[Fics] Rido's Corner

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rido
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[Fics] Rido's Corner

Mensaje por rido »

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Bueno, tras mucho pensarlo, he decidido dar este paso y traer aquí algunos de mis trabajos. Por ahora iré poniendo relatos cortos, de una única entrega, a la espera de decidir qué hago con mis obras más grandes, que probablemente vaya publicando por etapas más adelante.

Eres bienvenido a comentar todos los trabajos que se listan a continuación, siempre que respetes las normas del foro. Acepto cualquier clase de crítica (incluso te animo a ello), siempre que lo hagas con afán constructivo. Créeme: nadie más que yo quiere encontrarle errores para poder corregirlos.

En este primer post encontrarás el índice y los primeros trabajos que he publicado en este foro. En cada título encontarás el enlace al post del foro en el que ha sido publicado el relato/capítulo junto a los enlaces al mismo trabajo en deviantArt y en Fanfiction.net, para aquellos que prefieran tenerlos allí.

Y por favor, nadie te obliga a postear aquí, así que... No hagas Spam.

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(Folder en DA)

Crónica de la Última Batalla (Mirror en FF.net) (Mirror en DA)

Este relato está ambientado en el mundo del MUD Phantasien II, justo al final de su segunda época. El mundo ha entrado en guerra contra algo que ni siquiera puede identificar. En este ambiente situamos este relato, en el que un clérigo narra la última batalla por la salvación de todo lo que conocen. Es lo primero que intenté hacer parecido a un escrito y en él ya aparece un tal "Rido", mi personaje en el MUD. Espero que os guste.
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Crónica de la última batalla

Algo asombroso ocurrió en aquel lugar que hoy llaman Campos de la Concordia. Allí, por primera vez en la historia de Phanterra, todos los phantasios se unieron para derrotar al Enemigo a cualquier precio, aunque éste fuese su propia vida. En la Última Batalla muchos grandes personajes perecieron, muchos alcanzaron la fama y todos comenzaron una nueva vida. En la batalla combatieron inmortales, reyes, avatares y simples súbditos, todos iguales, sin distinción de rango.

En medio del campo de batalla un semielfo vestido con unos misteriosos ropajes invocaba al Gran Dragón mientras decapitaba a todo cuanto enemigo se le acercase. A su lado, un hombre luchaba con toda su rabia junto a Piros, el semielfo anterior. Ambos trataban de proteger a un pequeño pixie llamado Rido y un mago élfico llamado Beldar mientras ambos trataban de curar el cuerpo moribundo de Raiden, un pequeño ladrón.

– ¡Creo que ya no podemos hacer nada más! – dijo Rido.

– Tienes razón, lo que debe hacer ahora es reposar – contestó Beldar – ¡Piros, voy a llevarme a tu hermano a un lugar seguro! No desesperéis. No os abandonaré.

Dicho esto, el pixie pronunció palabras arcanas y tanto él como el cuerpo inconsciente del semielfo desaparecieron. Piros, Beldar y Egroj (que así se llamaba el humano) combatían solos sin Raiden y sin Rido, el más experto del grupo. Los dos guerreros hacían rodar cabezas mientras el mago invocaba todos los conjuros q conocía.

Los ojos de Piros se llenaron de dolor y de rabia mientras avanzaban, pues entre los cuerpos sin vida que cubrían el suelo descubrió el de Trajana, una joven y bellísima elfa con la que mantenía una amistad muy especial antes de su evidente muerte.

De pronto, una enorme bandada de dragones capitaneada por los generales de Wyern se abalanzó sobre los ejércitos de Tase, vomitando ácido y fuego. Este repentino ataque sorprendió a los enemigos de phanterra, que se replegaron considerablemente. Tras el ataque, el resto de phantasios cargó contra ellos. Así, el Ejercito Unificado de Phantasien logró diezmar al ejercito enemigo. Beldar giró sobre sí mismo y lo vio, Greorn, un gran compañero suyo había caído tras un flechazo que le atravesó la nuca.

La tierra tembló y el aire se tornó caliente. Una gran sombra oscureció el cielo y atemorizó a todos. La gran sombra se desplazaba rápidamente por el cielo y Piros se dio cuenta de lo que era. Sus súplicas habían surtido efecto: el Gran Dragón se aproximaba, amenazante al campo de batalla. Los soldados de uno y otro bando huyeron rápidamente. Piros y Beldar se refugiaron en un bosque cercano mientras la bestia se abalanzaba sobre el invasor. Allí, abandonados a su suerte, fueron vencidos por el cansancio y ambos cayeron en un profundo sueño. Al despertarse se encontraron en una cabaña y vieron la sonriente cara de Rido:

– ¡ Menos mal! Lleváis dos días enteros durmiendo. – dijo sonriente.

– ¿Tanto? – dijo Beldar extrañado.

– ¿Dónde estamos? –preguntó Piros – En el Bosque de Greenwood, en la casa donde me crié. – aclaró Rido – Fue el primer lugar en que pensé...

Trataron de incorporarse pero su cuerpo se quejaba. Aún no habían recuperado las fuerzas y las heridas no se habían curado totalmente, así que desistieron en su intento.

– No soy Etto... No os puedo curar completamente pero si puedo calmar vuestro dolor.

– Gracias, amigo... ¿Dónde está mi hermano?– inquirió Piros. – ¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Qué ha pasado?

– Tranquilo, por ahora preocúpate solo por descansar. Intenta dormir un poco más. Os despertaré para cenar y allí os pondré al día.

Así hicieron y, al cabo de unas horas despertaron de nuevo, pero esta vez no era la cara de Rido la que tenían enfrente sino la del joven Raiden.

–¡Los dioses son generosos! – dijo Piros incorporándose y abrazando a su hermano.

– Venga, vamos a cenar – dijo el raterillo.

Abandonaron la improvisada enfermería y llegaron a una pequeña sala en la que ardía una hoguera. Allí Rido había dispuesto una mesa y unas cuantas sillas. Sobre la hoguera se asaba un jabalí y de una habitación cercana salía un agradable olor a setas. Rido entró en la sala con las setas y sacó el jabalí del fuego, colocándola sobre la bandeja.

–Esto ya está...¿Qué hacéis de pié? ¡Sentaos a mi mesa! Os pondré al día. –Dijo Rido.

Se sentaron y mientras cenaban Rido comenzó a relatarse lo sucedido:

– Cuando desaparecí, me teletransporté a Diablo, hablé con Peppin y uno de sus hijos accedió a acompañarme. Desde allí partí a mi antigua casa. Afortunadamente, tu hermano pesa mucho menos que tú, Piros, y no tuve problemas para cargarlo yo solo. Eso sí, Raiden debe tener un sueño muy inquieto, porque no paraba de manosearme y de llamarme bella dama.

Todos rieron a carcajadas, tras el guiño de Rido.

– Tras dejarlo aquí volví al campo de batalla pero la situación era muy diferente a la que había dejado. ¡Casi me estampo contra el Gran Dragón! ¡Menos mal que lo pillé de espaldas y no me vio! Me escurrí entre sus patas y conseguí escapar. Mientras me dirigía a un bosque cercano encontré el cuerpo de Egroj pero seguía vivo así que curé sus heridas más superficiales y lo puse en un lugar seguro. Muy cerca de allí encontré los cuerpos sin vida de Greorn y Trajana. Los bendije, los enterré como a héroes y ofrecí su sacrificio a los dioses para que los ayudaran en la otra vida. El caso es que en ese momento ocurrió algo muy extraño que aún ahora al recordarlo siento como mi carne se despega de mi cuerpo. Mientras los enterraba, un ruido hizo que me girase sobre mí mismo y me dispusiese a lanzar algún hechizo. Sin embargo, allí no había nada ni nadie aún cuando puse en práctica todos los hechizos de detección que conozco, así que recogí a Egroj y fui en vuestra búsqueda. Os sentí y rápidamente me dirigí hacia el bosque donde estabais roncando como osos asmáticos, no sé cómo no os encontraron, os debieron confundir con el Gran Dragón... – tanto Piros como Rido eran aficionados a este tipo de frases estúpidas. – Es más, de tu boca, Piros, salía tal cantidad de baba que podrías haber acabado con la sequía de Almería. ¡Alabados sean los dioses! Menos mal que os encontré rápido porque se aproximaba una horda enemiga. Os traje a los tres aquí sin pasar por Diablo y os dejé aquí durmiendo mientras yo recuperaba mana.

Al día siguiente fui a reunirme con los otros dragones en el Valhalla. Nuestro gran Rey Sayonara nos dijo que, si bien no habíamos acabado con todos ellos, los hombres de Tase no nos atacarían de nuevo en mucho tiempo pues el Gran Dragón había aniquilado a casi la totalidad de aquel ejército, aunque Tase, como dios que es, seguía vivo.

– Los Cuatro Reinos han quedado casi totalmente destruidos – continuó. – Algunos resurgirán de sus cenizas y otros nuevos serán fundados. Ahora la principal misión para nosotros es entrenar muy duro y luchar por que todo vuelva a la normalidad. Todos tendremos que abandonar muchos lujos de los que gozamos y entregarnos totalmente a la causa. Las cosas cambiarán demasiado y seguro que para peor en muchos casos. No les quiero engañar señores, la mayoria de los aquí presentes no sobrevivirá a esta guerra, y no todos los que sobrevivan lo harán con el alma serena, muchas almas serán torturados por el mal y sus portadores se adherirán al grueso del enemigo en espera de poder luchar al servicio de Tase en edades futuras. Asumámoslo. Aún superando esta guerra no todos acabaremos siendo compañeros.

Sayonara hizo un breve silencio que se reflejó en su rostro, perfilado por la edad, a modo de duda. Fue la primera vez que Rido obsevaba aquello en su rey y vió en él que no tenia palabras para animar a su reino como era costumbre en él.

Finalmente levantó irguió la cabeza, se alzó y pronunció estas palabras que el pequeño pixie recordaría toda su existencia como ideal de vida, como si las hubiera pronunciado él mismo:

– Caballeros, de nuestros actos dependerán muchas cosas durante este nefasto periodo, debemos hacer un último esfuerzo para que no sólo nosotros sino todos los Phantasios podamos ver un nuevo amanecer y una nueva era en la que podamos vivir sin estas odiseas de dolor y sufrimiento que oprimen a nuestro pueblo. ¡Ánimo, que el Gran Dragón nos proteja!­– concluyó solemnemente.
Para ellos dos (Mirror en FF.net) (Mirror en DA)

Un encuentro esperado y ansiado que tiene como escenario los andenes de una estación de autobuses.
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Para ellos dos

No sabía si había hecho bien. Quizás hubiera sido mejor haberle dejado llegar a él antes, pero nunca le había gustado viajar durante el día. Se pasaba más calor y el viaje se hacía más largo. De noche, no. Había dormido todo el viaje y ya se había instalado en el hotel antes de descansar unas pocas horas.

– A la Estación de Autobuses, por favor – le dijo al taxista.

Por el camino iba observando los edificios, las calles, la gente… Nada era parecido a su ciudad, a su entorno. Pero, ¡qué narices!, si había que aventurarse era mejor hacerlo allí, donde nadie la conociera, fuera de las miradas indiscretas de los vecinos, de las lenguas largas de las señoras del barrio.

– Mira, es la hija de Martínez – le susurraría una a otra.

– ¿Quién es ese que la acompaña?

– Nunca lo había visto por aquí. Seguro que es uno de esos…

– ¿Uno de esos qué?

– Ya sabes, mujer – contestaría. – De esos…


No, realmente era mejor así. Era mejor que aquello se mantuviera en el anonimato. Al menos por ahora, mientras sólo era un loco salto al vacío en el que se arriesgaba todo. Por eso habían elegido una zona neutral, donde se ponía en juego sólo lo necesario, donde si algo salía mal todo quedaría borrado al volver a casa.

Aunque también… ¿Qué pasaría si algo salía mal? Se quedaría sola en una ciudad desconocida y… No, nada saldría mal. No tenía por qué hacerlo y como no iba a salir nada mal no debía pensar en ello. Sacudió la cabeza para hacer que se esfumaran aquellos negros augurios y siguió observando el paisaje urbano de aquella gran ciudad.

Cuando llegó a los andenes de estación, el ambiente asfixiante de los tubos de escape de las distintas máquinas le hizo sentir por un momento como si se ahogase en un aire ardiente y contaminado. El calor asfixiante no ayudaba a sentirse mejor así que se vio obligada a detenerse para tratar de recuperar un momento el aliento y abanicarse con la pequeña revista que portaba en sus manos.

El bus que le había traído tenía que haber llegado ya, pero ¿cuál era? Durante un momento, se arrepintió de no haber comprobado la dársena en la que se suponía que debía estacionarse el autocar en lugar de tener que recorrerlas todas una tras una entre aquella avasalladora marea de gente que iba y venía.

¿Qué hacía toda esa gente allí? Seguramente, muchos regresaban a casa después de sus vacaciones, otros saldrían a disfrutar de esos merecidos días de descanso. Para algunos sólo sería un lugar de paso, para otros, su destino definitivo. Pensando en todo eso, comenzó a abstraerse de todo lo que pasaba a su alrededor.

¿Habría allí alguno más como ella? La verdad es que su caso era un tanto… “especial”. Aunque en estos tiempos era cada vez más extraña, pasar unos días con un completo desconocido, en una ciudad completamente desconocida seguía produciendo esa sensación totalmente abrumadora de desconcierto, temor, vergüenza… y una extraña excitación ante lo que le podría esperar.

Había hablado con él miles de veces, ¿cómo sería verlo en persona? No quería pensar en que la visita sería decepcionante, pero no podía sacarse aquel pequeño miedo de la cabeza.

Entre tanto, iba escabulléndose entre montones de maletas y personas que se apiñaba a la puerta del autobús que debía llevarle a su destino y otras que se esforzaban en recoger sus equipajes de las barrigas de los vehículos. Aquello era una gran estación a pleno funcionamiento: un completo caos.

Parejas que se reencontraban, que se separaban, familias enteras, amigos… Los grupos de gente que poblaban la estación eran de lo más variopinto. Pero no todo eran escenas agradables de ver. No todo el mundo era feliz y eso pudo comprobarlo cuando su tránsito a través de las dársenas se vio interrumpido por una acalorada discusión.

– ¡Le estoy diciendo que esta maleta es mía! – le gritaba un hombre a otro.

– ¡Es mía! – replicaba el otro. – ¿No lo ve?

– ¡Es mía! – tiraba de los bultos el primero.

– ¡Por favor! ¿Quieren parar?

Como pudo, esquivó aquella trifulca y siguió su camino por aquella interminable estación. ¿Se habría pasado ya de la dársena de destino? No, no podía ser. Había estado fijándose detenidamente en todo lo que le rodeaba buscando aquella cara que apenas había visto en un par de fotografías pero que tanto había soñado con contemplar sin la mediación de ninguna pantalla, especialmente en las últimas semanas. De todas formas… con la cantidad de gente que había allí no era descabellado que algo se le hubiera pasado por algo.

– Mierda – musitó cansada al llegar al fin de la dársena.

La verdad es que no haberlo encontrado la había puesto nerviosa. No le hacía mucha gracia el hecho de tener que volver a atravesar otra vez todo el camino sola entre tanta y tanta gente como se había acumulado en los últimos minutos. Estaba perdida en la hora punta de una estación en la que no dejaba de desembarcar una multitud de viajeros.

– ¿Mierda? – le sorprendió un susurro a su espalda. – ¿Te parece esa una forma educada de saludar a un amigo?

Ella se dio la vuelta para descubrir su rostro. Había calculado muchas cosas en aquellos últimos días, pero nada era parecido a lo que sintió en aquel momento. Tantos meses de espera, tantas ilusiones creadas… todo se desvanecía ahora que había llegado aquel instante tan esperado.

¿Cómo podría describirlo? ¿Alegría? ¿Desconcierto? ¿Alivio? ¿Sorpresa? No, no era eso… Era todo eso junto y más. Difícilmente podría explicarse aquella nube caótica de emociones que le asaltaban. Aquel día, aquella hora había llegado. Al fin podía verle cara a cara.

– Ho… Hola – saludó ella tímidamente.

Su corazón funcionaba a toda máquina. Todo se desvanecía a su alrededor. Entre aquella masa de personas, como en ebullición, el tiempo se detuvo para contemplar aquel encuentro.

– No muerdo, ¿sabes?

– Y… Ya.

Él dejó sus maletas en el suelo y la acogió en un firme y cálido abrazo. Él también había esperado mucho poder hacer aquello. Incontables horas al teléfono, muchas más comunicándose a través de internet… Sí, aquel encuentro no era algo soñado sólo por ella, también por él, que había contado los minutos, los días… hasta poder

– ¿Mejor ahora?

– S… Sí.

– Me alegro – le sonrió. – He esperado tanto este momento…

– Y yo…

Hablar con él, cruzar aquellas primeras palabras y ver que nada malo había pasado la tranquilizó. Ya no le parecía un salto al vacío, ya no le parecía una estupidez. Estaba segura de haber acertado, de haber tomado la decisión correcta. Estaba totalmente convencida de que aquel fin de semana sería algo que siempre recordaría como uno de los mejores momentos de su vida.

– ¿Está muy lejos el hotel?

– A unos diez minutos en taxi.

– Perfecto – resopló el con una gran mueca de satisfacción en su rostro. – Necesito darme una ducha. ¿Vamos?

– Vamos – respondió. – ¿Te ayudo a llevar algo?

En respuesta, el la cogió del hombro y ambos se dirigieron a la salida. Su fin de semana, su momento, estaba a punto de comenzar.
Palabras para Julia (Mirror en FF.net) (Mirror en DA)

"Carta de suicidio" inspirada en el precioso poema homónimo de J.A. Goytisolo.
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Palabras para Julia

Querida Julia, mi ángel, mi luz, mi vida:

Nunca creí que llegaría a escribir algo como esto… Bueno, quizás mienta. Reconozco que siempre lo vi como esa puerta al final de la sala, cerrada, con un gran cartel de prohibido de esos que provocan en el que los leen todo lo contrario a lo que quieren conseguir; como una de esas posibilidades remotas que, de repente, cobran un gran atractivo y parecen la solución a todos los problemas, lo que uno debe hacer. Y, cuando eso ocurre, sabes, sin ningún género de duda, que es eso lo que está destinado a ocurrir. Eso y no otra cosa.

Es el momento de decir adiós, Julia. Es el momento de partir de una vez sin mirar atrás, sin preguntarse por el porqué de todo esto, sin ninguna esperanza, sin ningún remordimiento, sin ningún temor, con la seguridad de que es la única forma de dejar de destruir todo aquello por lo que todos habéis luchado.

Creo que se supone que ahora es donde debería comenzar a contar todo lo que me ha traído hasta aquí, reconocer mis errores y acusarme despiadadamente de… de todo lo que ha ido mal en mi vida y en la de los que me rodeáis… pero no tengo fuerzas. No me atrevo, no quiero enfrentarme más al dolor. ¡No quiero!

Sólo hay una cosa que quiera hacer en este momento de la triste despedida. Sólo querría verte una vez más. Sólo quiero abrazarte y contarte al oído tantas cosas… Pero tú no lo entenderías. No puedo seguir fingiendo más. No puedo seguir luchando. Por eso, ahora, sólo déjame que recuerde para ti sólo los buenos momentos, las palabras, aunque vacías, con las que quise alentarte a vivir esta vida como una bendición, pues lo es, aunque mi ejemplo no lo sea.

Recuerda siempre aquello que, un día, escribí para ti. Recuerda todas aquellas cosas que me atreví a decirte aún sabiendo que yo nunca fui capaz de cumplirlas y no seas como yo. No seas como yo, no. Que el infame legado que te dejo, la recopilación de todos mis errores, no sea para ti una cruz insoportable y demasiado pesada que cargar si no una sucia imagen de todo lo que nunca debes hacer.

Recuerda siempre esto: Hay muchas cosas de las que me arrepiento. De hecho, no hay nada de lo que esté orgulloso. Nada excepto tú, querida mía. Nada excepto tú. Tú eres la luz de mis tinieblas más oscuras. Eres la fuerza que me ha empujado a seguir tantas y tantas veces, la esperanza en el día aciago, la sonrisa en el dolor… mi todo.

Todos los días me levanto, condenado a seguir viviendo en un mundo que hace tiempo que dejó de ser mi hogar, y lo único que me hace tratar de intentarlo una vez más es esa ingenua sonrisa de niña, esa mirada limpia que tienes y en la que uno se puede perder en la inmensidad de un mar de sueños que por un momento se hacen reales.

Pero aún así, aún a pesar de los pesares, es el momento de irse, de dejarlo todo y marchar sin equipaje hacia la última parada del tren de mi destino. Sin equipaje porque no necesito nada más conmigo que el recuerdo de tu tierna risa, nada más que esta última mirada furtiva mientras escribo estas líneas.

La vida es bella, te dije una vez. Te dije que a pesar de todo, aún a pesar de mí, de todo el sufrimiento que te he causado, encontrarías alguien con quien compartirla. Alguien para reír con él, para llorar con él, para soñar con él. Encontrarás amigos, encontrarás a mor. Tendrás alguien que te sepa enseñar a ser feliz, a sonreír en los momentos tristes, a seguir adelante sin mirar atrás cuando te sientas acorralada, cuando te sientas perdida y sola, cuando desees no haber nacido.

Y sobre todo, sobre todo, no hagas como tu viejo padre y no te rindas. No te niegues a aceptar la mano de los que están a tu lado, a los que hacen el camino junto a ti. Por que no vas sola por el sendero de la vida y siempre hay alguien dispuesto a ser tu apoyo, tu cirineo, una persona que te ayude a levantarte cuando decidas que no puedes más y que el final de tu camino ha llegado.

Por eso siempre acuérdate, Julia, de lo que un día yo escribí pensando en ti. En ti, Julia. Porque lo escribí pensando en ti, igual que ahora pienso mientras escribo esta carta, esta despedida, este adiós.

Si hiciera caso a las historias, a lo que dice la gente que, de algún modo, se ha acercado a la puerta pero no ha terminado de cruzarla… Si hiciera caso a todo eso… supongo que cuando todo comience o, casi mejor dicho, cuando todo acabe, veré como pasan una a una, como en una mala película de serie B, todas las escenas de esta cadena de despropósitos que ha sido mi vida.

No quiero verlo. No sé si podré soportar ver de nuevo tantos y tantos errores. Pero sé que al final, sólo me queda un alivio. Sé que al final de esa película no aparecerá un fatídico “Continuará”. No, sé que al final de ese horrendo filme aparecerá bien grande la palabra “Fin”.

Llegó el momento de decir adiós. Algún día tendría que terminar de escribir estas líneas. Sólo prométeme una cosa. Sólo prométeme que no vas a llorar, porque no lo merezco. No me he ganado el derecho a que derrames por mí tus preciosas lágrimas. Por eso, Julia, no llores como yo lo estoy haciendo ahora.

Es el momento de emprender la última etapa de este camino. Buen viaje en el tuyo.
¿Todavía no lo sabes? El verde está de moda || 7NA
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