Jóvenes escritores

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noalovegood
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por noalovegood »

Bueno como amante de la literatura y aficionada a la escritura desde que era niña , me paso por el tema ( mi timidez me impedía pasar por el tema , pero lo he leído alguna vez ) .
Manirea independientemente de que sea un ensayo o no , me gusta tu modo de escribir y he seguido tu consejo y lo he leído con la canción y la verdad es que queda perfecta ( supongo que lo escribiste escuchando la canción :P ) .

Shenron , me he reído mucho con el partido de los mugis , me gusta el detalle de que pongas el emoticono del personaje , cuando hables de él . Y las paridas para marcar la personalidad de los mugis me ha gustado mucho ( tipo Zoro dormido , Nami se lia a hostias etc :lol: ) .

Mono_kurt , me parece un escrito sencillo y bonito que está plagado de sentimientos , me ha recordado á otras épocas donde escribía sobre amor/desamor .

Bueno solo he leído los últimos que había y doy mi humilde opinión :neko: . Voy a añadir uno de mis escritos , es bastante antiguo , no es un relato , simplemente es un sentimiento hacía una persona en un momento determinado de mi vida . Muchos escriben sobre el amor , yo decidí escribir sobre el odio un día :wink:
Advierto que mi forma de escribir a veces es un poco extraña y puede que no sea del agrado de muchos :P , allá voy :
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Podrida, su alma estaba más podrida que las arrugas que adornaban su aspero rostro .
Era una bruja digna de llevar ese nombre , no por ser poseedora de infinidad de hechizos , sino por su maldad innata .
Su desastrosa vida que ella misma había creado , le había conducido a destruir la felicidad ajena , ya bien fuera real o ficticia .
Se alimentaba de la envidia , pués odiaba no ser la mejor en todo , y ella misma se enbadurnaba en el más profundo narcisismo llenándose de las reliquias de su genialidad , a su parecer...
Pero , en el más oscuro rincón de su marchitado corazón , aquella bruja sabía que simplemente lo que hacia era engañarse a si misma .Pués, en el fondo se odiaba , pero claro una verdadera bruja vive eternamente idolatrada......por si misma :wink:
Bueno también tengo cosas más bonitas escritas , ya si me animo pondré algo algún día .
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By: Movius
"El último Centurión y la chica que esperó"
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Takagi
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por Takagi »

noalovegood escribió:Bueno como amante de la literatura y aficionada a la escritura desde que era niña , me paso por el tema ( mi timidez me impedía pasar por el tema , pero lo he leído alguna vez ) .
Manirea independientemente de que sea un ensayo o no , me gusta tu modo de escribir y he seguido tu consejo y lo he leído con la canción y la verdad es que queda perfecta ( supongo que lo escribiste escuchando la canción :P ) .

Shenron , me he reído mucho con el partido de los mugis , me gusta el detalle de que pongas el emoticono del personaje , cuando hables de él . Y las paridas para marcar la personalidad de los mugis me ha gustado mucho ( tipo Zoro dormido , Nami se lia a hostias etc :lol: ) .

Mono_kurt , me parece un escrito sencillo y bonito que está plagado de sentimientos , me ha recordado á otras épocas donde escribía sobre amor/desamor .

Bueno solo he leído los últimos que había y doy mi humilde opinión :neko: . Voy a añadir uno de mis escritos , es bastante antiguo , no es un relato , simplemente es un sentimiento hacía una persona en un momento determinado de mi vida . Muchos escriben sobre el amor , yo decidí escribir sobre el odio un día :wink:
Advierto que mi forma de escribir a veces es un poco extraña y puede que no sea del agrado de muchos :P , allá voy :
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Podrida, su alma estaba más podrida que las arrugas que adornaban su aspero rostro .
Era una bruja digna de llevar ese nombre , no por ser poseedora de infinidad de hechizos , sino por su maldad innata .
Su desastrosa vida que ella misma había creado , le había conducido a destruir la felicidad ajena , ya bien fuera real o ficticia .
Se alimentaba de la envidia , pués odiaba no ser la mejor en todo , y ella misma se enbadurnaba en el más profundo narcisismo llenándose de las reliquias de su genialidad , a su parecer...
Pero , en el más oscuro rincón de su marchitado corazón , aquella bruja sabía que simplemente lo que hacia era engañarse a si misma .Pués, en el fondo se odiaba , pero claro una verdadera bruja vive eternamente idolatrada......por si misma :wink:
Bueno también tengo cosas más bonitas escritas , ya si me animo pondré algo algún día .
Anímate a escribir más, ya que con poco me has transmitido mucho, me ha entrado un odio irracional hacia esa bruja xD. Ya me contarás quién te inspiró para escribir este texto.

No sé cómo no conocía este tema, a ver si aprovecho las vacaciones para escribir algo, por muy cutre que sea, aportaré mi granito.

Edit. Es cortísimo, pero algo es algo.
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¿Qué se puede hacer cuando das todo y no recibes nada? ¿Qué se puede hacer cuando tras dedicar todo tu tiempo y todo tu ser a algo resulta no ser suficiente?
Es en esos momentos cuando todo carece de sentido, nada sale como lo tenías planeado, el mundo se vuelve plano y apático, la rutina ahoga tu ser... Cada segundo se estira hasta convertirse en horas y cada hora se reduce hasta convertirse en sollozos.
No es sencillo avanzar cuando pierdes el sentido de tu viaje, ¿para qué avanzar? ¿Para qué intentarlo?
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Monky-chan
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por Monky-chan »

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Fly me to the moon
Let me play among the stars
Let me see what spring is like
On a, Jupiter and Mars
In other words, hold my hand
In other words, baby, kiss me…
Ahí estaba yo, en el bar de Phillies; como siempre, o casi siempre. El bar del viejo Billy todavía era un buen lugar, sin aquellos chillidos a ritmo de Rock n’ Roll. Alejado de toda esa juventud rebelde. Cuál era el motivo por el que frecuentaba ese lugar, os preguntaréis. Pero, ¿por qué os lo preguntáis?

– ¿A qué hora cerrarás hoy? – dije tras catar el último chupito de whiskey, o uno al menos uno de los últimos.

– Hoy seré benévolo. A las 6:00. Aunque la clientela no es que esté para echar cohetes…

– Eres mi héroe.

Realmente, lo era; era mi héroe. Qué triste ¿no? Los niños leían Superman mientras yo dormía y cuando ellos casi despertaban yo llamaba héroe al dueño de mi bar preferido, todo por cerrar más tarde.

Muchos dijeron que tiraba mi tiempo ahí. Pero ¿qué haría si no? No tenía adonde ir. Sólo me esperaba una cama rancia en un motel a dos kilómetros y un millón de pavos en el banco. Algo menos, le debía lo suyo a Billy. ¿Qué hacía yo durmiendo en un motel y bebiendo en un tugurio con un millón de pavos en el banco? Bueno, ¿y por qué no iba a hacerlo? ¿Qué hacer entonces? ¿Aprender español? La Santa Muerte sabe hablar en todos los idiomas; y sólo quiero hablar con ella en caso de que esté buena. ¿O viajar? Realmente, no me apetece. ¿Y por qué debería hacer algo que no me apetece? Nadie se ha planteado eso. O sí lo ha hecho y le han escupido a la cara.

¿Por qué debería ser feliz con ese millón de pavos? Al final, para ricos y pobres, la vida es como un cigarro: algo que se consume poco a poco, no se puede parar. Somos efímeros. El tic y el tac dictan nuestra existencia. Tic nos da lo que Tac nos arrebata: Tic nos da un nacimiento, unos padres, una familia, quizás algún hermano, un amor y, mientras, sin que te des cuenta, Tac va consumiendo poco a poco todo lo que Tic nos dio. ¿Cuán turbia puede ser la vida? Nos da todo y, de golpe, nos lo quita. Demencial. Tic sería el mechero y Tac serían las caladas que poco a poco consumen el cigarro. Después ese cigarro se tira y se pisa, a veces cuando todavía le queda algo…

Tengo un millón en el banco, pero ¿y qué? No quiero viajar, no quiero comprar cosas, no quiero nada… ¿para qué mierda quiero ese dinero sino para pagar mis copas en Phillies?

Los pensamientos iban y venían, como todas las noches, cuando un tipo y una mujer entraron al bar. Billy había jugado bien sus cartas, consiguió hacer algo más de caja.

— Buenas noches. El mejor ron que tenga, para mí y para la señorita pelirroja.
— Marchando – contestó Billy.

Pasaron unos segundos, instantes en los que cientos de personas habían muerto en todo el mundo por culpa de Tac y miles de personas habían nacido gracias a Tic, y el joven preguntó: ¿qué muerto está esto, no? Nadie contestó. Era obvio que estábamos, no muertos, sino siendo víctimas del consumo de la vida, cual cigarrillos. Era como preguntarle a un váter si le ha ido bien el día.

Billy les sirvió y ellos se apoyaron en la barra, seduciéndose el uno al otro.

Verlos me hizo sentir triste.

Tic, tac, tic, tac...
He escrito... algo extraño. Está inspirado en Noctámbulos, de Hopper (cuadro que encabeza el texto). Me ha resultado curioso, así que ahí lo dejo.
Última edición por Monky-chan el Mar Nov 05, 2013 10:05 am, editado 2 veces en total.
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The Buddha
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por The Buddha »

Siglos ha de mi última publicación aquí.

Espero que la disfrutéis, y al que adivine quién demonios es el protagonista (cuando leáis el relato lo entenderéis) le invito a una cena.

Vidas pasajeras
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I.
Es complicado describir la sensación que sobreviene al despertar medio muerto en el arcén de la carretera de Guadalajara sin más vestiduras que un roído saco de amianto. La amnesia, en esas situaciones, no ayuda mucho. La boca me sabía de tal manera que tras vomitar un par de veces el regusto a cocido de hace dos días me pareció una delicia. Me costó un buen rato recordar mi nombre. Como Jaime fue el primero que me vino a la mente, y además no me sonaba del todo mal, lo acepté como propio. Mi amoratado cuerpo no me permitió andar más de unos cuantos pasos, por lo que opté por tumbarme unos minutos más en la cuneta, aun a riesgo de las más que probables burlas de los pasajeros de los numerosos coches que iban y venían, y de sufrir una insolación, pues por la posición del sol el día debería sobrepasar por poco su mitad. Para mi sorpresa, nadie parecía advertir mi presencia, cosa que me aliviaba casi de igual manera que me inquietaba. Sin embargo el astro rey sí cumplió el esquema previsto, y apenas pude alcanzar jadeante la sombra de un cedro que habría de distanciarse unos treinta metros de la carretera campo a través, más o menos, antes de caer redondo al suelo. Si había despertado medio muerto, en aquella dantesca odisea consumí más de un cuarto de mi vida restante. Aturdido y sin fuerzas, tiré de mi orgullo español y me eché una siesta bajo aquel árbol.
Era la segunda vez que despertaba ese día, y mi impresión al abrir los ojos no fue mucho mejor. Si acaso me encontraba aún más dolorido y confuso, y recordar que no sabía cómo demonios había ido a parar a aquellas circunstancias y que a priori no tenía a dónde ir me hizo vomitar otra vez. Jaime… Jaime… Don Jaime. Sí, sonaba bien. Pero únicamente con un nombre no iba a ningún sitio, nunca mejor dicho. Decidí acercarme de nuevo a la carretera para ver si algún alma caritativa se ofrecía a acercarme a la ciudad, pues quizás allí pudiera recordar algo, o al menos conseguir ropa de persona humana. Pero como era de suponer, nadie se dignaba a recoger a un vagabundo, característica que, por otra parte, no sabía si era casual o en cambio era algo crónico. “Aunque fuera un vagabundo –pensé- debería tener por lo menos algo de ropa, y no ir embutido en un harapiento saco. Esto debe haber sido cosa de un atraco, un secuestro o algo parecido.” Una espesa barba y una desaliñada melena digna del beatnik más psicodélico me hacían temer que no era así. Ningún coche hizo siquiera el amago de parar, por lo que frustrado mi intento autostopista, y al ver que los edificios madrileños no quedaban muy lejanos en el horizonte, saqué fuerzas de flaqueza y puse rumbo a la capital.
El viaje, para mi desgracia, se alargó más de lo esperado. La perspectiva frontal de la silueta urbana me jugó una mala pasada, pues el sol avanzó a más velocidad que mis maltrechas extremidades, y llegó a su destino cuando todavía me faltaba un buen trecho para llegar a la tan ansiada Madrid. Con la noche encima, y con los restos de amianto como únicos elementos reflectantes en mi figura, decidí abandonar el arcén y seguir avanzando entre los madroños. Consejo: no andar descalzo sobre terreno propenso a ser cuna de alacranes y culebras varias. Entre los dolorosos mordiscos y la posibilidad de ser atropellado por un Land Rover, escogí el riesgo de caminar por el asfalto. Al fin y al cabo, si nadie había tenido la decencia de parar a ayudarme, sería un tanto irónico que alguno atinara a llevarme por delante. Por suerte (risas) pude alcanzar mi destino sin sufrir ningún percance más. Aparte, claro, de haber sido empapado por la repentina tormenta que se fue tan pronto como descargó, mostrándose especialmente iracunda sobre un radio de unos cincuenta metros sobre mi posición.
Madrid. Pero seguía sin un lugar concreto al que poder ir. Tomando como buena la opción de mi mendicidad, y al ver un cartel que indicaba la localización de un albergue para indigentes no muy lejos de allí, no encontré opción mejor.
Cómo no. Ni rastro del albergue en el sitio indicado. Puede que en otro tiempo allí hubiera habido un lugar que cumpliera con tal función, pero ahora únicamente se podía encontrar uno de esos populares McDonald’s, casi desierto, que por su escasa pulcritud y su recóndita ubicación nunca debió tener mucho éxito. Pero, casualidades del destino, en aquel expendedor de comida basura encontraría mucho más que un olor a patatas fritas quemadas que hizo rugir mi estómago.
- ¡Jaime! –me espetó emocionado el único cliente del McDonald’s, que salía por la puerta- ¡No puedo creer que seas tú!
De repente, como con un súbito fogonazo, mi mente se iluminó. Conocía a aquel extraño tipo. Fermín, mi gran amigo de la infancia. Si la vida da vueltas, la mía, solo aquel día, debería haberse salido de su órbita.
- ¿Fermín?
- ¿Pero qué narices te ha pasado? –Dijo mientras me cubría con un abrazo-. Anda, ven a mi casa que te dé algo de ropa. Joder, Jaime, ¿cuánto hace? ¿Treinta años? Aún no me lo creo. Por aquí, a la derecha, mi casa está a solo un par de calles de aquí.

II.
Era bastante raro. Recordaba a Fermín, y recordaba los innumerables momentos que pasamos juntos en nuestra niñez, pero inexplicablemente era incapaz de recordar nada más. Quizá a medida que volviera a ver a personas o cosas que formaban parte de mi vida consiguiera recordar poco a poco. Un proceso bastante largo y frustrante, la verdad, y más teniendo en cuenta que no tenía ni la más mínima idea de por dónde empezar a buscar, aunque con un poco de suerte el bueno de Fermín me podría brindar un poco de ayuda.
- Ni idea, Jaime. En estos treinta y tantos años no he sabido absolutamente nada de ti, que, por cierto, ya podrías haber intentado ponerte en contacto conmigo.
- Lo mismo te digo, porque yo no recuerdo por qué no te busqué, pero tú lo tienes que tener muy claro –le dije, pese al contexto, sin ánimo punzante.
- No creas que no lo he intentado, pero nunca pude dar contigo de ninguna de las maneras. Lo que es la vida, ahora voy y te encuentro en la puerta de un McDonald’s. Para que digan que la globalización es algo negativo…
Cuando cuentas con pocos recuerdos en tu mente, los que tienes aparecen con más fuerza. Como yo contaba apenas con los de aquel aciago día y los de aquellos lejanos ratos que pasé con Fermín un puñado de años atrás, mi propio subconsciente se encargó de evocar los más adecuados. Recordaba aquellas tardes en el parque, todas aquellas risas, los juegos, las continuas palizas que le daban a Fermín… Según parecía, mi infancia fue una buena época. Cierto es que no tenía constancia de ninguna otra época con la que compararla, pero no me importaba. Había pasado de estar tirado en la cuneta a estar en una casa en la que poder ducharme con agua caliente. Como tampoco podía recordar si era católico, y mucho menos si era practicante, no me atreví a atribuir esta dulce casualidad a un agente divino. Bueno, al menos ya no estaba solo, aunque sí igual de perdido. Además, honestamente, aunque solo llevaba con él una media hora, Fermín no me parecía una ayuda muy útil en la intrincada búsqueda de mi pasado que estaba por comenzar.
No tenía la más remota suposición acerca de mi apellido o del nombre de mis padres. Tampoco dónde vivía, ni a dónde me tuve que mudar, pues según él esa fue la causa de nuestro distanciamiento. La verdad es que entre mis recuerdos no encontraba que Fermín hubiera estado nunca en mi casa, y, por consiguiente, no recordaba mi casa. Si no podía recordar a mis padres significaba que tampoco habían coincidido con Fermín y conmigo a la vez en ninguna ocasión, cosa harto extraña teniendo en cuenta que, según mis recuerdos y según Fermín, de pequeños ambos éramos inseparables. En definitiva, Fermín me había dado un techo, algo de ropa un poco sucia, comida y un patrón de actuación que seguir, por lo que no podía echarle en cara que no supiera nada sobre mi vida fuera de las canicas que le perdí en el Retiro. Una cosa tenía clara: al día siguiente saldría a buscar más pistas que pudieran ayudarme a recuperar mi memoria, aun si lo tuviera que hacer a ciegas.
- Voy contigo –dijo Fermín con una sonrisa que nunca borraba de su cara-. Desde el mes pasado estoy en paro, y así podría aprovechar para dejar por ahí algunos currículos.
De repente, mi organismo pareció advertirme que yo era alcohólico.
- Gracias, Fermín. ¿Te importaría echarme una copita de ese whisky de la estantería? Ha sido un día larguísimo y me vendría bien relajarme un poco.
En el fondo me daba igual si Fermín me acompañaba o no. Como ya he dicho, no le veía muy capaz. Su casa estaba alarmantemente desordenada, y la acumulación de basura era tal que tuve la seria consideración de que Fermín padecía el síndrome de Diógenes. Un personaje pintoresco, para abreviar, pero no por eso debía dejar de estarle agradecido Asimismo, pobre de mí, era a lo único a lo que podía aferrarme.
- Deja la botella.
Un par de copas después Fermín continuaba contándome sus venturas y desventuras en todos estos años sin vernos. Extraño que ni el alcohol me hiciera más llevadero aquel interminable sermón. A la cabeza lo único que me subía era la mala leche. No lo podía evitar. A cada minuto que pasaba en aquella mugrienta casa dentro de mí crecía una tirria incontrolable hacia Fermín. Intenté que me cayera bien aquel tipo, que se suponía mi amigo y salvador, pero no pude. No pude. El insoportable chirrido de su voz podría haber sido utilizado como instrumento de tortura por inquisidores y profesores de matemáticas. En mi cabeza no paraba de maldecir al escocés que había preparado un licor tan liviano.
- Creo que me voy a ir a la cama, Fermín –alcancé a decir tras varios intentos, pues los efectos del alcohol se manifestaron de golpe al levantarme del sofá.
- ¿Ya? ¿Tan pronto? –Siempre con esa estúpida sonrisa- ¡Si aún no te he contado cómo acabó mi aventura empresarial en solitario!
Me lo puedo imaginar. Se dedicaba a vender casetes y vinilos. Yo solo quería irme a la cama. Mañana sería un día duro, por si hoy no había tenido suficiente.

III.
Mi cuerpo no debió reconocer la resaca. Si el día anterior había despertado cadavérico, esa mañana no me encontraba mucho mejor. La habitación de invitados, como Fermín la llamaba, no consistía más que en un triste colchón en un cuarto que no parecía haber sido utilizado nunca. De ahí la capa de polvo que lo cubría y que al despertarme me cubría a mí también. Y encima tenía que salir por ahí con aquel imbécil. Parece que con los mordiscos de los alacranes no cumplí mi penitencia. Con la cabeza embotada no era muy diestro pensador, pero tenía que aclarar por dónde empezar a buscar. Ante la duda, un billete de metro para Callao era la opción más fiable. El centro casi siempre tenía la respuesta para todo. ¿Y si mi novia –dando por sentada mi galantería en tiempos mejores- trabajaba a unas manzanas de Sol? ¿Y si mi hermano era el dueño de una carnicería en Alcalá? Tenía que peinarme Madrid de cabo a rabo. A Fermín con ignorarle me parecía suficiente.
- He preparado café –ni recién levantado perdía la sonrisa, el muy pedante-. ¿Estás preparado para hoy? ¡Ánimo!
¿Pero por qué le tenía yo tanta aversión a este hombre? Era amable y educado, pese a su deplorable orden y apariencia, amén de su olor corporal. Pensar que existía la (gigantesca) posibilidad de necesitar quedarme en casa de Fermín por tiempo indefinido me hacía temblar. Ah, y el café estaba malísimo.
- He pensado que podemos ir al centro –dije yo-, quizá allí encontremos algo que me pueda ayudar.
- ¡Como quieras, amigo! Vamos.
Tenía la certera sensación que solamente con el camino a la estación de metro sentiría un ávido impulso de suicidarme, y estaba en lo cierto. Lo que no podía prever es que lo que me haría decidir saltar a las vías era el nombrado hedor que desprendía Fermín. La noche anterior lo noté, cosa inevitable, pero aquella mañana era inaguantable. Parecía que había dormido en una cochiquera. Si a eso le sumas diez minutos de chistes verdes sin interrupción, deseas que el furgón haga su trabajo rápido. Sigo sin saber por qué controlé mis deseos y no salté. Lo único positivo, si es que hay algo positivo en ir con Fermín, era que teníamos el vagón prácticamente para nosotros solos. Joder, cuando nos encontramos en aquel McDonald’s no me pareció un tipo tan singular. Desde luego, de pequeño yo no era un chico muy espabilado.
Dos estaciones de metro después, y no habiendo sido un trayecto demasiado malo ya que Fermín se lo había pasado leyendo una a una las paradas de la línea 4 una y otra vez, llegamos a Callao. Debía dejar a un lado a Fermín y concentrarme en mí y en mi objetivo. Necesitaba observar rasgo a rasgo a cada transeúnte, para ver si mi memoria se activaba como si de un interruptor se tratase. Unos veinte metros más adelante me daría cuenta de lo ilusorio de mi pensamiento. Casi de forma simultánea se encendió un Dux y empezó a tararear un popurrí de canciones de Mocedades y Fórmula V. Yo miraba de un lado a otro, en busca de algún rostro familiar, o al menos sugerente, pero el desafinado idiota no me dejaba concentrarme.
- ¿Puedes dejar de hacer eso? –Dije sin poder evitar que notara cierta hostilidad en mi tono de voz.
- Lo siento –su cara se encontraba detrás de una nube de humo, por lo que no pude ver esa sonrisa que seguro portaba y que tanto me molestaba- pero es que estoy muy contento. ¡Jaime, no sabes lo mucho que deseaba volver a verte! –Me echó una mano sobre el hombro.
- Quita la mano, por favor.
- ¿Te pasa algo? Te noto tenso.
No sabía qué contestar. En el fondo deseaba entrar en conflicto con aquel paliducho personajillo. Mi cabeza no paraba de advertirme que era lo único que tenía en aquellos momentos, y que por cuestiones de mera supervivencia no debía enemistarme con él. No antes de encontrar una cama y una fuente de alimentos fiable. Pero mi corazón no estaba por la labor de escuchar a mi razón.
- Sí, que eres irritante –salió de mí sin que pudiera hacer nada para evitarlo-, y no puedo dedicarme al cien por cien a la búsqueda de mis recuerdos contigo al lado. En pocas palabras, me das asco.
Curiosa la evolución de mi carácter desde mi despertar en aquella cuneta. Sin quererlo, había descubierto algo sobre mi persona: era muy irascible. Y también que era propenso a odiar a tipos raros. El caso es que lo que dije pareció sentar como una puñalada en el bazo a Fermín. No le culpo. Él no había hecho absolutamente nada para enfadarme. Todo lo contrario. Pero parecía que yo contaba con una impulsividad un tanto peligrosa.
- ¡Será posible! –Poco a poco su cara se iba tornando en un tono bermellón-. ¡Yo, que te he acogido en mi casa, aun pareciendo un vagabundo borracho!
El altercado estaba servido. El amabilísimo Fermín se convirtió en un instante en el furioso y herido Fermín. Aparte del síndrome de Diógenes sospeché que también sufría de trastorno bipolar. Una vez que me faltó al respeto, el asunto se volvió virulento.
- Tu peste me hace llorar.
Eso fue la gota que colmó el vaso y descontroló definitivamente el frágil sentido común de Fermín, que se abalanzó sobre mí con sus kilométricas uñas por delante. Me duele reconocerlo, pero yo no pude hacerle ni un rasguño. No tuve oportunidad. Parecía estar envuelto en un torbellino de golpes. Ninguno de los presentes se lanzó a separarnos. Se limitaban a observar la escena con más incredulidad que espanto. Al poco, y cuando Fermín decidió ensañarse con mi entrepierna, apareció un policía que agarró a mi agresor por detrás y lo detuvo.
- ¿Pero qué hace? –Espetó Fermín iracundo-. ¿No ve que ha sido su culpa? ¡Deténgalo a él!
- ¿Pero qué estupideces dice? Está usted detenido por escándalo público –dijo el agente con cierta pasividad e indiferencia.
- Ése de ahí, ése de ahí tiene la culpa. ¡Exijo que lo detengan también!
- Vamos, tranquilícese. Le daremos la ayuda que necesita.
Y se lo llevó, entre bravas agitaciones, hacia la comisaría más cercana. Yo me quedé tirado en el suelo, aturdido y con una brecha en la cabeza, pero nadie me ayudó. Nadie si quiera me levantó y se preocupó por mi estado. La gente iba y venía, no me miraban, parecían pasarme por encima. Les hablaba, pero daba la sensación de que o todos estaban sordos o yo me había quedado mudo. Los gritos de Fermín se oían cada vez más difusos y lejanos, y a mí me entraba cada vez más sueño.
Quo usque tandem abutere, Oda, patientia nostra?
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Blueberry
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por Blueberry »

Ser novelista profesional es mi sueño, pero no sé si se verá cumplido a la larga o a la corta. En concursos tengo más bien poca experiencia: el año pasado me apuntó a dos concursos en mi instituto y gané ambos, pero eran de cuentos cortos, de no más de diez líneas, y ya te daban una frase de inicio, por lo que no pude explayarme todo lo que me hubiera gustado, desarrollando personajes, que es lo que más me gusta. No sé si me llevé la victoria por fortuna o porque de verdad lo merecía. También hay otro dato a mencionar, y es que en clases de lengua y literatura, en ocasiones, nos hacían escribir narraciones cortas, y una semana después, las dos mejores era contadas a la clase de manera oral. Siempre me elegían a mí y a otra persona, y mis compañeros decían que se me daba realmente bien, que podría tener futuro en el mundo de la escritura (pero claro, eso me lo decían amigos, y en los amigos no se puede confiar; no, al menos, en estos casos), y en ello coincidían los profesores. No sé si dijeron lo que quería oír o su sincera opinión. Un día, me puse a escribir una novela por mi cuenta, ¡y llegué a las 130 páginas! Pero cuando me detuve y miré atrás( es decir, me dio por releer), lo escrito me pareció una enorme y apestosa mier**. Puede que fuese porque odiaba leer; la afición de a lectura me viene de hace relativamente poco (un mes), pero ahora devoro obras literarias. Estoy aprendiendo a diferencia lo bueno de lo malo, enriqueciendo mi vocabulario y decidiendo lo que quiero escribir. Esperemos alcanzar el éxito. Nos leemos.
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BargasYack
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por BargasYack »

No se si este será el tema indicado, pero quiero mostraros el prólogo de la novela que tengo en mis manos ahora mismo y me gustaría, dentro de las normas no escritas del respeto y tal, que me lo critiquéis.
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Rico e Infeliz, vivía como mesonero en una ciudad sin poder salir.

Doscientos diecinueve mil días, o lo que es lo mismo, seiscientos años han pasado ya desde que las razas respetablemente inteligentes y sus reinos se unieron y lucharon codo con codo contra las legiones oscuras y vencieron. Ahora, todo parece estar olvidado.

Aquella alianza que unió entre muchos a los reinos enanos, elfos y humanos como principales estandartes sigue vigente hoy en día en estos días de paz, gloria, y festividades varias. Sólo el reino de Orceina, receloso y tímido se encerró tras los portones de los Vigilantes y sus gigantescas murallas temerosos de una traición o invasión.

Era normal, pensaron muchos, el reino de Orceina era la envidia de muchos reyes por ser bendecida con una buena tierra, una gran posición y una sólida industria.

“Orceina se fundó hace miles de años”, me contaba mi abuelo en casi todas sus batallas, “y sus murallas fueron erigidas por gigantes y titanes”, gritaba con orgullo aquel senil, más no era tontería, los Portones de los Vigilantes y sus murallas medían más de cincuenta metros y estaban formados por metal y piedra. Infranqueables, cruzaban todo el reino trazando un arco de circunferencia que separaba el reino de Orceina de las tierras libres de Lagoroth.

La posición del reino era la envidia de todo reino erigido por todos los hombres, pues estaban rodeados por las Montañas salvajes Colmillo y a pesar de esto, tenía bellos valles, ríos, pueblos y por supuesto ciudades. La única manera de entrar y salir del reino era pasar por los Portones de los Vigilantes y precisamente por esto, no hay ningún escrito que dicte que los portones fueran superados alguna vez.

Mi abuelo me contaba también su posición como guardia en los Portones y como vio venir un ejercito leal a la casta Mercdraco y cómo con sólo mil hombres resistieron el asedio de diez mil hombres fieles al reino vecino. Es tal la potencia defensiva de nuestros muros que se dice que ni siquiera un cubil de dragones podría superarlo.

Pasando por los verdes prados y bosques de cosecha llegamos a la capital del reino, al fondo, haciendo esquina con las Montañas Colmillo se encuentra la gran ciudad de Orcen, capital del reino, también llamada la ciudad del hierro blanco debido a sus construcciones de hierro y mármol o como la inmensa mayoría la llaman, utopía.

A pesar de ser la capital del reino, es muy famosa por sus minas de hierro y mármol procedentes de las montañas y por esto mismo, sus riquezas no flanquean, tienen de todo, joyas, hierro, piedra, madera, no nos falta de nada. La gente aún agradece aquel cobarde que nos encerró del mundo exterior, el rey sagrado Koel, irónicamente llamado el Rey Llave. Tras su encierro han sido más de 10 generaciones las que le han sucedido y todo, absolutamente todo sigue igual.

Sin contacto del mundo exterior, todo parece de mentira, la vida en esta ciudad es una gran falsa, pienso ahora, todo parece ser tan perfecto, tan ideal, que como dicen muchos, parece una utopía.

Hace 7 años que fundé este mesón y todo, cada día es una replica del anterior, tan predecible: el sol amanece, luego se nubla, llueve hace frío y yo de mientras, rico e infeliz, contando los días de este maldito encierro sin poder salir. ¿Por qué habré querido mudarme a esta maldita ciudad? Ya lo olvidé hace mucho.
Un saludo.
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The Buddha
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por The Buddha »

El principal problema del prólogo es eminentemente estilístico. He encontrado algunas faltas de ortografía, pero eso viene a ser lo de menos (por ahora, pues si piensas en la quimera de la publicación a la primera falta dejarán de leer). Redundancias, enumeraciones mal labradas... Con el tiempo irás mejorando, supongo. El único consejo que te puedo dar es que leas. Que leas mucho. Si quieres ser novelista es un requisito indispensable, puede que el principal. Cuanto más leas más asimilarás un estilo sólido.
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Eridiacta
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por Eridiacta »

Buff... te seré sincero, esto que has escrito es bastante malo. Me recuerda a mis primeros escritos, de cuando tenía poco más de 12 años. No es que no me guste el tema, es que has cometido una cantidad ingente de errores que a continuación te enumeraré, que sin duda se deben a no haber leído demasiado, tal y como dice The Buddha.

Los errores fundamentales son la incoherencia de algunos fragmentos, las faltas de ortografía y la falta de originalidad. También añadiría que podrías aumentar tu léxico y que deberías evitar el cambio de registros y las redundancias.

Coherencia:
como mesonero en una ciudad sin poder salir
Vuelve a leerlo. No podía salir de dónde.

Faltas de ortografía:
más
Cuando es sinónimo de "pero" no lleva tilde.

Cambio de registros y redundancias:
El prólogo ya es desconcertante desde el inicio. Pasas de la primera frase a contar la historia de tu mundo y metes lo de los 19.000 días, algo totalmente innecesario. También hay cosas como lo de "la ciudad del hierro blanco" (no jodas que la llamaban así por hacer hierro) que sobran o las puedes introducir mucho más adelante.

Falta de originalidad:
¿Era necesario meter elfos y enanos en el relato? ¿Murallas levantadas por gigantes? Ahí se nota que no conoces la fantasía mucho más allá del Señor de los Anillos. Si de verdad quieres hacer algo de calidad en este aspecto, píllate algún libro de mitología griega y nórdica para no caer en los tópicos del género.

Sobre todo lee. Yo de ti no empezaría a escribir en serio hasta dentro de 5 años, cuando hayas podido enriquecer tu imaginación y tu destreza como narrador leyendo libros del tema que quieras tratar en tu novela, en tu caso la fantasía. Yo de tu empezaría a leer todo lo que pudiese de fantasía como Geralt de Rivia, Juego de Tronos, La Serpiente Uroboros, Los ojos del Dragón, Cuentos de Terramar, Mundo Disco, El Elfo Oscuro, Juego de Tronos, La Trilogía del Asesino de Reyes, La Torre Oscura... y libros históricos, ya que sin conocer un poco por lo menos la Edad Media y la Edad Antigua es imposible que hagas algo decente.
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Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía...

Pirata del Sol está enchufao.
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poneglyph
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por poneglyph »

No leas. O sea, lee si quieres y si es algo que te apetece hacer, pero no leas para escribir porque lo más probable es que acabes perdiendo tu propia voz para imitar la de alguien, probablemente a un canon impuesto.

Lo que deberías hacer es evitar precisamente eso, perder tu voz. Lo que le falta a ese prólogo es confianza, saber qué quieres decir y cómo quieres decirlo sin caer en intentar imitar una poesía de Lope de Vega porque eso es lo-oficialmente-aceptado-como-bueno.

Por otra parte, yo no intentaría escribir una novela de buenas a primeras. Escribe cosas breves, experimenta y busca una voz en la que te sientas cómodo.
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Monterroso
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por Monterroso »

Un consejo venido directamente desde la pluma de Lovecraft: Si vas a crear un universo ficticio, procura que sea totalmente nuevo y no basado en uno ya existente.


EDIT: En vista de que todos ponen algo creo que también yo lo haré, que quede claro que soy bastante malo para esto (y francamente me da bastante vergüenza mostrar semejantes despojos por muchas razones).
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III
Gris. Todo lo veo gris. Gris la luna que me mira sin miedo (yo desvío la mirada a aquel penetrante ojo único). Gris la golondrina que busca refugio en la alta noche (quizá se esconde de esa abominable luna). Gris el atuendo y gris el filo de la navaja que fue incrustada en mi cuerpo (poco a poco, como palpando por un sitio seguro donde pisar a cada paso). Gris la sangre que va de mi cuerpo al piso (carretera por donde la vida circula, emigrando de mí y llenando la avenida). Gris la luna que me ve, gris la muerte que me llega.

VII
Las luciérnagas sonoramente escriben en la noche. Escriben esos cuentos que se le olvidaron a Faulkner y que Borges quizá no supo escribir. Cantan tranquilas pero cansadas, repasan con sus alas y corrigen, añaden una coma aquí. Se les ocurre que hace falta algo y lo muestran a algún animal que pase cerca. Tronarían sus dedos si los tuvieran pues están nerviosas. Ven su cuento a luz de luna y no les gusta, quieren quitarlo al sapo o a el ejército de moscos pero ellos ya lo han leído.
¿Qué les dirán? ¿Qué les habrá parecido?
Sólo ellas lo sabrán.
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BargasYack
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por BargasYack »

Primero de todo, gracias por vuestras críticas, mirándolo un poco, si, es un poco cliché el prólogo, por eso he decidido dejarlo de lado y recoger una que ya tenía yo empezada y reescribir el primer capítulo.

Lo que voy a poner ahora es el largo (porque es largo, casi como un capítulo) prólogo de mi primer trabajo a gran escala, orientada a un videojuego, os presento el prólogo de Devil Hunters.
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Hace ya siete años desde que lo conocí, mi buen amigo, ¿Cuánto tiempo hace ya qué no te pasas por mi casa? Bueno, da igual. Siete años… hace siete años nos trajiste esperanza, nos la diste y ahora los mundos están mucho mejor sin ellos.

Ocurios.

Siete años desde que nos libraste de la tiranía de los Ocurios, ahora son tiempos de paz, y por esto me siento y escribo para inmortalizar toda tu leyenda, desde los inicios, desde el principio de todo, cuando todo lo que había en tu cabeza era venganza.

Este es el primer relato de la leyenda de Yack y su equipo: los Devil Hunters; y todo comenzó en el enorme archipiélago de Leyrca y en una de sus grandes islas, Crounserland.

Hace 7 años.

Leryca. Crounserland. Cordillera de las Rocas Grises.

Yack tuvo unos inicios un tanto confusos ya que como él afirma, desde que tuvo consciencia estuvo al servicio y entrenado en el campamento de los Guardias rojos, una panda de criminales y traidores a la tiránica monarquía del rey Félix.

En esos momentos, Yack sólo era un novato: débil y torpe no era capaz de acabar una batalla sin perder el conocimiento, sin embargo, su orgullo y alma eran piramidales: cada día entrenaba con fuerzas, servía a los Guardias Rojos con los trabajos más infames y acababa siempre el día retando a Kozka, bien conocido como el genio de los Guardias Rojos a un combate que siempre acaban con la victoria de Kozka y Yack en la enfermería.

Los Guardias Rojos tenían su único y gran campamento en la Cordillera de las Rocas Grises, un conjunto de montañas de color grisáceas que se encontraban al sur de Crounserland y bordeaban toda la costa Oeste. Era el lugar perfecto, pues tratándose los Guardias Rojos unos criminales altamente buscados por el reino era normal que se escondieran en el mar de confusos caminos y rutas que trazaban las cordilleras.

Antes de convertirse en leyenda, era vergüenza, Yack era el débil, el inútil, el hazmerreir del lugar y a pesar de todo, seguía adelante sin ningún sueño o meta, como si de un necrófago se tratase. Pero todo cambió un atardecer del año 426 P.O. y como siempre, Yack se despertaba en la enfermería.

-¿Estás ya despierto?

-¿Qué es lo qué ha pasado? Exclamó Yack mientras se tocaba la cabeza con el cuerpo destrozado. –Te han vencido, una vez más y vuelves a estar en esta tienda, esa cama ya tiene tu nombre ¿sabes?

Yack se levantó, estaba en la enfermería un lugar que nunca olvidaría pues fue lo primero que sus ojos vieron cuando recobró consciencia. –Gracias Mihk, te debo una.

-¡Me debes muchas! Exclamó el doctor, -te he tratado, cosido, limpiado y vendado miles de veces ¿Cuánto tiempo quieres seguir con esta falsa?

-Todas las que pueda hasta que derrote a Kozka.

-Yack…- hizo una pausa el doctor, - no tienes que demostrar nada, todos tienen un lugar en la vida, y el tuyo no es la lucha, asúmelo.

El doctor miraba con tristeza al muchacho, Yack se veía triste, siempre estaba triste buscaba un imposible que su cuerpo no aguantaría. –Debo irme-. Dijo Yack mientras recogía su sucia espada, -vale cuídate.

Yack observó una vez más el cielo que rodeaba el campamento, gris como las piedras y nublado como siempre. Por otro lado, el campamento era un lugar enorme sin duda, escondido en uno de los recónditos lugares de la cordillera, estaba rodeado de una gran empalizada de madera con cuatro salidas posibles a los restos de caminos y rutas naturales. La tienda de la enfermería era en cierta medida igual al resto del campamento: formada partir de madera y tela de color negra y roja. Negro y rojo, los colores característicos de los Guardias Rojos y opuestos a los de la tiranía del Rey Félix.

Las tiendas formaban una estructura geométrica muy organizada en su conjunto, con cuatro formaciones cuadradas que marcaban la tienda central, la gran tienda del comandante, el jefe.

-Yack, ¡espera! Salió el doctor de su tienda, -tengo una orden del jefe, quiere verte de inmediato.

Sin soltar palabra, el joven envainó su espada y fue directo a la choza del comandante. Triste como siempre, deslizó la tela que tapaba la entrada y se encontró lo de siempre: un lecho acogedor, lleno de pieles y lujos varios y el olor característico de las mujeres del jefe. -¡Yack, por fin!

Era él, Robb Khan, comandante de los Guardias Rojos y hombre extremadamente grande. Nadie sabe qué es lo que le hizo el rey Félix en el pasado pero todos conocen su odio hacia esa tiranía. Robb era grande, muy grande, portaba una gran armadura tintada en color negro y rojo y siempre tenía al lado una inmensa espada que portaba con orgullo y soberbia y de buena gana contaba que había acabado con miles de los enemigos del país, los tiranos de Félix.

-¿Querías verme? Preguntó el joven rubio, -Si Yack, tengo que hablar contigo… a solas, ¿entendéis señoritas?

-Pero señor….

-¡A solas he dicho, zorras, largo de mi tienda! Gritó. Una vez a solas, el jefe se levantó de su cama donde sentaba y agarró una jarra de vino y se la lanzó a la boca. –Yack, no puedes seguir así, no puedes seguir desafiando a nuestro campeón constantemente día sí y día también.

-¿Hacer duelos es un problema señor?

-No Yack, no es un problema, el problema es que quieres ser algo que no eres, simplemente mírate, eres pequeño, débil, y te falta algo que todos los guerreros tienen: fuego interior, te falta esa llama.

-¡Yo quiero luchar! Levantó la voz Yack. -¿Pero te quieres mirar a un espejo? No eres un guerrero, no sirves para luchar y por eso, por tu seguridad, debo pedirte que me entregues tu arma.

-Señor… sin arma…. ¿Qué soy? Preguntó a punto del sollozo. –Eres lo que la naturaleza te ha dictado y a mucho pesar mío, desde que te recogí ese día, sabía que no eras un guerrero, ahora por favor ¡el arma!

Yack soltó su espada y la dejó caer junto con su condición al suelo, se dio la vuelta y se fue cabizbajo de la tienda. -¡¡Se te encomendará una nueva tarea acuerdo a tu cuerpo, pero que no te vuelva a ver con un arma!! ¡¡¡Entendido!!! Gritó Robb desde su tienda. Yack sólo pensó en correr lo más lejos posible para que nadie pueda verle sollozar. Ya no tenía nada, ninguna meta, estaba vacío.

Corriendo, corriendo salió por la puerta oeste del campamento, sólo pensaba en cómo hacerle callar, en cómo ser reconocido dentro de su círculo, en cómo dejar de ser la vergüenza de los guerreros Guardias Rojos.

Con tanto pensar tropezó con alguien en el camino cayendo fuertemente al suelo de piedra gris, más triste de lo normal y doloroso levantó su mirada para observar quien se había puesto en su camino y en cómo destrozarlo, al menos eso pensó en ese momento.

Era Kozka, que observaba tras esos ropajes negros el triste cuerpo de Yack mientras hacia una mueca completamente descriptiva con los ojos, lo único visible de su cara pues estaba completamente tapada por cintas negras y rojas. Levantó su brazo y con su mano volvió a describir la escena apuntando con el pulgar hacia el suelo.

Yack veía su impotencia marcada en su pulgar y sin mediar palabra se dio la vuelta y comenzó a correr otra vez mientras se imaginaba la hipotética situación de que Yack fuera más fuerte que ellos y les pudiera dar una lección. Corriendo atravesó las charcas de agua y lodo de los cerdos roca y las madrigueras de las ratas topo.

Quién sabe por qué se desvió de las rutas trazadas por los Guardias Rojos, ¿fue porque no estaba atento al camino o porque tenía una rabieta en contra los Guardias Rojos? Sea lo que sea, si Yack no se hubiera desviado, esta historia no tendría sentido, es debido a la cueva a la que llegó que le cambió la vida pues lo que había ahí adentro era algo que muchos, pero muchos hubieran deseado tener en sus manos.

La cueva era oscura y fría, sin embargo, como alguien hipnotizado, Yack avanzó por la penumbra de la caverna como si cien veces hubiera recorrido dicho sendero y atraído por una luz verdusca, se encontró frente a un pedestal y sobre él un verde cristal brillante que irradiaba suficiente luz como para iluminar toda la sala de la caverna. El joven se acerco y observó algo escrito en el pedestal:
“Aquí yace la hoja de cristal Tomacristales.
Aquel que la encuentre obtendrá un poder inimaginable.
Pues no hay vuelta atrás, aquel que la encuentre es quien ha sido llamado e iluminado por su luz.
Hoja y buscador, espada y portador quedan ligados para siempre sus destinos”.
“Lyr, señor regente de Leryca”.
El cristal irradió a su alrededor un neblina verdosa que rodeo al joven Yack y unas brillantes letras aparecieron ante él:
“Tú qué me has encontrado.
¿Qué es lo que buscas en esta cueva?”
-¡¡Poder!! ¡Poder para poder ser reconocido! Gritó Yack con miedo.
“El reconocimiento no es más que un logro conseguido con esfuerzo, dime pues.
¿Qué piensas hacer con ese poder?”
-Recuperar mi meta, tener al menos un objetivo en mi vida-. Contestó el joven.
“Tu meta es incierta y vacía, elegirme conlleva cambiar de meta.
¿Escoges pues dar cobijo a mi poder?”
Entre esa neblina hubo un silencio aterrador, Yack se quedó en blanco, pensó en todo lo que había vivido, lo poco que había vivido en ese campamento y lo mal que lo había pasado a pesar de levantarse una y otra vez sin objetivo alguno. Por fin lo comprendió, Yack no tenía ninguna meta en principio. Levantó la cabeza, miró al cristal y con determinación aceptó la oferta de las místicas letras.

En ese momento un haz de luz atravesó el cuerpo de Yack iluminándolo, sintiendo como su cuerpo de revitalizaba a gran velocidad y sentía en su alma algo que nunca había sentido, una llama, algo que seguir y que iluminaba su condición.

La neblina se hizo más intensa y las letras reaparecieron:
“Ya no hay vuelta atrás, nuestros destinos están ligados así como nuestras metas.
Una sombra negra acecha a este archipiélago, pero Leryca no es la única en peligro.
Busca aquellos que se resguardan en la oscuridad.
Acaba con los diez que se encuentran tras las sombras de Leryca.
Serán aquellos que tengan un cristal de poder en su cuerpo.
Esos son los que atraerán la desgracia a este mundo.
Y recuerda.
Muchos querrán tu poder, pero otros te lo aportarán.
Pues la Sangre Real es tu aliada en esta misión".
La neblina se disipó y el cristal comenzó a brillar con una fuerza solar. Lo que antes era un cristal flotante se metamorfoseó en una especie de hoja hecha de cristal, en una espada brillante. En la… Tomacristales.

Yack agarró la espada e inmediatamente el brillo desapareció, y, mágicamente, la cueva también.

Por primera vez desde hace mucho, Yack estaba contento, feliz, sonrió por primera vez en mucho tiempo. Miró al cielo, no se había dado cuenta de qué había oscurecido y la luna ya estaba en lo alto, ¿Cuánto tiempo estuve en esa cueva? Pensó. Con la espada en la mano y feliz corrió como un niño hacia el campamento.

En un principio, a Yack le daba igual el rollo de las diez sombras y la meta compartida, solo quería fardar de su nueva espada y darles por fin una lección a los que le habían tratado mal todo el tiempo. Entre todo el jolgorio y felicidad hubo algo que le detuvo de su carrera: Mihk.

-¿Qué demonios? ¡Mihk! Gritó Yack mientras se acercaba al cuerpo malherido del doctor, sin brazo y sin ojo. El doctor que casi no podía hablar observó la cara del joven Yack y no pudo más que toser unas pocas gotas de sangre de dolor.

-¿Qué ha pasado? Preguntó Yack preocupado, -Yack… ¿eres tú? ¿Dónde estabas? ¿Qué hacías? Y volvió a toser, -no te esfuerces doctor, te pondrás bien, sé algo de primeros auxilios… te… te puedo salvar… te pondrás bien… ya lo verás.

Yack balbuceaba con algunas gotas de lágrimas mientras intentaba tapar con un trapo la herida del brazo, pero no era suficiente, chorros de sangre salían de esa inexistencia de brazo. –Yack, déjalo-, dijo el doctor, -Debes saber… no debes volver.

-¿Qué ha pasado?

–Kozka… se volvió loco, empezó al anochecer a atacar a todo el mundo y a quemarlo todo, trajo consigo un… ¡un troll!

Yack se volvió a quedar en blanco, alzó la mirada con un poco de maña al horizonte y pudo ver luces anaranjadas, no era mentira, había fuego. –Yack, ya no hay salvación para mí, pero por una vez, hazme caso, no vayas, ¡huye!

El joven, a su pesar y lágrimas, comprendió la triste verdad y abandonó el cuerpo de aquel que nunca se había reído de sus fracasos, su único amigo. Tras unos pasos, se detuvo y se volvió al doctor, -ya lo verás, Robb y yo detendremos esta locura.

Yack fue raudo al campamento.

Las puertas estaban destrozadas y quemadas, aquello era un infierno, muerte por los suelos, sangre quemada y aquellos pobres que seguían vivos gritaban de dolor mientras se abrasaban en las llamas. Yack gritaba y buscaba a Robb desesperadamente mientras aún se secaba las lágrimas de Mihk.

Hubo un grito, un golpe, y una persona volando. Era Robb. El cuerpo del gigantesco jefe chocó contra una de las paredes del campamento y quedó desorientado y a pesar de eso pudo ver como una inmensa más de músculos y grasa chocaba contra él empotrándolo contra la empalizada, era el troll.

-¡Jefe! Gritó Yack.

-¡Yack! ¡No te acerques, te matará!

-Quédate ahí quieto jefe, yo lo detendré-, dijo Yack confiado mientras apuntaba con su nueva espada al troll.

A pesar del tono valiente y confiado de Yack, su interior temblaba, las piernas vibraban mientras sostenía burdamente la espada con dos manos. No sin razón, las únicas bestias que Yack había matado eran los dóciles cerdos roca y ratas topo, pero nada como la bestia de más de tres metros que tenía enfrente.

La criatura gritaba y rugía mientras hacía temblar la tierra con los golpes que daba con sus puños, grandes y manchados en sangre. Se lanzó al ataque y Yack intentó alejarlo un poco de su malherido jefe mientras esquivaba cada uno de los toscos ataques de la bestia. Yack retrocedió y se limpió de su cara la saliva de la boca de la bestia, mugrienta y llena de dientes.

El troll era muy feo, tal y como Yack pensaba que eran, grandes, mezcla entre musculosos y grasientos y muy malolientes. El troll se volvió a lanzar contra Yack, y este, con un arrebato de luz y valor, esquivó el golpe y le propinó un corte limpio a la bestia, suficiente como para separar la zarpa del brazo.

El troll bramaba de dolor, pero duró poco, pues sediento de sangre se lanzó a la carga con todo su peso hacia Yack, y este, se volvió a quedar inmóvil.

Se acercaba más y más, mientras tanto, Yack aterrorizado, cerró los ojos y lanzó la espada hacia el troll, y quién sabe si fue un arrebato de suerte o destreza, pero el lanzamiento impacto sobre la garganta de la bestia la cual cayó al suelo abatida. Yack había ganado su primera batalla, y de qué manera, ni él se lo creía.

No hubo tiempo para celebraciones, Yack se puso al lado de Robb a valorar su estado, y no era muy bueno, Robb tenía los brazos y las piernas rotas, puede que incluso las costillas debido a que fue impactado por un troll en carrera. -¡Jefe!

-Yack, ¿cómo? ¿Cómo lo has hecho? Robb estaba igual de sorprendido tanto, que no reconocía al hombre que tenía sentado al lado. -¿Cómo le has vencido?

-¡Qué importa! Respondió Yack, -tengo que curarte esas heridas.

Robb soltó entre sangre y lágrimas una grosera carcajada mientras observaba al débil Yack. –Me había equivocado contigo chico, jamás pensé que… tú… pudieras vencer a un troll.

-¿Qué pasó?

-Kozka, algo le cambió, no era el mismo, se podía sentir a su alrededor un aura tenebrosa… sin razón alguna…
El jefe volvió a toser sangre, -mierda, las costillas… los pulmones… ¡Joder!

-Tranquilo saldrás de esta, te curaré, ya verás…

-¡¡¡No!!! ¡Escúchame! Cortó a un Yack que no sabía qué hacer para tratarlo. –Kozka, empezó a atacar a todo el mundo, los cortaba y empalaba, creaba magia negra, no, no era el mismo… luego… vino el troll.

-Ya basta, no hables.

-Kozka, me dijo que se dirigía a Crounser… ignoro los motivos por los que acude a esa maldita ciudad, pero Yack… no le sigas.

-No hables, ¡por favor! Yack empezó a llorar, mientras sostenía el cuerpo ensangrentado y roto de Robb, impotencia, a pesar de haber ganado poder, seguía sintiendo esa maldita sensación.

-Es… curioso… desde que te recogí en las cordilleras siempre he pensado que eras un débil… y aquí estás vivo, el único vivo.

- No…

-¡Basta! Siempre… he querido morir en batalla… hay una cosa… en la cueva de los suministros… hay un cofre, un baúl, dentro está todo lo que tú tenías, te lo pensaba dar, cuando… madurases…

Yack vio algo inaudito pero que ahora veía normal, Robb estaba llorando y le estaba pidiendo disculpas, constantemente repetía la misma palabra: “lo siento” cada vez más bajo, más bajo, bajo… hasta que la voz, se apagó.

Fue entonces cuando el cielo nublado hizo justicia y llovió, Yack, bajo la lluvia sintió algo que nunca había sentido, no era una pequeña llama, era un volcán de fuego que no tenía explicación, Yack sólo tenía mente para una persona, y gritó con rabia al cielo:

-¡¡¡¡¡¡Kozka!!!!!!

Yack, a pesar de que le quería dar una lección a Robb, jamás hubiera querido un escenario como el de ahora, ya que Robb no era sólo su jefe sino su padre también y eso le quemaba por dentro a pesar de la lluvia. Esa noche la pasó en la cueva de los suministros hasta que la lluvia cedió, se peinó su larga melena dorada por primera vez en su vida y se cambió la ropa por una que había en el baúl, de colores verdes y azules.

Cuando la lluvia cesó Yack irradiaba fuego por sus ojos, buscaba hacerle lo mismo a Kozka, algo que él no comprendía en ese momento pero que luego comprendió que era venganza.
Me gustaría tener críticas, si, es un poco largo, lo sé, pero estoy seguro de que habrá gente que le gustará y me gustaría que con respeto critiquéis lo escrito para futuras mejoras así como vuestra valoración (es decir, si os ha gustado, que cambiarías, etcétera).
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Marty McFly
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por Marty McFly »

En mi opinión, te hace falta madurar el texto. Tienes algunas expresiones que da la impresión que las pones más porque suenan bien que porque las necesites. Por ejemplo, "silencio aterrador"; ¿aterrador por qué? Y también intentaría darle más fluidez, hay veces que no se entiende muy bien.

La parte en la que dice que no tiene meta en la vida y que aceptará la de Tomacristales, me choca mucho. Que le de la oportunidad de elegir si aceptar la meta de Tomacristales o llevar la propia suya es un poco raro; porque si llega a tener una meta (que normalmente todos tenemos una, aunque sea una nimiedad), el propósito de Tomacristales, que es salvar el reino, se queda en un segundo plano, y adiós libro xD Siendo un objetivo tan importante, queda extraño que lo de como una elección. También el que sólo el elegido pueda encontrar la cueva, pero el elegido pueda elegir después qué hacer con Tomacristales, si salvar a la gente o usarla para hacer ganchillo...

SØbre si me ha gustadØ, nØ te puedØ decir, nØ sØy muy fan de este tipØ de histØrias, aunque si sigues escribiendØ lØ leería :)
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Tilver
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por Tilver »

¡Buenas noches! y medio noctambulas. Lo habrán dicho docenas de veces por aquí me imagino, pero no espera encontrarme este tema en este foro (prejuicios, como siempre) he leído algunos de los poemas y los relatos y la verdad es que me gusta el ambiente que hay de critica constructiva: yo empecé a escribir a los 10 años, en el colegio me inventaba miles de historias, incluso cuando teníamos que hacer exposiciones orales escogía una de mis historias como tema (ahora, con el paso del tiempo, miro lo que escribí en aquella época y, cariñosamente, prefiero que se quede en el fondo del cajón) confieso que no he terminado nada, que he empezado varias "novelas" (ahora estoy centrado en un universo propio, por fin) y que mis fuentes literarias han sido fantásticas (maduras en los últimos tiempos) sobretodo, mi autor favorito es Terry Prachett (oh el humor) secundado por Patrick Rothfuss.

No puedo resistirme a colgar una pequeña cosilla mía, reciente antes de continuar leyendo las demas páginas (bueno, quizás cuelgue dos)
Spoiler: Mostrar
La noche aguarda a los despiertos
navegan entre sus cabellos los sueños
redonda es su pupila
pecosa y blanca su luna
bajo las estrellas suspiras
la incertidumbre te acompaña
el deseo te nubla
la mente te ahoga
el miedo te reina
cobarde te piensas
pues la memoria duda
ensoñaciones susurras
la posibilidad te atormenta

No fue la curiosidad lo que mato al gato, sino la incertidumbre.
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Arena...un mar cubierto de ella...formado por ella. Noche de verano, luna llena...
Sobre tu cabeza las estrellas, faroles en la niebla, cúmulos de galaxias.

¿En el centro? Una hoguera

Suave brisa de verano agita las llamas, remolinos de arena danzan al son de la flauta...
manos viejas masajean las correas de un acordeón con maestría a la par que las inexpertas se deslizan junto a la hoguera en movimientos lentos.

Tu, Pies Descalzos, apoyado en madera te levantas, caminas notando cada pequeño grano en tu piel...

..y bailas ante la luna llena, ante ella...la hoguera...

...frente a la ojos castaños y trenzas morenas...inundados de especias.
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The Goddess was here
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Pierna Negra
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por Pierna Negra »

He leído algunos de los poemas e historias y demás, y por qué no, pondré una pequeña cosilla: Sin título, aún. Mi idea es escribir una novela, llevo unos seis meses haciéndolo y por ahora tiene quince capítulos, está incompleto por supuesto. Y os preguntaréis, ¿por qué "Sin título, aún? Un buen título para un libro es difícil, siempre habrá gente a la que le gusta, otras a las que no y otras a las que un título en sí les dé igual. Por eso, no me como la cabeza intentando pensar un título agradable, cuando esté cerca del final de mi libro se me ocurrirá seguro. Pero en fin, aquí os lo dejo, un capítulo al azar. Intento escribir cada día. Os lo quería enseñar para que me dieseis vuestras críticas, si os gusta, si no, argumentad el por qué o el por qué no, así me ayudaríais a crecer como escritor, principiante de escritor o simplemente aficionado, lo que quiera que sea en este momento. Mi sueño es convertirme en un futuro en escritor, que mis libros lleguen a todo el mundo y hacerles llevar a ellos a un mundo nuevo cada vez que lean mis libros. Seréis mis primeros críticos, y sin más, ahí va.

Capítulo seis

Ya no aguantaba más, los pies se le iban a acabar estampando contra el suelo en seguida. Llevaba corriendo no sabía el tiempo, pero el corazón se le iba a salir por la boca en cualquier momento. ¿Dónde estaba?
Esmeralda no paraba de correr, observando como aquel extraño lugar se movía a ambos lados.
Sin poder más se paró a observar. A ambos lados había una pared con piedra rojiza, a simple vista no sabría decir qué tipo de piedra era, pero era rústica y arañaba. No solo eran paredes, sino que era como una cueva, el techo era exactamente igual. A sus pies había arena, con restos de piedras y algunos huesos. Humanos o no, no iba a reparar en adivinarlo. De vez en cuando se podían escuchar algunos gritos de dolor, que hacían que sus vellos se pusiesen de punta.
Su pecho se movía de arriba abajo, intentando conseguir un suspiro para volver a respirar con normalidad, pero no duró mucho, ya que detrás suya volvían a escucharse esos pasos que anteriormente la seguían. Miró hacia detrás y sus ojos se abrieron de par en par. ¿Quiénes eran? Se trataba de unos seres, con aspecto de humano y de su espalda sobresalían terribles alas. Parecían de murciélago, pero en un tono grisáceo. Su torso y músculos estaban bien formados y daban la sensación de que de un empujón te desmontarían. Aquellos seres eran enormes, como de unos tres o cuatro metros, con unas garras descomunales, capaces de arrancarte la cabeza de un zarpazo y unos ojos rojos sangre. A Esmeralda se le heló su propia sangre, apretó los puños y se giró para seguir corriendo, pero se estampó contra un cuerpo, que al alzar la vista, un suspiro de alivio le recorrió la garganta.
-Aless...- Murmuró la chica, con una tenue sonrisa que asomaba por sus labios.
-Por fin te tengo...- Esta vez, Aless agarró a Esmeralda por los brazos y la zarandeó, mostrando una sonrisa malévola, algo que asustó a la joven ya que esa sonrisa no la conocía de él.
Sin dejar que hablase ni una palabra más la cogió en peso, colocándose a la temerosa muchacha en el hombro derecho, para empezar a andar. Ella no podía dejar de gritar y golpear el pecho de su amigo para intentar escapar de él.
-¡Déjame! ¡Aless por favor bájame!- Pero él, en cambio parecía no escucharla.
Desconsolada, algunas lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas. Su fuerza ya iba disminuyendo con cada golpe que le propinaba, pero no merecía la pena. Se dejó caer, pues sabía que era inútil y cerró los ojos, esperando que aquello acabase.
Soltó un gemido cuando su cuerpo se dio contra el suelo y rodó para ponerse boca arriba, abriendo los ojos.
El lugar donde ahora se encontraba era totalmente diferente a lo que había visto antes. ¿Dónde estaba? ¿Y qué le iban a hacer?
Aquella sala era enorme y redonda, mostraba tres sillones tallados en la propia roca, justo en frente de una mesa de piedra, donde se podían ver manchas, junto a dos cuchillos, con el mango dorado, largos y afilados, con la hoja llena de un líquido rojo. ¡Oh, Dios! Eso era sangre, ¿la iban a matar?
Rápidamente se incorporó y miró a Aless, negando y con la cara llena de terror, mezclada con lágrimas.
-Por favor, sácame de aquí.-
El chico colocó una mano en su vientre, la otra a su espalda y se quedó mirando hacia delante, agachando la cabeza suavemente hacia abajo, como una reverencia.
Esmeralda giró la cabeza, para ver a quien le dedicaba tal gesto de lealtad.
Tras de ella, se encontraba un hombre, de unos tres metros y medio de altura, con un color de piel en negro y unos ojos verdes como las propias esmeraldas. De su boca salían dos colmillos bastante grandes, pero no más que aquellos cuernos retorcidos hacia arriba que acababan en punta, en su cabeza. El cuerpo de aquel hombre era enorme y bien robusto. Si aquellos otros seres te arrancaban la cabeza con un zarpazo, no quería ni imaginar lo que aquel podría lograr.
Sus ojos repararon en un tridente dorado, con las puntas cubiertas de fuego y una inscripción en un idioma que no conocía.
Tomó asiento en uno de los sillones de roca que habían e hizo una reverencia, en la que hizo que Aless cogiese a la joven y la colocase en la mesa, mientras con las últimas fuerzas que le quedaban a la chica intentaba soltarse desesperadamente, gritando y moviendo su cuerpo para que no la pudiese atar, pero era tarde, ya estaba atada.
Miró a los ojos de su captor y los vio tornarse a rojo sangre, mientras su cabeza se tornaba a una forma de un sabueso. ¿Qué estaba pasando? Aless se puso a un lado para que aquel enorme ser se pusiese a su lado, con una risa escandalosa. Un grito sucedió a la risa, haciendo que la sala, poco a poco se inundase de aquellos otros seres más diminutos, de toda clase.
Esmeralda ya sabía donde se encontraba. Estaba en el mismísimo infierno, aquel lugar dónde de pequeña le habían dicho que iría si se portaba mal y desobedecía a sus mayores. Pero no, ella se creía que el infierno estaba lleno de personas que habían sido malas, y no de seres. Pensaba que el infierno era una gran fiesta, llena de alcohol, corrupción, sexo, codicia y demás pecados.
Todos aquellos seres estaban impacientes, gritando, gruñendo, haciendo ruido para que el espectáculo empezase.
-Nemo verberat mea sit potestate, et minus bastardus similis vobis...- La voz de aquel demonio del tridente era tan imponente que ya no se oía ni un ruido, solo el eco de sus palabras, cuando chocaban contra las rocas. ¿Qué decía?
Aless se colocó al lado de la joven y se agachó a su oído.
-¿Lista para ser destruida?- Sonrió mientras con su hocico de sabuesp olía su cuello.-Ningún ser es más poderoso que Satán, así que no puedes vivir bastarda...-
¿Bastarda? ¿Satán?
Sí, Satanás era aquel gran demonio que se aproximaba a ella con uno de los cuchillos que había visto sobre la mesa.
Volvió a gritar, mientras forcejeaba para poder salir de allí. Ya tenía al gran demonio, al gran Satán a su lado, tan cerca que sentía como salía el calor de su piel. Se agachó a su lado y con una uña recorrió su rostro, con una sonrisa sádica, como si hubiese encontrado el fin a sus problemas de una vez. Aless, mientras, comenzó a desgarrar su ropa, dejándola completamente desnuda, como había querido verla tantas veces, sonriendo y devorando con la mirada todo su blanquecino cuerpo.
-Tu hora ha llegado, ¿creías que podías destruir al poderoso Satán?- Hizo una pausa, dando paso a gritos y vítores de los demás demonios. El corazón de la muchacha iba a velocidades incalculables, terriblemente muerta de miedo, llorando y deseando salir de allí. -Nadie, ni tú ni el mismo Dios pueden...-
-¡No he hecho nada!- Interrumpió la chica, pero el demonio le arreó con la mano sobre la cara, haciendo que comenzase a emanar sangre de su rostro.
-¡A mi no se te ocurra interrumpirme, sucia!- Y con las mismas, clavó sobre su costado aquel cuchillo, produciendo un insoportable dolor, mientras los allí presentes escuchaban el desgarrador grito que salía disparado por la garganta de la chica.
Entretanto ella sufría, retorciéndose de dolor, los demás allí presentes se reían, aplaudían e incluso pedían más.
Y por supuesto, ella ya tenía suficiente.
-¡Por favor, no he hecho nada!- Suplicaba mientras miraba a aquel chico a que creía su amigo, al que le había salvado de su jefe, al que la había apoyado, ahora que poseía una cabeza con forma de un enorme y fiero can. -¡Alees, por favor!-
En cambio el joven no hizo nada, sino todo lo contrario. Con una de sus manos agarró el otro cuchillo y sonrío ladeadamente.
-Mi señor, yo le arrancaré el corazón y lo devoráis adjudicándoos así sus poderes.-
El vil demonio simplemente asintió. La idea le agradaba.
Aless cogió la empuñadura del cuchillo de manera que apuntaba a la maniatada presa y con un guiño de ojo, lanzó el cuchillo rápidamente hacia el corazón de ella, mientras ella cerraba los ojos y gritaba.

Abrió los ojos y se elevó de la cama, asustada y acelerada. Su corazón seguía en su pecho, pero parecía que iba a salir de este de la gran velocidad a la que iba.
-Joder...- Llevó su mano hacia su pecho, notando los golpecitos que su corazón propinaba a su pecho. Nervioso, acelerado, exhausto.
Miró el reloj y eran las 06:00 a.m Le faltaba una hora para entrar a trabajar. Una fina capa de sudor recorría su cuerpo ya que en aquel, bueno, aquella pesadilla recién pasada había sufrido como nunca y lo más extraño, era lo real que parecía y eso la hizo estremecer.
Se dirigió al baño, con paso lento y cansado, hasta que se quedó en frente del espejo, mirándose, mirando aquella cara en la que aún era notorio el miedo anteriormente pasado. Frota su cara lentamente, mientras se deshace de la coleta que llevaba para dormir y abre la ducha, dejando caer el agua hasta que adoptase la temperatura que le gustaba, algo más caliente de lo normal.
Mientras esperaba optó por desnudarse y así entrar al agua cuanto antes.
El agua la calmaba, la ayudaba a mantener la calma y a deshacerse de las malas sensaciones o pensamientos.
Una vez ya dentro un leve gemido se le escapa de la boca.
-Está demasiado caliente, joder.-
Murmura mientras gira la manivela hacia abajo para que un poco de agua fría se mezclase con la caliente y adoptase esa temperatura que a ella le gustaba.
Ahora si estaba perfecta. Agachó la cabeza bajo el chorro del agua mientras que esta le caía justo en la coronilla y empezaba a empapar todo su cuerpo.
Apoyó las manos contra la pared y bajó el cuerpo un poco para estar más cómoda. Mientras el agua recorría su cuerpo, era como si quitase de ella sus malos rollos y sus malas vibraciones y se sentía cada vez mejor.
Tras unos cinco minutos, minuto arriba, minuto abajo, bajó el chorro, decidió que era hora de enjabonarse, lavarse el pelo y salir del agua si no quería aparecer por la oficina como una pasa.
“Dios, la oficina” dijo su mente. ¿Cómo había dejado que Aless le diese tan semejante somanta de palos a su jefe? ¿Por qué le pasaba aquello cuando estaba con él? Era como si su cordura desapareciese y soloquisiera estar con él, sentirle y lo que más le asustaba, quería ser suya. Nunca había querido ser de nadie, siempre había sido libre cual águila, pero no sabía que le pasaba con él, que quería ser únicamente suya y que él fuese únicamente suyo. De locos, ¿verdad? No se conocían ni de un mes y ya parecía que estaban destinados a acabar juntos.

Ya se encontraba de nuevo en aquel edificio, arreglada, por supuesto. Aquel día llevaba una falda de tubo, en azul cielo, con una camisa blanca, abierta un par de botones por el escote, dejando ver algo de piel de su pecho y el encaje del borde del sujetador negro, de lo que no se había percatado en lo más mínimo.
Llevaba la chaqueta a juego con la falda bajo el brazo, ya que tenía algo de calor. En sus pies lucia unos botines en negro, algo altos para algunas mujeres, que la miraban con descaro. Otra vez esa sensación de que se la comían con la mirada, pero para qué engañar, le gustaba. Llevaba el pelo con algunos tirabuzones, en cascada hacia su baja espalda, casi rozando su trasero y en su frente se podía ver un perfecto flequillo hacia el lado derecho de su rostro. Sus ojos iban delineados con una simple raya negra en el principio de cada párpado, donde comienzan las pestañas, las cuales también iban pintadas con una máscara negra que las hacía resaltar, junto con aquellos labios rojo sangre.
No le gustaba ir muy maquillada, pero debía de camuflar su mala noche como pudiese.
Iba nerviosa, ¿que pasaría? ¿le echarían la culpa a ella de lo de Jerry?
“Por supuesto, no digas bobadas Esmeralda, hay cámaras y no estaban solos en el despacho.” se decía para ella misma.
Sus tacones resonaban en el vestíbulo por cada paso que daba. Sus labios se curvan en una amable sonrisa al ver a Darla, ¿le diría algo?
-Hola cariño...- La mira de arriba a abajo. -Dios mio, ¿vienes a matar a Jerry y a toda la plantilla o qué?-
¿Matar? Un nudo en la garganta la hacen tragar saliva y niega.
-No, no, yo no vengo a matar a nadie, solo que quise arreglarme.- Mientras hablaba, algo más nerviosa que de costumbre, su dedo indice impactó contra el botón del ascensor.
-Oh, no que va querida, vas a provocar infartos en este periódico.- Una risa algo estúpida se escuchó después.
-Si tú lo dices...- Murmura y se abre el ascensor, con su sonido de todos los días. Era extraño, la gente se comportaba como de costumbre, no había nada diferente. Mira al suelo, mientras Darla no paraba de hablar, pero no le hizo ningún caso, estaba en sus pensamientos, en como disculparse, en lo que le diría Jerry, aunque no creía que estuviese en su despacho, sino en urgencias. Suspira cuando las puertas del ascensor se abren, dando paso a su destino. Sale después de besar a Darla en la mejilla.
-¡Ah! Se me olvidaba decirte que Jerry me ha pedido que vayas a su despacho inmediatamente.- Dijo la amiga justo antes de que las puertas del ascensor se cerraran de nuevo para seguir con su función.
Atravesó las primeras filas de mesas que allí se encontraban, mientras escuchaba de fondo a gente hablar por teléfono o entre ellos, sonidos de teléfonos, de fotocopiadoras, de manecillas de reloj y demás. Estaba muy nerviosa y las palmas de las manos le sudaban mientras llevaba entre ellas el informe de Dioniso´s.
Se paró en frente de la puerta del despacho de Jerry, donde la placa con el nombre de este se quedaba justo a la altura de sus ojos, junto con “Redactor Jefe”
Tocó con el dedo indice un par de veces a la puerta y suspira, agarrando el pomo con la mano y abriendo la puerta. Entró y tras cerrar la puerta los papeles que llevaba en la mano se caen al suelo, con la boca desencajada y el corazón a mil por hora.
-Ni que hubieses visto un fantasma, Esmeralda.- No podía ser, no podía ser. ¿Que hacía Jerry sentado en su mesa y sin ningún rasguño en la cara?
"Era demasiado inocente para comprender cómo se reían de él y que cruel llega a ser la gente".
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Eridiacta
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Re: Jóvenes escritores

Mensaje por Eridiacta »

Dejo por aquí un relato que acabo de presentar a un Concurso Literario y me gustaría que me comentaseis los fallos que le veiais y las maneras de mejorarlo, vamos lo típico. Me habría gustado añadir unos cuantos párrafos más, pero el máximo eran 1500 palabras y eso no me ha dejado explayarme suficiente.
Spoiler: Mostrar
Dejé la cuchilla a un lado de la pila y me enjuagué la cabeza para deshacerme de cualquier resto de espuma que pudiese quedar. Nunca me había gustado tener pelo pululando alrededor de mi cabeza, tanto arriba como abajo, así que desde que era bien joven cogí la costumbre de afeitarme la cara y el cráneo como mínimo una vez por semana.

Volví a coger la cuchilla de afeitar y me dispuse a deshacerme de la canosa barba que en otros tiempos lucía un brillante color azabache. Me di cuenta de que el tiempo no pasaba en balde cuando noté cómo el filo rasgaba mi tostada piel y hacía que una cálida gota de icor resbalase por mi cuello y cayese al suelo, donde desapareció en medio de un siseo y una pequeña nube de humo blanco. Me limpié el cuello y me miré en el espejo: la herida ya había cicatrizado. Mi cuerpo seguía en forma, mas en otros tiempos la hoja ni siquiera me habría cortado, es más, ni siquiera me habría temblado el pulso. Intenté abandonar estos pensamientos melancólicos y seguí maravillándome con mi imagen reflejada en el espejo.

Qué maravillosa obra de artesanía era aquel objeto, ¿quién me iba a decir que colocando un vidrio delante de plata pulida se conseguirían imágenes tan nítidas? En mis tiempos lo mejor que teníamos eran planchas de latón, que, aunque no estaban mal, no podían alcanzar la fidelidad con la que representan la realidad los espejos. Que estas pantallas reflectantes hubiesen surgido de la mente de uno de mis nietos me embriaga de orgullo, aunque no es algo que me sorprenda, pues por sus venas corre el mismo icor que en las mías, y si he de desatacar unas cualidades que me hagan superior a mis hermanos y hermanas, esas son la astucia y el ingenio.

Con un trapo tejido con fibras de una planta mágica traída del valle del Indo dejé mi rostro seco y sin una gota de agua; para ser la primera vez en más de un siglo que me afeitaba yo mismo había obtenido un resultado más que aceptable. Era triste que tuviese que realizar tareas tan indecorosas como tener que vestirme, lavarme o afeitarme, pero ahora ya no era el Señor del Cosmos y tenía una legión de criados a mis pies, ni siquiera tenía una esposa que como en tiempos ya muy antiguos me ayudase en dichas tareas. Y ahora eso era lo único que me importaba, ahora que lo había perdido todo, ahora que no era más que un viejo al que los efectos de la ambrosía poco podían hacer para retornarle la juventud, lo único que me podía consolar era el abrazo de mi amada, Rea. Sin embargo, recuperarla era un tarea imposible después de cómo la traté en mi egoísmo de ser supremo.

Intenté olvidar estos pensamientos, pero no pude evitar dejar caer una lágrima mientras me vestía. Era más que evidente que el exilio en el Tártaro me había ablandado. Pero cualquiera se ablandaría tras pasar una eternidad encerrado en una prisión de oscuridad y frío desgarradores como es el Tártaro, un mundo desolado donde el murmuro de la vejez y el paso del tiempo es tu único acompañante. Eso destruye a cualquiera, incluso a unos dioses como mis hermanos y yo, que fuimos encerrados después de que mis hijos, los actuales dioses, los Olímpicos, nos venciesen en una guerra que duró más de diez años. Una guerra que tuvo como único causante mis actos inhumanos contra mi esposa, al obligarla a entregarme a nuestros hijos recién nacidos para devorarlos a continuación. Todo por una profecía que auguraba mi derrocamiento a manos de uno de mis vástagos, y que al igual que todas las profecías acabó cumpliéndose a pesar de haber hecho todo lo posible impedirlo.

Todavía permanecía sentado a los pies del que había sido mi lecho durante los últimos días cuando una ráfaga de aire abrió la puerta súbitamente y dio paso a mi imberbe nieto Hermes. Con las rodillas y el puño derechos hincados en el suelo y sin alzar la vista dijo:

—Cronos, mi padre os espera. Seguidme, por favor.

Hice caso de su ruego y lo seguí unos pasos detrás de él. No debía tener más de catorce o quince años, no obstante su compostura y sus formas eran impecables, como si llevase años ejerciendo de heraldo. Me habría gustado que me hubiese llamado abuelo y no Cronos como si entre él y yo no hubiese parentesco. En los tiempos en los que dirigía el universo desde mi palacio —del que no quedan más que ruinas— del monte Otris poco me habría importado cómo me llamase, probablemente ni siquiera sabría de su existencia. Una eternidad encerrado en el Tártaro te deja mucho tiempo para reflexionar, allí me di cuenta de que debería haber cuidado más de mi familia y no haber sido un tirano como lo fue mi padre antes que yo, al menos ahora me quedaría el afecto de los míos y no sería una cáscara arrugada vacía de sentimientos y objetivos. La única esperanza que me quedaba era que mi hijo Zeus, el nuevo señor de los dioses, pusiera fin a mi castigo y me dejara descansar en alguna isla cálida del Egeo. Su único propósito no debía ser simplemente hablar conmigo si había decidido sacarme de la prisión de hielo y noche.

No recordaba que hubiese tantos escalones para llegar hasta los aposentos del monarca, empezaban a dolerme los gemelos y el pecho me subía y bajaba como una barca en mitad de un vendaval, a pesar de haber permanecido una semana en cama tomando las mejores curas que existen mi cuerpo todavía no había acabado de recuperarse de tantos siglos de inactividad y frío intenso. Pronto me di cuenta de por qué habíamos tomado un camino más largo que el habitual; poco antes de llegar a nuestro destino, pasamos por al lado de un imponente estatua que representaba en mármol blanco a mis tres hijos varones y a mí en mármol negro, siendo vencido por estos. Poseidón me apuntaba con su tridente capaz de hacer temblar la tierra, mientras Hades huía con las armas de mi ejército y Zeus daba forma al rayo que de destruría. Aquella imagen me trajo recuerdos de mi juventud, de cuando mi padre era el rey de los dioses y yo lo destroné gracias a varios golpes de suerte que nunca habría esperado.

En los aposentos reales me esperaban, Hades, Poseidón, Zeus y su esposa Hera, la cual ni me miró a la cara, aunque al menos estaba presente, no como mis otras dos hijas, aunque no las juzgo, yo también odiaría a alguien que me hubiese mantenido en su estómago durante más de una década. Miré de arriba abajo a mis hijos, los cuatro vestían túnicas de la mejor tela del mundo, ceñidas con cinturones de oro y plata, y perfumados hasta el punto de producir náuseas, en cambio, mi única vestimenta era un calzón de piel de oso. Era obvio que el poder se les había subido a la cabeza como me pasó a mí antes que a ellos y a mi padre antes que a mí. Sonreí al verlos tan orgullosos. Todavía no eran conscientes de que por muy dioses que nos hagamos llamar, todavía existe una fuerza que nos subyuga: el destino.
Edit: Bueno, pues he conseguido ganar el certamen literario, 200 eurillos nunca vienen mal. Supongo que debería darle las gracias a Marty Mcfly, pues la estructura está basada en parte en un relato suyo que se llamaba Recuerdos de Humo o algo así, así que gracias XD.
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Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía...

Pirata del Sol está enchufao.
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