido, el lamento de la vieja madera y las bisagras oxidadas que le hicieron recordar lo viejo que era ese piso. Ante ella el pasillo se le antojó eterno, como si fuese un camino sin final, inescrutable, pese a la de veces que lo había recorrido para ir hasta la cocina su mente estaba tan lejos del Mundo real que incluso lo más cotidiano se le hacía imposible, lo más común le parecía irrealizable…

Arrastró lo pies con parsimonia mientras sus ojos conseguían enfocar a duras penas la puerta del baño que estaba a apenas cinco metros de distancia, se apoyaba en la pared al andar sintiendo en su interior que ni siquiera podía mantenerse en pie.
Cuanto finalmente llego a su destino dejó que sus dedos resbalases sobre el interruptor encendiendo la tímida luz del pequeño y destartalado aseo, plagado de las cosas de sus compañeros que por un momento le hicieron recordar dónde estaba. Pese a que el incesante goteo del grifo seguía martilleando su cabeza ya se había acostumbrado a él y casi pasaba desapercibido para ella.

Plop,plop…..

Alargó su mano para cerrar el grifo hasta que éste dejó de gotear y el repentino silencio la abrumó, la engulló en la oscuridad y tuvo que sacudir ligeramente su cabeza para volver a ser consciente de su cuerpo. Lentamente levantó la vista hasta encontrarse con ella misma en el espejo y se vio, ojerosa, cansada, como si estuviese enferma y gris, aburrida, como sus zapatillas. Se recordó a sí misma una semana antes, con su sonrisa radiante, su mirada traviesa y su permanente buen humor y se le hacía algo lejano, muy lejano como si de aquello hubiesen pasado años. Era incapaz de ver en esa mirada el mismo entusiasmo por la vida de antes, era incapaz de ver en ese espejo a esa chica mona y ligeramente presumida, que pese a no buscarlos le encantaba recibir halagos sobre su vestimenta. Era incapaz de ver a esa joven enamorada de la moda y de los complementos que iba de compras con sus amigos y hacía las veces de estilista para sus más allegados.

Ahora sólo podía ver una carcasa estropeada, sucia y vacía, un envase que antes guardaba algo que no sabía definir bien, alma, ganas de vivir….algo que ya no estaba, que se había desvanecido dejando sólo un caparazón sin vida.

Cerró los ojos dejándose resbalar por la pared hasta sentarse en el suelo y se internó en el escabroso y maldito mundo de sus recuerdos, un lugar recóndito e inexpugnable que había decidido no explorar en los últimos días. Cada vez que se acercaba a ese mundo sentía dolor, un dolor tal que ni siquiera podía expresar con palabras, que ni siquiera podía mostrar con emociones. En su mente se dibujó aquel que más añoraba y en quien menos quería pensar, con quien había compartido los últimos 6 años, el que la había demostrado que vivir por y para alguien era algo hermoso y gratificante…Alex.

Recordó su vivaracha mirada gris y sus rizos castaños, que tantas veces habían rozado su rostro haciéndole un leve cosquilleo que siempre le arrancaba una sonrisa, las manos que tantas veces la había acariciado y que tantas otras la habían cuidado, protegido. Le pareció escuchar el latido de su corazón, al igual que cuando dormía sobre él apoyándose en su pecho y acurrucándose junto a él. Se imaginó de nuevo su respiración y sus cálidos susurros cada mañana que se despertaban juntos o cada día que se tumbaban horas y horas en la cama para simplemente hablar, sobre política, sobre la vida, sobre la gente o sobre tonterías como cuál de los dos jugaba mejor a determinado videojuego.

Vinieron a su cabeza también sus discusiones, muchas veces por tonterías y que acababan siempre con las lágrimas de alguno de los dos y por el abrazo del otro, y otras tantas por cosas serias que terminaban cuando tras un día sin verse se echaban tanto de menos que necesitaban volver el uno junto al otro independientemente de todo lo ocurrido. Todos los momento que con Alex había pasado, para bien o para mal eran sin duda únicos, irrepetibles y sobretodo fantásticos. Había aprendido tanto de él como él de ella, y sabían tanto el uno del otro que sus amigos les decían continuamente que más que novios parecían mellizos que hubiesen estado juntos desde su nacimiento.

A su cabeza acudió entonces lo que sin duda, menos quería recordar. Ese día en el cual le dijo que se iría de viaje ese fin de semana con sus amigos. Ella al principió se mosqueó, no quería que se fuese había planeado ir con él al cine ese sábado y le molestó que sus planes se descolocasen, odiaba cuando pasaba eso, le gustaba tener todo organizado en cierta medida y si algo se salía de su orden a última hora se enfadaba. Finalmente y tras haber hablado con calma durante un rato ella se había librado de su mosqueo y Alex le había prometido que le traería un regalo.

Se despidieron con un abrazo, un beso y un “el lunes nos vemos”, había hablado por teléfono cada uno de los tres días que pasaron separados el uno del otro y decidieron que cuando el llegase a casa la llamaría para hacerle una visita si no era muy tarde.
Ella esperó todo el día, nerviosa, pese a llevar tanto tiempo junto e incluso habiendo vivido durante un año en distinta ciudad, seguía echándole mucho de menos cuando no estaba, se habían acostumbrado tanto el uno a la presencia del otro que se sentían vacíos cuando no estaban juntos, añoraban tanto el calor el uno del otro que sentían frío si estaban separados.

Finalmente su teléfono sonó, mientras ella preparaba su cena y corrió hasta su habitación viendo su nombre en la pantalla y descolgando con una sonrisa mientras saludaba con una voz chispeante, cargada de energía y que demostraba su buen humor.
Al otro lado sonó una voz desconocida, seria y afectada que preguntó por ella con indecisión. Contestó que sí, que era ella y antes de que le dice tiempo a preguntar quién era el que estaba al otro lado del teléfono la voz desconocida la interrumpió y le comunicó la peor noticia que podía esperar. Ella no quería creérselo, lo negó interior y exteriormente y casi se le cayó el teléfono al suelo al oír lo que le decía la persona que le estaba hablando. No podía ser, era imposible, no era capaz de asimilarlo……….no podía ser verdad que Alex hubiese muerto. No, no ,no ella estaba convencida de que se habían equivocado, el tren en el que él viajaba no había podido descarrilar, se habían confundido, no.. seguramente era una broma de alguno de sus amigos.

Ni siquiera en el funeral, ni si quiera en el entierro acompañada por los padres y el hermano pequeño de Alex terminaba de creérselo, desde que se había enterado de la noticia había empezado a sentirse como fuera de su cuerpo, como un autómata que hacía las cosas automáticamente sin sentido y sin sentirlo. Iba a clase porque tenía que hacerlo, veía la televisión porque tenía que hacerlo y reía con sus amigos porque tenía que hacerlo y no pensaba en él, para nada, se había prohibido a si misma hacerlo hasta ese momento. Y fue entonces cuando pudo sentir una lágrima rodar por su mejilla, cuando su respiración empezó a ser entrecortada y su llanto aunque desconsolado, silencioso, inundó la soledad del baño, justo al volver a pensar en él fue cuando se percató de todo lo que ello suponía.

A él, quien había sido un trozo de ella, quien había sido su razón para vivir ya no estaba, ya no podría verlo, nunca más. El mundo se lo había arrebatado cuando todavía le quedaba tanto por vivir juntos, cuando incluso había planeado el irse a vivir juntos durante el curso siguiente. No podía dejar de llorar pensando en todo lo que habían hecho que nunca se volvería a repetir y en todo lo que habían fraguado y nunca podría ser llevado a cabo, se sintió sola, completamente sola. Tenía miedo, miedo al mundo, miedo a la gente, miedo incluso a salir de ese cuartucho lleno de polvo y con un grifo oxidado que había empezado a gotear de nuevo, acompañando sus lágrimas con su rítmico golpeteo.

Plop, plop, plop, plop…

Podía sentir su propio corazón seguir el mismo ritmo, cansado, lento, pero constante. Lloró y lloró durante horas en la soledad del baño rogando porque nadie la oyese.

Plop, plop, plop, plop…

Y aún con las lágrimas recorriendo sus mejillas y los ojos tan hinchados que apenas podía ver al amanecer salió de casa, en completo silencio y aún en pijama. Quería alejarse de allí, de todo lo que le recordase a él y corrió…..corrió por las calles hasta llegar al descampado que daba al bosque, y la lluvia la acompañaba, haciéndole pensar que el día lloraba por ella….y siguió corriendo, alejándose cada vez más de todo aquello que conocía….quería perderse, desaparecer por siempre…..

Plop, plop, plop, plop…

Y voló libre, triste, sola. Se fue sin decir adiós, sin avisar….desapareció por siempre…..
…y para siempre.
Por un puñado de dólares
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Por un puñado de dólares

-4 000 dólares ahora y otros tantos cuando hayas terminado el trabajo- dijo el hombre de la gabardina, mientras le entregaba disimuladamente por debajo de la mesa la cantidad acordada al hombre que tenia enfrente. Las dos figuras se encontraban sentadas en la mesa del fondo del establecimiento, en la zona más oscura. Eran las nueve de la tarde y el bar estaba casi vacío, por eso los dos sujetos se habían reunido allí. Unas gafas negras cubrían el rostro del hombre que cogió el dinero, era alto y aunque rondaba la cuarentena se mantenía en forma, pues su profesión así lo requería. La discreción y la fiabilidad eran los dos rasgos que definían su vida, y cuanta menos gente estuviera al corriente de lo que hacía y cómo lo hacía, mejor. Una vez que tuvo el dinero se levantó y salió a la calle.

Dos días después de la reunión en la taberna, el hombre se encontraba dentro de la habitación del hotel que habían reservado para él. Se trataba de un cuarto piso que poseía una excelente vista de la salida del lujoso restaurante donde siempre cenaba su objetivo. Nunca le interesaba saber la identidad de sus futuras víctimas, pero en este caso sabía quien era, se trataba de un famoso fiscal que al parecer estaba metiendo las narices en asuntos que habían provocado la ira de personajes muy influyentes. Por eso lo habían contratado a él. Nunca había sentido lástima por las personas a las que mataba en los más de veinte años que llevaba ganándose la vida como sicario, y tampoco la sentiría por este pobre desgraciado.

Pasadas las diez de la noche, el BMW negro que el hombre estaba esperando, se detuvo delante del restaurante y de él salieron un hombre y una mujer. "Así que hoy se trae a su mujer" pensó el asesino, y sintió un remordimiento en el estómago que al instante aplacó acariciando su rifle Winchester con mira telescópica. Amaba aquel rifle, nunca le había fallado, pero todavía no era el momento de efectuar el disparo; el momento preciso sería cuando el hombre saliera del restaurante, pues sólo entonces lo tendría de cara.

Una hora más tarde el asesino a sueldo había encontrado una posición cómoda, estaba tumbado sobre una mesa y parapetado tras los postigos de las ventanas. Era prácticamente invisible desde la calle. Cogió el rifle por la culata y lo apoyó con firmeza contra su hombro, a continuación deslizó su dedo índice hacia el gatillo y apoyó la mejilla contra la culata
de madera. Entonces visualizó el disparo, eran aproximadamente 130 metros de distancia y había bastante tráfico en la calle, por no hablar del efecto desorientador del viento que también soplaba. Todas estas circunstancias supondrían un gran problema para un tirador menos experimentado, pero él lo veía como una ventaja a su favor, ya que tanto el viento como el tráfico ayudarían a aplacar el ruido de su rifle del calibre 30 cuando efectuara el disparo. Recordó con satisfacción el día, hacía unos años, en el que efectuó el disparo perfecto, la mañana en la que asesinó al presidente Kennedy; estaba orgulloso de aquel disparo, tan lejano y a un objetivo móvil. No pudo reprimir una sonrisa al recordar cómo las autoridades habían acusado del crimen a aquel pobre diablo de Harvey Oswald, un hombre que nunca hubiese sido capaz de efectuar un disparo semejante, aunque como cabeza de turco había resultado muy eficaz.

Por fin, allí estaba, veía el objetivo con claridad. El sicario respiró hondo como siempre hacía mientras el rostro sonriente del fiscal ocupaba casi por completo el ocular. Tensó los músculos y se quedó completamente inmóvil. El retículo estaba exactamente sobe el objetivo, contuvo la respiración y apretó el gatillo. El proyectil del calibre 30 salió disparado del cañón del arma con un gran estruendo y atravesó limpiamente la frente de su objetivo, que murió al instante. A causa del retroceso del rifle, el asesino tardó un instante en asegurarse de que su disparo había sido mortal, tras comprobarlo, salió de la habitación y abandonó el hotel mientras a su alrededor predominaban los gritos. Se tomó la libertad de echar un vistazo y contempló a la mujer del fiscal que gritaba desconsolada rodeada de una muchedumbre de curiosos. Aquella visión no le proporcionó placer alguno, pero, al fin y al cabo, aquel era su trabajo.
El Monito de los Platillos
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El Monito de los Platillos

No me gusta ordenar el desván. Se me hace muy difícil decidir que tirar, ya que casi todas las cosas que hay aquí tienen algún significado para mí. Sé que no puedo guardarlo todo, pero se me hace muy difícil desprenderme de ellas, y así año tras año voy acumulando más trastos. Pero ya no hay sitio para nada más en ninguna parte de la casa, así que me temo que esta vez me voy a tener que ver obligada a tirar algo, por mucho que me duela.
La montaña de cosas que se ha acumulado en el desván es inmensa. “Este es trabajo para más de una persona”, pienso. Pero mi hermana Sofía no está en casa, y de todas formas prefiero hacerlo yo sola. Ella se empeñaría en tirar un montón de cosas, y es imposible discutir con ella. Así que es mejor que no sepa nada.
Hace tiempo que no me encuentro demasiado bien y me canso enseguida de estar moviendo cosas. Si luego mi salud empeora, Sofía se pondrá hecha una furia, así que me siento a descansar al lado del viejo baúl de los juguetes. Y ya que estoy, hecho un vistazo dentro. Osos de peluche, figuritas de los dibujos animados con las que jugábamos mi hermana y yo de pequeñas, las clásicas muñecas… y al fondo del baúl, la estrella de todos los juguetes. Un pequeño mono, vestido con un uniforme de orquesta y unos platillos. Mi padre nos lo había regalado a mi hermana y a mi cuando teníamos cinco años. Lo había comprado en un mercadillo de segunda mano. Mi madre le preguntó por qué nos había comprado un muñeco mugriento de segunda mano, en vez de algo nuevo. Pero pro toda respuesta mi padre le dio cuerda y lo puso en el suelo. El pequeño monito marrón se puso a andar y a tocar los platillos. Y desde entonces fue nuestro juguete favorito.
Ahora aquí estaba de nuevo en mis manos el monito marrón. Hace ya mucho que no le doy cuerda. Giro la llave de detrás y lo observo andar por el suelo del desván. Al cabo de unos minutos el monito se para y yo continuo con mi tarea. Pero cuando estoy separando una pila de revistas viejas para tirarlas después, oigo un ruido metálico detrás de mí. El monito se ha puesto en marcha solo. Será que aún le quedaba un poco de cuerda. Continuo con las revista, pero el mono no se para. Me doy la vuelta y observo que el mono va hacia la puerta.
Salgo como puedo de entre la multitud de objetos que me rodean y me lazó hacia la puerta para intentar parar al mono antes de que se caiga por las escaleras y se rompa. Pero es demasiado tarde, el mono está ya al borde del primer escalón. Pero para mi sorpresa, lo salta ágilmente. Y lo mismo el siguiente, y el siguiente, y todos hasta llegar al final de las escaleras, donde se queda quieto, pero sin dejar de tocar los platillos.
Yo observo al monito sin tener ni idea de que hacer. No sé si estoy asustada o sorprendida. O si es que me vuelto loca. Sin terminar de decidirme por una de las tres cosas, bajo las escaleras. Y cuando llego al último escalón, el mono se pone en marcha de nuevo.
Ahora está muy claro, el monito me está guiando a algún sitio. Así que lo sigo, y me lleva a la puerta de entrada. Y en cuanto llegamos veo que algo extraño ocurre. Por los cristales que hay a los lados de la puerta, entra una extraña luz roja. El mono no se para, sigue tocando los platillos, y andando, incitándome a abrir la puerta.
- ¿Tengo que hacerlo?- le pregunto.
El mono no contesta nada. Sigue tocando y tocando sin parar.
Trago saliva, y abro despacio la puerta. Por la abertura empieza a entrar una extraña música, como de una banda ¿Una feria? Aún queda bastante para las fiestas de la ciudad.
Sólo que ya no estoy en la ciudad.
La extraña luz roja proviene de un sol del mismo color que le da un color sangriento a una gran explanada dónde está congregada una gran multitud. Parece que celebran una especie de fiesta. La decoración parece estar suspendida de la nada, y no es muy alegre: guirnaldas y cadenetas de color negro y rojo. La mayoría de la gente baila al son de una música fantasmagórica, que está tocando una siniestra orquesta que está subida en una tarima en medio de la multitud. La orquesta sería totalmente normal, de no ser porque al guitarrista le falta media cara. Y al batería se le salen los ojos cada vez que toca los tambores con más fuerza de lo necesaria.
Entonces me fijo en que la gente que está alrededor no tiene mucho mejor aspecto. Muchos son normales, hay bastantes personas mayores, pero aquí y allá hay gente con extrañas heridas sangrantes, incluso son trozos enteros de alguna parte de su cuerpo.
Estoy asustada, quiero volver a mi casa. Pero el mono sigue avanzando ente la multitud. Y me doy cuenta de que no tengo más remedio que seguirlo.
El gentío me acaba engullendo, y un par de niños montados en triplos, casi me atropellan.
- ¡Atontada, quítate de en medio!
- Una nueva, todas están igual.
- Ya ves.
Con la confusión, pierdo de vista al monito de los platillos. Doy vueltas mirando al suelo, intentando encontrarlo, y llego a un lugar dónde hay menos gente. Y hay está mi mono. Mi padre los sostiene en brazos, mientras me mira con una gran sonrisa.
- ¿No había otro modo de traerme aquí?
- Sí, -responde mi padre.- Pero este es más emotivo.
Miro hacia mi casa, que empieza a desvanecerse.
- Sofía se va a enfadar mucho.
- Ya tendrás tiempo de explicárselo cuando llegue su momento.
La música empieza a resultarme menos extraña.
- ¿Y mamá?
- No quise decirle que venías. Se habría puesto muy pesada, ya sabes cómo es ella. Luego iremos a verla.
A mi alrededor la gente parece estar disfrutando realmente con la fiesta.
- ¿Y ahora que hacemos?
Mi padre sonríe.
- Estamos muertos, no tenemos prisa y hay una fiesta. Bailemos.
La historia de la palabra verlomper
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La historia de la palabra verlomper

El espantapájaros

También fui un espantapájaros. Por lo tanto, cuando se quedaban dormidos junto a mis piernas, yo me adentraba en la casa y habitación por habitación, cama por cama, me hacía con todos los edredones. Seguían allí, al volver: los párpados envueltos en papel celofán, como gusanos de seda que farfullan juramentos durante el sueño a causa del frío, con sus manitas violetas sucias de la pintura de los colores. A él le gustaba el marrón; sólo pintó desde la primera vez con ese tono, pero a veces y de súbita forma, arrancaba el ocre de las manos de su hermana con el fin de colorear las manchas de nicotina en las yemas de los dedos de la Luna como un queso.
Para ella, los troncos de los árboles y el agua de los ríos preferían un tojo rojizo o incluso verdes las pupilas de los osos con nubes en el interior de sus vientres.
- ¿A que no? ¿A que los osos no esconden nubes en el interior de sus vientres?
- …
-¿Ves?... tonta.
-Pues… pues las he visto, gilipollas.
Soñé con una cantidad innúmera de cuerdas vocales aquella vez, mas las calabazas nunca gozaron de palabras articuladas (alguna vez un ruido, una tos, alguna vez un rayo de viento se colaba por mis ojos para dar a luz una especie de silbido).
- Los osos de peluche –hubiese dicho- sólo esconden nubes en el interior de sus vientres, Pascual. Deja a tu hermana.

Pintaban en paz sobre mis piernas hasta el anochecer.
Después los arropaba mediante edredones robados o me inclinaba sobre ellos; los protegía de la lluvia y del viento pero no de su aspecto famélico, no de la escasez de pinturas ni de las dobles pegatinas de Batman en las rodilleras de los pantalones de los pijamas con los que venían hasta aquí. Tampoco pude hacer nada con este cielo repleto de murciélagos y de oscuridad, con el barro que les llegaba hasta los tobillos, con el trotar de las hormigas que recorren mi cuerpo de paja y cartón y me cuentan historias para no dormir arropado por mi corazón de paja alentado por dos niños que durante un verano utilizaron mi camisa de triángulos azules escalenos tal que una pared en blanco.
En sus rostros de peca y porcelana, el sudor regaba un huerto de zanahorias y tomates, hendido por las cebollas orondas y por los cuervos que siempre asoman las tardes aunque quizás asomasen durante las mañanas y por las tardes sólo cruzarán trenes los botones de mi camisa azul y naranja de cuadros deshilachada.

Todo comenzó justo antes del verano, cansado de permanecer hundido en el barro sin poder rascar mi espalda (las briznas de pajas amarillas hendían la carne), desgarré mis piernas como si fueron un palo y todos los habitantes de la ciudad a la que llegué deben pensar hoy que un espantapájaros caminaba a la pata coja una noche. Me tomé un helado para derramarlo sobre los niños de la noria que nunca apretaban el acelerador de los coches fantásticos, di vueltas sobre mi propio eje en la pista de baile, anoté números de teléfono en el dorso de la calabaza y me hice con dos bocinas nuevas, relucientes. Verlas y romper el cristal opaco del escaparate formó parte de un mismo movimiento, una misma palabra: verlomper. No miento si al día siguiente, por la radio decían: “… con camisa de triángulos escalenos azules verlompió el escaparate de una tienda de bocinas. Acto seguido, según fuentes policiales, huyó de salto en salto, por los tejados…”.
Dos días después, todo ADN de cualquier habitante había sido tomado. Arrancaron un puñado de paja del interior de mi corazón irreconocible en la muchedumbre y en el viento, irreconocible mi corazón desde que en la tierra de los cerdos reina alguien cuyas uñas se derraman sobre sus pestañas.
El guardia con bigote arrancó los botones de mi camisa, me arrojó al suelo junto a los tomates que tiemblan e introdujo su mano entera en el interior de mis entrañas. Lo acompañaba una persona más alta afanado en introducir la muestra dentro de una bolsita nombrada: “Número seis”. Escondidas las bocinas entre las zanahorias, a punto se tropiezan con ellas.
Al atardecer, llegaron los niños.

Los niños

He inventado casi todas las redacciones del verano (verano igual a bares, a sol en las terrazas, portazos, piscinas llenas de cloro y bañeras con dos dedos de cloroformo) pero la de aquella vez no fue inventada y el psicólogo del colegio (todos fumaban, todos comían patatas con bechamel o comían cigarrillos y se fumaban las patatas) me asestó una tremenda bofetada por escribir esa ristra de sandeces que habían hecho temblar a doña Clara, que
- Te inventaste.
que
- Haberla inventado –me dijo Peñi a la salida
que
indujo a mis compañeros de clase a llenar sus bolsillos de piedras y latas verdes de Coca-Cola sin empezar pero abiertas.

¿Sinceridad? Bien. Nunca lo hubiésemos delatado.
Dos niños que atisban un espantapájaros por los tejados de una ciudad, no se preocupan del escaparate que cualquier persona hubiera verlompido de conocer esos malditos cuervos (vuelan bajo tierra pero revientan al tomar pepinos, tomates y zanahorias de un solo bocado). Dos niños quieren pintar y acuden con una moneda de cien pesetas hasta Pinocho para hacerse con esa caja de pinturas Plastidecor. Apretaba la moneda con tantas fuerzas que la dejé gris, incolora, y el tendero no quería aceptarla y mi hermana
- Vámonos Pascual, déjalo.
y el tendero
- Son ciento diez pesetas
y el periódico
- …con seguridad pero ostentan varias pistas fiables. El mensaje del Rey de estas Navidades ya nos avisó de la maldad de los…
y la carnicera
- Diez pesetas, diez pesetas… no, lo siento.
y el electricista
- Chúpame la polla.
y mi hermana con cuatro pinturas (la roja, la verde, la marrón y la ocre) en el interior de una mano frágil rodeada de dedos rosas y pequeños
- Corre Pascual, corre.
y las televisiones a la hora de comer (la foto de la mamá en mitad de la mesa entre botellas de vino y grasa de tocino y chocolate y pan tostado)
- …delante del lugar de los hechos. Escuchemos al dueño…
y el dueño de la papelería más rechoncho y bueno
- …bestias, unos bestias. ¿Qué va a ser de…
y la mano de mi hermana sucia de pinturas bajo el mantel sucio de la mesa sucia.
No lo hubiésemos delatado, pero no teníamos cuaderno y además recordábamos el sitio exacto donde vivía ese espantapájaros que voló por los tejados de la ciudad aquella noche de ferias y vómitos. Tiempo ha, de la mano de la mamá, acudíamos a ese camino durante las vacaciones y faltos de alas, faltos de ojos rojos y picos pero cuervos, nos adentrábamos en el huerto con el fin de comer cosas

(antes de que la sangre bajara rodando por las escaleras, antes de ti, entre los pulmones de mi madre creció una bola negra y mi hermana dejó de mearse en la cama y yo comencé a tartamudear en clase).

Un cuervo

Cada uno de nosotros engordó una media de 200 gramos aquel verano. Atareado como estaba en averiguar el número de Soles con rayos de luz como líneas trazadas con un lápiz que dibujaban con el semblante triste, no se percató de accionar sus dos bocinas nuevas por las mañanas. Hubo muertos por sobredosis de tomates que no atravesaban la tráquea, pepinos clavados en el corazón,…, etc.
Aparte de eso, fuimos testigos. El espantapájaros no abrió la boca cuando el chico se dispuso a pintar una locomotora con forma de dragón en su camisa naranja, mucho menos, cuando la niña trazó una raya roja desde los bajos del pantalón hasta el cuello de las camisas. Los meses se cernían ventosos pero azules y tan pronto una Luna predecía la aparición de un árbol con forma de “i griega” en el omoplato, una segunda vagoneta (literalmente) topaba con una familia de osos que vomitan nubes henchidas de lluvia. A tal extremo llegó el asunto que la niña utilizaba briznas de paja del mismo espantapájaros (papá siempre lo escribe en mayúscula) para otorgar a sus invenciones, vida y volumen. Por ejemplo: durante el entierro de los osos, dibujó un Sol cuyos ojos cerrados lloraban esquirlas de paja adheridas por ella con su propia saliva.

Durante las noches de la primera quincena de septiembre, arrojan fuegos artificiales en la ciudad, los cuáles iluminan toda la comarca. Cada uno se esconde como puede. A una persona estos misiles le alegran el marco de sus ventanas; para nosotros (seres negros e inverosímiles) supone días de fogonazos y alucinaciones. En mitad de uno de estos tiroteos, una noche, entreabrí los ojos y pude ver un coche de policía, dos policías y un vendedor de bocinas. El auto atravesó (éramos primigenio mundo de abismos y luces que observaban desde las ramas de los árboles, en silencio) las tomateras (un reguero de sangre en forma de zumo de tomate) y se detuvo frente al espantapájaros. Los tres bajaron del coche.
Serían las tres de la madrugada. No estaban los niños. El viento soplaba fuerte y a la luz de los penetrantes faros del coche, la sombra del Espantapájaros se contorneaba o retorcía.
El alto preguntó
- Es este ¿no?
- Este es el cabrón –respondió el vendedor de bocinas.
Uno encontró las bocinas entre la paja en las mangas de la camisa mientras el otro partía sus piernas como un palo de una patada. Las ramas de los árboles mecidas por el viento me impide asegurarles la hombría que todos supusimos en los gestos últimos del espantapájaros; tan fuerte soplaba el viento que no pude apreciar la espuma que salía de la boca del vendedor de bocinas mientras pisoteaba la calabaza con forma de rostro.
Sí escuchamos la risa de los tres, entretenidos en tirotear todos y cada uno de los soles tristes que como sonrisas, surcaban la camisa rota y los pantalones rotos del feliz por un verano Espantapájaros.

Días más tarde, Pascual y Peñita llaman a la puerta de la choza. La lluvia cae desde los tejados de cinc, sin pasar por el cielo. En las manitas, portan restos de una calabaza, en los ojos chispas de luz y cera:
- Popopor favor ¿no tetetendría un poco de celo?
Así, mientras él remienda el rostro a base de pedacitos de un enorme y gigantesco rollo de celo, ella se sube la falda con sus manos embarradas y en posición fetal, hace pis detrás de un árbol, a la orilla del mar rojo.

Afila las uñas de sus dedos ocres la Luna.
Humedece el pincel en un cuenco de lágrimas.
Les hace sonreír el olor a Plastidecor que siempre tuvo la infancia.
@Shichi: Sí, es por Taborda el Dépor... creo que es evidente... :roll:
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Crusta
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Crusta »

Por cosas ajenas al foro no se ha notificado el tocho post de los relatos, pongo este para que veais que ya están.

Lo borraré cuando tenga todas las puntuaciones, asík si seguis viendolo... NO PREGUNTEIS SI ESTÁN TODAS xD

Siento no usar el botón de editar, pero siempre me pasa con los tochopost... :gota:
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juevescasi
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por juevescasi »

Érase una vez, en un lejano foro, existió un Concurso Mensual; las uñas no eran mordidas y nadie tenía que meterse al foro para saber si los resultados habían sido publicados o no. En ese entonces, no existía el tema libre y el día 1 como último día para entregar puntuaciones, era inamovible...
Fuera sarcasmo.
¿Qué ocurre? Si el día 1 era el último día para entregar puntuaciones ¿por qué no se ha publicado el post?
No es que me cabree ni mucho menos, pero no preguntar sería como pasar de forma olímpica del asunto, algo así como: "a mí 8) , plim". Tengo curiosidad por saber qué os pareció el relato, y por que sepáis qué me pareció a mí el vuestro.
Y tal.
"...sólo hay finales abiertos;
y la locura es más deseable que posible;
y nadie volverá a casa con el mismo paso;
y no hay reglas para bailar a dúo en el granero
cuando trabajan duro los esclavos de la música..."
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Y. Noa
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Y. Noa »

Cuando vi el mensaje de juevescasi pensé que ya habían salido los resultados, pero veo que no.
Venga gente, que son cinco relatos nada más. y el tiempo que perdamos ahora hace que se retrase el concurso del mes que viene.
A ver si tenemos pronto los resultados.
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Shichibukai
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Shichibukai »

Tengo que pediros disculpas a todos, la culpa de todo este retraso es mía. He tenido una semana muy mala a nivel personal y aunque nunca me he olvidado del concurso, no he podido coger las historias y leermelas hasta esta mañana.

En todo caso mis votaciones ya están enviadas.

Si todavía no estáis satisfechos, espero que está mirada haga el resto. :wink:
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Y. Noa
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Re: Concurso mensual (II)

Mensaje por Y. Noa »

No hay problema, si ha sido por motivos personales no pasa nada. Además, la mirada del gato ablanbda a cualquiera XD.
Bueno, pues ahora que estamos todos la cosa no tardará mucho. Estoy impaciente por ver los comentarios (siempre es lo que más me gusta de cada edición).
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