Los Panteras Negras V3.

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Vito Corleone
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por Vito Corleone »

Gracias a los dos por vuestros comentarios, ayudan y mucho para seguir con fuerzas y ganas con esto. Me alegro mucho de que el flashback de Light esté gustando; tenía miedo de otras reacciones porque es bastante largo, supongo que meter escenas de la actualidad intercaladas ayuda a hacerlo más llevadero.

Y sin más dilación, vamos con el siguiente capítulo.


Capítulo 63
LOS PÁJAROS
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Alcantarillado de la Golden Palace, veinte minutos antes de la llegada del invitado.

- No tienes ni puñetera idea de por dónde vas, ¿verdad? –preguntó Miranda, ya harta de aquel sitio.
- Mamá, no me pongas nervioso –respondió David, tratando de ubicarse en el mapa.- En teoría, ya deberíamos estar cerca de las celdas…

Caminaban a través de la estrecha vía que corría al lado de aquel repugnante líquido de deshechos. El hedor ya se les había grabado en la mente en forma de trauma. Pensaron que jamás olvidarían aquel tufo infernal.

De pronto, algo hizo ruido sobre sus cabezas. Enseguida miraron hacia arriba, encontrándose con un bajo techo de piedras. Se escuchaban voces desde el otro lado.
- Pregunta quiénes son –propuso Miranda.
- ¿Estás loca? ¿Y si nos…?
- ¡¿QUIÉN ESTÁ AHÍ ARRIBA!?
- ¡¡Cafre!!

Las voces de arriba se callaron. Y Dave y Miranda hicieron lo propio. Hasta que desde arriba, una voz familiar respondió.
- ¡¿Dave!? ¡¿Mamá!? ¿Sois vosotros?
- ¡¡Somos nosotros!! –respondió David, ilusionado.- ¡¡Enseguida os sacaremos!!
- ¡¿Viene la bruja del hostal!? –gritó otra voz. Era John Conde.- ¡¡Sálvanos, bruja!!
- Un poco de respeto no vendría mal… -regañó Anthony. Tony gritó también, lleno de júbilo.
- Da igual, ¡¡Rescatadnos rápido, señora y… SEÑORAAA!!
- ¡¡Pero di mi nombre, capullo!! –exclamó Dave, acelerando los golpes que daba con su pico.

Y picaron y picaron hasta que el suelo cedió y pudieron ir arriba junto a sus amigos secuestrados.

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Cinco años atrás, Thames District

Light estaba en el sótano del Ben’s Hostel. Su abuelo le había montado, hacían ya años, un pequeño gimnasio para que en un futuro fuera un luchador impecable que se enfrentara a las injusticias que viera. Y ese día daba patadas a los sacos de boxeo dispuestos para el entrenamiento, como tantos otros días.

Era veloz y fuerte. Muy fuerte para lo que debería ser un chico de su edad. Tras una serie de cinco patadas, el saco finalmente se partió por la mitad, derramando arena. Cogió una escoba y barrió el desastre. Después subió arriba, se duchó y bajó al bar.

Mary estaba fuera. Llevaba dos días sin aparecer por casa. Solía hacerlo de vez en cuando, aunque las horas que pasaba sin regresar iban en aumento a cada escapada. Su padre pensaba que se estaba dejando ir por los caminos de la prostitución. Pero el resto de la familia, así como él mismo, se negaba a creerlo.

Habían pasado siete meses desde febrero. Y el octavo mes estaba al caer. Eran finales de septiembre. El otoño se había hecho de rogar, pero finalmente había llegado tras un largo y sombrío verano. Casi ocho meses desde que Stewart dio la espalda definitivamente a Mary. Casi ocho meses desde que ella había perdido el apetito, la alegría, las ganas de vivir. Casi ocho meses desde que Light se mostraba más agresivo que de costumbre.

Aquella noche Mary volvió a casa. En el bar estaban Barney, Wayne, Harry, Rajeem, Tabitha, Sebastian, Miranda y David. En cuanto entró por la puerta, con su ropa deshilachada y el cuerpo sucio, su madre se le acercó casi de un salto.
- Hija… ¿dónde demonios has estado? –le dijo, mientras la abrazaba. Light salió de su habitación, y fue hacia el bar también.
- ¡Mamá!
- Lo siento… He estado… Ya sabéis, viajando… Por el país –respondió ella. Sus piernas le fallaron, y Miranda la tuvo que sujetar.
- ¿Estás bien, mi vida?
- No mucho.

La llevaron a su cama. Y la dejaron sola. Hasta que su hijo entró en la habitación.
- Has estado buscando a Stewart, ¿verdad? –preguntó. Desde aquella noche en la biblioteca, no había vuelto a llamarlo “papá”.- De hecho, llevas casi ocho meses intentando dar con él para convencerle de que no lo haga.
- Light, yo… -Mary soltó una lágrima.
- ¿Por qué sigues haciéndolo? ¿Por qué intentas sacarle esa idea de la cabeza aunque él te abandonara?
- Yo…
- Aún le quieres.

Mary asintió. Light se acercó a la cama, y se sentó, con cuidado de no pisar las piernas de su madre. A ella le gustaba hablar con su hijo. A veces pensaba que era incluso más maduro. Era una tontería intentar ocultarle las cosas cuando él mismo las había visto, así que cuando hablaban, y hablaban mucho, lo hacían sin rodeos.
- No lo entiendo –dijo Light, señalando las ropas de su madre, colgadas de una silla. Su gesto era serio.- Mira ese barro, esas flores. ¿Te acuerdas de la excursión que hicimos hace un par de años a O’Bitiland el abuelo, la abuela, tío Dave y tío Seb? Nos sentamos en un prado rodeado de esas flores. No recuerdo haberlas visto en ninguna otra parte. Aún le quieres, pero… ¿tanto como para cruzar todo el país para encontrarlo? ¿Para qué? Cuando lo hagas, te matará.
- No lo hará… No digas eso… -suplicó Mary, escondiendo su llanto con la mano.
- Nunca he visto a un hombre tan seguro de lo que dice como cuando vi a Stewart en la biblioteca. No lo busques, mamá. No lo encuentres… Por favor.
- ¿Sabes qué? –dijo ella.- Lo he encontrado. Al norte de O’Bitiland.
- ¿Has hablado con él?
- No. Mañana volveré. Y lo haré.
- No lo hagas, mamá. Por favor –insistió Light. Su gesto, ahora, era lloroso. Abrazó a su madre.- Por favor…
- Mi vida… -dijo Mary, abrazando también a su hijo.- Tengo que abrirle los ojos. Él no es así. No es un asesino, Light… No lo es…

Light no dijo ni una sola palabra más. Dio un beso en su húmeda mejilla a Mary, y salió de la habitación. Volvería al gimnasio. Y se pasaría la noche dando patadas a otro saco. No quería dormir. Se cruzó en el camino con Sebastian y David, que entraron al dormitorio.
- Hola, Mary –dijo este último.
- Hola –respondió ella, secándose las lágrimas.- Hemos oído la conversación. No puedes hacerlo. Es peligroso.
- No… Es lo que tengo que hacer…
- El amor te ciega, Mary –dijo Sebastian.- No vayas. Por favor.
- No sabéis nada… Él jamás haría algo así…
- ¿Y entonces por qué lo buscas con tanto ahínco? Si estás tan segura de que no es un asesino… ¿Por qué sigues con esta locura?

Mary no respondió.
- No queremos perderte, Mary –finalizó David, con los ojos rojos.- No lo hagas. Por favor.

Sus dos hermanos salieron de la habitación. Y pasaron los minutos, y pasaron las horas. Dos, a lo sumo. Mary se incorporó, sacó de su armario un vestido blanco y se lo puso. Salió de su cuarto sigilosamente, antes de llegar al bar. Necesitaba una copa, así que se la sirvió. Y su padre llegó a casa en ese preciso instante.
- Papá… Llegas muy tarde –dijo.
- ¿Adónde vas? –preguntó Ben.
- A O’Bitiland. Hablaré con Stewart.
- ¿Sigues con eso? ¿Seguro que no vas a tirarte a algún borracho de mierda a cambio de unos pocos berries para tabaco? –dijo. En el rostro de Mary se reflejó un gesto de rabia.
- Voy a O’Bitiland. Hablaré con Stewart –repitió.
- Hija, no te entiendo. Llevas dieciséis años vendiendo el alma al diablo por el amor de alguien que ya ni siquiera te aprecia… ¿No crees que es suficiente?
- No lo entiendes…
- Probablemente no. Pero te quiero y no quiero perderte, Mary –se acercó a su hija y la abrazó con fuerza.
- No puedo dejarle hacer eso, papá. No puedo.
- Es tu decisión. No puedo retenerte aquí.
- Te quiero. Os quiero a todos –dijo ella, dando un beso en la mejilla a su padre.- Volveré, ¿de acuerdo?

Y salió del hostal. Y Benjamin, tras tomarse una copa del mismo licor que Mary había dejado sobre la mesa, se fue a dormir. Tan rápido como el señor Johnson hubo entrado en su dormitorio, Light salió escopeteado hacia la puerta de salida. Y una vez allí, comprobó que llevaba dinero en el bolsillo y que nadie, ni siquiera su madre que caminaba a unos cincuenta metros calle arriba, lo había visto. Ya lo había hecho una vez. Aquello no podía ser tan distinto.


Así que siguió a su madre a escondidas. Nuevamente, gracias a un taxi que se prestó a llevar al pequeñajo detrás de otro vehículo, a cambio de una buena suma de dinero. Y los dos automóviles cruzaron la isla. Salieron de Rondinum, y después de la provincia de la Llanura del Río Thames, pasaron de largo por la provincia de Downpourton, y entraron en O’Bitiland. Al este, las altas cumbres de la Meseta de Terralta, de la Ciudad Negra que tanto odiaba su abuelo, no se veían a causa de la densa niebla.

En la provincia del noroeste de Downpour el paisaje dominante era el de las verdes montañas y los grandes lagos. Y la carretera estaba llena de curvas. Tanto que a Light le dio miedo perder el taxi de su madre en algún cruce de caminos tras una curva cerrada. Por fortuna, no sucedió nada parecido.

Ya se respiraba el olor del mar cuando Mary bajó de su coche. Dio las gracias y cerró la puerta. Light hizo lo propio, unos trescientos metros por detrás, cuidando siempre que no lo vieran. Dio todo el dinero que tenía al taxista. Y caminó despacio tras los pasos de su madre, que se metió por una estrecha senda. Enfrente había un cartel que rezaba: “Prohibido el paso”, junto al símbolo del Gobierno Mundial. “Acantilados peligrosos” decía, debajo.

Una mentira como un templo, supuso Light. Su madre no iba a recorrerse todo el país para ir a parar a un jodido barranco. Así que él también entró en la senda. Y caminó durante un par de kilómetros a una distancia de seguridad más que suficiente con respecto a Mary. Después, se acercó adentrándose en el bosque y cobijándose en su sombra.

Y Mary se detuvo finalmente. Light, oculto entre los árboles, no veía dónde había parado, así que se las arregló para buscar un ángulo propicio. Era una valla de metal. Y su madre tocó el timbre.
- ¿Diga? –dijo una voz, desde el contestador.
- Soy Mary Johnson. Quiero ver a Sir Stewart Strong.
- Aguarde un momento.

Esperó. Y al cabo de dos minutos, la puerta metálica se abrió. No hubo palabras de por medio. Así que Mary entró. Enfrente, había una gran puerta dorada que también empezó a abrirse. Light entró a escondidas, y se escondió entre los setos. Caminó tras los pasos de su madre, y tras cruzar la puerta de oro, volvió a ocultarse. De momento, todo iba bien.

Alzó la mirada. Y se cayó de culo al suelo cuando vio el colosal palacio que había ahí. Era de oro macizo, o aparentaba serlo, al menos. No tenía claro si era posible construir un edificio con nada más que oro. Así que se acercó al mismo a medida en que lo hacía Mary.

Y tragó saliva cuando del palacio salió Sir Stewart Strong. Iba acompañado de un hombre extraño de ojos de loco y de sonrisa de psicópata y por otro que sí le era familiar. Era Henry “Machete” McMoyes, el Jefe de Policía de la isla, conocido por su destreza con el cuchillo y por su efectividad a la hora de sentenciar a los culpables. Se aceraban a paso firme a la mujer, con semblante serio y seguro.
- ¡Stewart! ¡Escúchame un poco, por f…!

No pudo terminar de hablar. Stewart le propinó un puñetazo con toda su fuerza en el pómulo, echándola al suelo. La mujer, cansada y desesperada, empezó a llorar mientras gritaba.
- ¡¡No lo hagas!! ¡¡Por favor!! ¡No eres así!
- Cállate, zorra –sentenció Stewart. Henry comenzó a esposar a Mary.- Ni siquiera te preguntaré cómo has llegado aquí. Ya no importa.
- ¡No…!
- Yo te advertí. Pero tu elección ha sido morir.

De pronto, algo salió de entre los setos, y con una fuerza terrible, pegó en la cara a Stewart, que se cayó al suelo.
- ¡¡Como le pongas un dedo encima te reviento a hostias!!
- ¡¡¡Light!!! –exclamó Mary desde el suelo.- ¡¡¿Qué haces aquí!!? ¡¡Vete!!

En una fracción de segundo, Light vio que algo se le acercaba a la cara. Se echó hacia atrás justo a tiempo para que el machete de McMoyes le hiciera un tajo que casi le dejó sin su ojo derecho en vez de hacerle uno que le dejara sin cabeza. El chiquillo empezó a retorcerse en el suelo, llevándose la mano a la herida.
- ¡¡No le hagáis daño!! ¡¡Por favor!! –suplicó Mary. Stewart los miró con desdén.
- Llevadlos a los calabozos. Ahora.

Y, pese a la resistencia de un Light rabioso, acabaron por maniatarlos y llevarlos, escaleras abajo, a la zona de celdas de aquel gigantesco edificio. Les asignaron la celda 34. Y los encerraron. Debatirían ahora qué hacer con ellos.


McMoyes, el encargado de encerrarlos, regresó al despacho del Ministro de Defensa. St. Johann, que estaba pescando en uno de los pequeños lagos del palacio, no se había enterado de nada. Ni tenía por qué hacerlo.

Stewart Strong había empleado el mismo método que había empleado con Whisper para asegurarse la lealtad de todo ser viviente que hubiera en palacio. Su mujer, Marianne, no le había puesto trabas. Ella también era ambiciosa. Todo el mundo parecía serlo.
- ¿Qué hacemos con ellos? –preguntó el recién llegado.
- No lo sé –respondió Whisper.- Stewart, son tu familia. La decisión te corresponde a ti.
- Los mataremos.
- ¿Estás seguro?
- Estar seguro es la clave para sobrevivir. ¿Acaso tenemos alternativa?
- En realidad… -comenzó a decir McMoyes.
- Los mataremos. Es mi decisión.


La celda era oscura y húmeda, y sucia. Light estaba abrazado a su madre, que intentaba frenar la hemorragia de su hijo.
- Saldremos de aquí… No te preocupes.
- Yo… Lo siento… No tenía que haber venido… Ahora te van a…
- No. Soy yo la que lo siente.

Y estuvieron abrazados un buen rato. Hasta que Light abrió los ojos y reparó en que había algo en el suelo, al otro lado de la puerta de barrotes.
- ¡Ay la leche! –exclamó el pequeño, separándose de su madre y corriendo hacia la puerta. Se estiró un poco y cogió eso que había. Era una llave. Sonrió.- Adivina a quién se le va a caer el pelo, además de la llave.


Salieron de la prisión a toda velocidad. Subieron las escaleras, y llegaron a la planta principal del palacio. Light tomó la iniciativa, colocándose por delante de su madre. Recorrieron unos pocos pasillos, hasta llegar a la enorme puerta que daba acceso al palacio y, por ende, daba acceso al exterior también.

Salieron y corrieron. Sin mirar atrás, sin quedarse ni física ni espiritualmente en aquel lugar. Corrieron con todas sus fuerzas, y la puerta de oro estaba abierta, y saltaron la valla, y corrieron, y corrieron, y se perdieron por los bosques de O’Bitiland.


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Downpour.

La orden era tajante. Había que cerrar todas las fronteras de la provincia. Se ofrecía una alta recompensa para el que consiguiera llevar a ocho fugitivos a la sede policial de Dilemburg y un pequeño premio para el que informara que los había visto.

John, Anthony, Tony, Van; Benjamin, Sebastian, Gladis, Diego. Esos eran los nombres. Uno de los hombres más influyentes de la isla, el aclamado detective Diego Orlais, figuraba en la lista. La gente no terminaba de entenderlo. Todo se solucionaba con un “Ellos son La Sombra” por parte del Gobierno del país.
- ¡¿Diego Orlais es La Sombra!?
- ¿Qué hace John Conde, el pirata que la lió en Calm y destronó al rey Krugger en Drum, en nuestra isla? ¿Es el culpable de los asesinatos de los jueces y del Primer Ministro?

Comentarios de ese tipo eran los que había de moda en aquel momento a lo largo y ancho de la isla. Mientras tanto, no había rastro de los susodichos fugitivos.

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5 años atrás; mes de octubre. 3 días más tarde de la partida de Mary.

En el Ben’s Hostel había caras largas. La familia propietaria del local, y los amigos de la misma, estaban reunidos en lúgubre comité, ávidos y faltos de noticias al mismo tiempo. David intentó llamar a su hermana por enésima vez. Con idéntico resultado al de las anteriores intentonas. No hubo respuesta.
- Ojalá no le hubiera dejado irse –dijo, maldiciendo el momento en que la vio salir por la puerta.
- Confiemos en que el viejo dicho de “No news is the best news” no se equivoque –dijo Wayne, bebiendo una copa de whisky.
- Creo que si el Gobierno los tuviera no habría montado semejante espectáculo –propuso, esperanzado, Harry, el panadero.
- Pero si lo han montado es que los quieren matar. Eso suponiendo que Light esté con ella –objetó Sebastian. Miranda observaba y escuchaba en silencio.


Afueras de Rondinum, suburbios.

No había nadie en las calles. Era un barrio curioso, que se mimetizaba con el gris entorno que lo rodeaba. No constaba más que de veinte casas, todas ellas de metal, y el silencio era absoluto.
- Ven, Light. Vamos. Llamaremos a casa. Vendrán a rescatarnos, no te preocupes.

La casa estaba vacía. Y, en realidad, no pensaban robar nada –si acaso una pieza de fruta cada uno-, sino más bien tomar un DenDen Mushi prestado. A Mary le habían quitado el suyo al apresarla, y Light aún no tenía uno. La herida del ojo derecho del muchacho ya había empezado a cicatrizar. Ella fumaba un cigarro.

Pero el pequeño se detuvo ante otro transmisor, en la sala de estar. Este era de imagen, y estaba situado entre dos butacas, alzado gracias a una especie de mesilla. Mientras su madre buscaba uno que sirviera para llamar, Light encendió el de la sala. Y lo que proyectó, tanto por imagen como por verbo, atrajo la atención de Mary.

En la pantalla aparecía la cara de Stewart Strong. Parecía serio.
- Ciudadanos de Downpour. Yo, Stewart Strong, en condición de Ministro de Defensa, me siento en obligación de anunciaros un hecho muy relevante. Lo que voy a decir, por si hubiera algún atisbo de duda, no es una broma. Ni un simulacro.


Ben’s Hostel, simultáneamente.

La cara de Stewart Strong en la pantalla hizo que todos los presentes se estremecieran. Aquel era el hombre que tiempo atrás había conquistado el corazón de Mary y que ahora, por lo visto, pretendía acabar con la vida de uno de sus seres queridos.
- Hay ciertas cosas en nuestro país, así como en todos los países del mundo, que son catalogadas como “Secretos de Estado”. Su privacidad y el hecho de que no salgan a la luz es especialmente necesario para que la estabilidad, y sobre todo, la paz, sigan reinando en el lugar correspondiente.

Abadía de Southminster

Charles McAbbeh estaba tomándose su caldo de pollo para cenar cuando la programación habitual de su serie de comedia romántica favorita fue interrumpida por un mensaje extraordinario proveniente del Gobierno del país. Se sorprendió al ver la cara del hombre que le había hecho una propuesta muy poco habitual un par de meses atrás.
- Cuando una persona interfiere en nuestra tarea –señaló al Jefe de Policía Henry McMoyes- e intenta sacar a la luz uno de esos secretos de estado, sin ninguna razón más que la de aumentar su fama y acaparar portadas… El honor de nuestro país se ve manchado. Como si el pueblo no se fiara de nosotros. Y no hay nada que nos duela más que pensar que nuestro pueblo sospecha, no confía en nosotros. Por eso nos corresponde erradicar de nuestras tierras estas conductas inapropiadas.

Ben’s Hostel.

El discurso de Stewart tenía poco menos que boquiabiertos a todos los presentes en el bar. Las caras de Mary y Light aparecieron en una esquina de la pantalla.
- Una de esas personas es Mary Johnson. No trabaja sola. La acompaña su hijo de doce años, Light Johnson. El hecho de que hayan intentado atentar contra su propio país no puede quedar impune de ninguna de las maneras.
- Hijo de puta… -murmuró Benjamin, apretando los dientes.
- Sé que la situación de algunas familias no es la apropiada. Pero intentamos con insistencia arreglar la situación de las Minas. Así que mi mensaje y mi petición es la siguiente: ¡Pido al pueblo de Downpour que colabore con su país para la inmediata detención y ejecución de Mary y Light Johnson! ¡Si los veis o sabéis algo de ellos, denunciadlo enseguida! ¡La policía irá esta misma noche al Thames District y preguntará a todo ser conocido o cercano acerca de ellos! ¡¡Si se niega a colaborar, será inmediatamente eliminado!! QUE LOS CRÍMENES DE ESTOS DOS DEMONIOS… ¡¡¡NO QUEDEN IMPUNES!!!

Hubo un terrible silencio en el local. Se podía decir que alguno intentaba hablar, pero nadie acertaba a articular las palabras correctas. Hasta que al final Benjamin gritó.
- ¡¡¡¡HIJO DE PUTAAAAAAAAAAAAAA!!!!


Afueras de Rondinum; suburbios.

Mary se dejó caer sobre sus rodillas, agarrotada y nerviosa. Light, mientras tanto, se limitó a sentarse, completamente aturdido, sobre una de las dos butacas de la casa. La ciudad estaba cerrada, y ellos tenían una orden de búsqueda, captura y ejecución sobre sus cabezas. Era técnicamente imposible sobrevivir.
- No puede ser… -musitó el niño.
- El Thames District no… A nuestra familia no… No será capaz… -se mordía el labio inferior.
- Sabes que lo será.
- Sé que lo será –en el rostro de Mary, de pronto, se vio una seguridad y una firmeza que tiempo atrás tuvo. Quizá cuando era una imberbe muchacha de dieciocho años.- Pero no le dejaremos poner un dedo encima de los nuestros.
- Me parece genial, mamá –se incorporó de un salto.
- ¿Adónde vamos? ¿Al distrito?
- No podemos aportar nada desde ahí –respondió Light. Nunca hablaba como un niño. A veces Mary hubiera deseado que su personalidad fuera un poco más acorde a su edad.- Pero en cambio han hecho una cosa mal. Los del Gobierno, digo. Han venido a Rondinum. Y sé dónde están.


Dos horas después…

La Torre del Reloj dijo que eran las doce de la noche. Las divisiones 1-7 de la policía de Downpour se desplegaron por todo el distrito. A su cabeza iba un hombre que no era el que solía mandarles. Whisper Karl Gulligulli, junto con otros cuatro hombres bastante desconocidos aunque familiares para la ciudadanía se habían puesto al mando.

El procedimiento no variaba. Si encontraban a alguien por la calle, le preguntaban acerca de la familia Johnson. Y a los que no contestaban, les metían una bala en la cabeza. Y nadie contestaba. Los cadáveres se acumulaban en el húmedo suelo.

La unidad compuesta por Whisper, sus cuatro hombres y la primera división se encargó de cierta calle en la que se encontraba cierto hostal. No fue nada elegido por el azar. Había no más de diez personas, y un hombre viejo con una botella de whisky y un pequeño DenDen Mushi.
- Están aquí. Salid cagando leches –dijo, a través del auricular del mismo.

Después colgó el DenDen Mushi, lo echó al suelo y dio un trago a su botella. Justo en ese instante Whisper Gulligulli se detuvo enfrente de aquel tipo.
- Hola, buen hombre. ¿Cómo se llama?
- Wayne Sterling. ¿En qué puedo ayudarles? –añadió, dando otro trago a la botella.
- Sabe muy bien en qué –replicó uno de esos cuatro hombres, que llevaba una gran piruleta.
- Je, je, je… Iros al infierno.

Y Whisper Gulligulli, frío como el hielo, introdujo su dedo índice en la frente del hombre con la potencia de una bala, asesinándolo al instante. Después, miró a sus cuatro muchachos y ordenó.
- Haced lo propio con todos los que lo han visto.

Y así lo hicieron. En cuestión de segundos, acabaron con las diez vidas que habían visto, aterrorizadas, la escena del asesinato del viejo Wayne. Y siguieron caminando, hasta colocarse enfrente del hostal.

De pronto, desde el establecimiento que quedaba al lado, una panadería, empezó a salir una colección increíble de balas. Era una ametralladora. Acabó con la vida de casi la mitad de los integrantes de la primera división.
- Vaya genio, mi amor –dijo uno de los hombres de Whisper.
- Freddie, encárgate de lo de ahí. No te cortes un pelo.

Estaba de vuelta al cabo de un minuto. Traía, a patadas y dando toques con ella, la cabeza cercenada de Harry Ledson, el panadero. Pero antes de que volviera, desde detrás de unos contenedores de basura situados cerca del hostal, otra ametralladora empezó a hacer de las suyas. Acabó con la vida de prácticamente todo lo que quedaba de la división uno. Los dos o tres que quedaron vivos, huyeron despavoridos.
- ¡¡PEROQUÉ COMUNIDADMASRUIDOSA!! –exclamó otro de los hombres de Whisper que, de nuevo, no se inmutaron.
- Lewis, cierra la boca y termina con el “pistolero del contenedor”.

Resultó ser la pistolera del contenedor. Tabitha Barnes, la costurera, no volvería a ver un amanecer. Abrieron la puerta del hostal, y se encontraron con un hombre sentado en una de las sillas de una de las mesas. Era Barney Blue.
- Vaya… No me esperaba que nadie llegara tan lejos. ¿Os habéis agachado?
- Algo así –respondió Whisper.- ¿Dónde están los Johnson?
- En la punta de mi nabo. ¿Te crees que os lo voy a decir?
- ¿Qué ganáis tú y estos pobres sacrificándoos por una puta y un enano?
- Ganamos que tanto ellos dos como sus seres queridos tengan un futuro. Y una posibilidad de venganza contra el cabrón de tu jefe.
- Qué tierno…

Y antes de que nadie más pudiera decir una sola palabra, Barney cogió una pistola de debajo de la mesa, y se apuntó a la sien.
- ¿Qué pasará si muero? –dijo.- No hay nadie más aquí. Y no hay nadie más que sepa dónde están. Los Johnson vivirán, amigo. Y os joderán bien.
- Sólo algunos vivirán –respondió Whisper, relamiéndose los colmillos.- Qué inocente… Y qué estúpido.
- ¿A qué te refieres?
- A nada. ¿No ibas a volarte los sesos? Deja que te ayude.

Y a una velocidad endiablada, Whisper se abalanzó sobre Barney Blue. A este pareció verle una especie de tigre de largos colmillos justo antes de que el hombre, o el monstruo, le arrancara la cabeza de cuajo.

Aquel día, en el Thames District, perdieron la vida un total de 84 personas. Algunos, por dar una vía de escape a la familia de los fugitivos, otros por nada. Al final, todo esfuerzo resultó inútil. Esa matanza sería recordada por las generaciones posteriores como “La Caza del Octubre Rojo”.



Una hora antes, Palacio de Southminster.

Habían entrado. No importaba cómo. La puerta estaba bastante desprotegida, y bastó con un golpe seco en la nuca del único guardia de seguridad. Y caminaron, escondiéndose en cada esquina, tras cada cortina. Mary tenía una pistola en la mano. Light tenía miedo.

Atravesaron los pasillos cuidando que no fueran vistos. No se cruzaron con nadie. Y llegaron. Era la sala principal. O la puerta que daba acceso a ella. Las anchas ventanas de la estancia tenían fabulosas vistas hacia el río Thames y hacia el Rondinum Eye. Y ese era, precisamente, el paisaje de fondo que habían utilizado en el mensaje de Stewart a todo el país.
- Mamá, ¿estás segura?
- Espero estarlo, mi vida.

Light miró la pistola.
- Y tú… ¿serás capaz?
- Que no te quepa duda. Cierra los ojos cuando yo te diga, ¿vale?
- Vale.

Y entraron en la estancia. No parecía haber nadie. Mary apuntaba con la pistola en todas las direcciones imaginables, buscando algo que no encontraba. Hasta que escuchó un “clic” a sus espaldas.
- Tira el arma al suelo, Mary Johnson. Ahora.

Obedeció. Y dio media vuelta para ver el inexpresivo rostro de Stewart Strong ante ella. Y ante Light. Se había escondido detrás de la puerta para sorprenderlos por la espalda. Sabía que irían ahí. Salió también Whisper Gulligulli a escena.
- Imprevisible, ¿verdad? –dijo el Ministro de Defensa, sin dejar de apuntar a la mujer.- Que el vídeo fuera un señuelo que sabía que entenderíais… Imprevisible. Digno de un genio. Decidme, ¿qué debería hacer ahora con vosotros?
- Déjale escapar –respondió ella, señalando a su hijo.- No te pido más que eso.
- ¿Estás tonta? Primero lo mataré a él. Y después a ti. No puedo permitir que os riáis en mi cara, Mary. Ni que tengáis la posibilidad de menear la lengua. Ya estoy harto –hizo un gesto de lástima- de andar haciendo el imbécil, persiguiéndoos como si fuerais… Ratas.
- Déjale escapar… Es un niño… Es tu hijo.
- A la mierda con todo. Es un hijo bastardo, como soy yo. Y me odia y me odiará si no acabo con él ahora mismo. Y algún día hará lo mismo que voy a hacer yo con mi padre.

Light empezó a llora tímidamente. No quería hacerlo. Pero aquel hombre que decía ser su padre le daba miedo. Le aterraba. Podía haber sido el protagonista de su peor pesadilla.
- Así que es eso… -dijo Mary.- Todo esto… ¿sólo es por precauciones? ¿Sólo es para que él no haga lo mismo que tú?
- No… Va más allá de eso. Jamás lo entenderías.
- Nunca entenderé un asesinato a sangra fría.
- Y nunca lo entenderás –respondió Stewart, acercándose a la mujer.- Whisper, vigila la entrada principal y asegúrate de que nadie más haya venido.
- Voy.

Whisper salió de la estancia corriendo, para volver lo antes posible. Stewart, Mary y Light. Los tres se quedaron en aquella sala del palacio. Y Stewart apuntó a la cabeza del pequeño con la pistola. Mary, tras morderse el labio inferior y reprimiendo sus impulsos, habló.
- Eres un ser despreciable.
- Lo soy. Y sin embargo, tu debilidad hacia mí os ha traído a esta situación. ¿Y sabes qué? El hecho de ser despreciable me llevará a ser el hombre más poderoso del país. El más rico. El más influyente. Y todos me adorarán por proteger a mi país de vuestra amenaza primero, y por perdonar a mi malogrado padre cuando sea el nuevo Gobernador. Y tú, Mary, serás un jodido cadáver por no haber sabido reprimir… Tus impulsos.
- ¿Te acuerdas de aquel tomo de la Historia de Downpour? –dijo, de pronto, Mary.- El XIX. Lo que decía acerca de la Maravilla. Dijimos que un día la encontraríamos, la venderíamos y seríamos los más felices y libres del mundo surcando el mar.
- ¿Es lo que ansías, Mary? ¿La Maravilla? –respondió el hombre, sin dejar de apuntar a Light.- ¿La riqueza? ¿La libertad? Necesitas madurar. El universo me ha elegido para ser un ser superior. Y a ti para ser mi puta. Para vivir bajo el yugo de tu necesidad hacia mí. Nunca estuvimos predestinados, Mary. ¿Quieres oro? Lo tendrás. Pero en tu tumba.

Y, sacando toda su ira, Mary se abalanzó sobre Stewart, y le propinó con el alma el puñetazo que con más ganas dio en su vida. La nariz de Strong sonó a rota. Y la mujer se levantó, con los nudillos bañados en la sangre del que fue su amado.
- ¡¡Vamos, Light!! ¡¡Corre!!
- ¿A las escaleras? –preguntó el pequeño, ansioso.
- ¡Rápido!

Había unas escaleras en la esquina más cercana del salón. Y empezaron a subirlas. Y a subirlas. Stewart, tras mucho retorcerse por el suelo, consiguió levantarse. Cogió la pistola y empezó a disparar contra madre e hijo. No consiguió darles, y se perdieron sobre el techo del piso, escaleras arriba. Corrió tras de ellos justo en el instante en que regresó Whisper.
- ¡¡Corre, Whisper!! ¡¡Están huyendo por las escaleras!! ¡¡¡PARAD, MALNACIDOS!!!

E iniciaron su persecución. Whisper era increíblemente rápido, y enseguida dejó atrás a Strong. Mary y Light, por su parte, encontraron una especie de elevador.
- Entra, ¡rápido! –le dijo ella.

Y entraron, y no había más opción que la de subir. Y subieron. Y la puerta del elevador se abrió. Y llegaron a un sitio donde soplaba el viento. Era la cima de la Torre del Reloj. Corrieron hacia uno de los bordes. Rondinum estaba a sus pies. La visión, desde luego, era celestial. Pero Mary empezó a llorar.
- No puede ser… -cayó sobre sus rodillas. Light también empezó a llorar ansiosamente.- ¡¡JODEEEEEEERRR!!

En ese instante, llegó Whisper Gulligulli a la cúspide. Corriendo, y trayendo a Stewart a cuestas –por lo que había vuelto a por él- había llegado casi a la misma velocidad que el elevador. A Mary se le hizo un nudo en la garganta. Y a Light ya no le salían las lágrimas.
- Mamá…

La pistola la llevaba Stewart. Pero Whisper le dijo que mejor no, que mejor utilizara la que llevaba él escondida bajo su americana. Era un fusil desplegable. Y se lo dio a Strong, que sonrió sádicamente mientras el viento le azotaba su despeinada cabellera y se quitaba la sangre de la nariz con la manga de su chaqueta.
- Se acabó Mary. Habéis subido al único lugar del palacio que no tiene salida. Por vuestro pie –apuntó a la mujer a la cabeza con el arma.- Tu viaje llega exactamente hasta ese punto. ¿No es irónico? Una mujer que toda su vida ha estado destinada en los barrios más bajos de la ciudad, morirá en el punto más cercano al cielo de la misma. ¿La oyes? Es la risa burlona del demonio, camuflada en el viento. Lo prometido es deuda. Yacerás en compañía de tu anhelo. Aquello que podía haberte dado la libertad. El universo… No lo quiso así.
- Light… -dijo ella, con la voz apagada. Miró a su hijo- Te quiero. Ahora, salta.
- ¿Qué, mamá?
- Que saltes. Hazlo, va. Hazlo por mí.
- No querrás que…
- ¡¡SALTAAAA!!
- Qué irracional… -dijo Stewart, apretando el gatillo mientras Light subía a la baja pared del mirador de la torre.

Saltó. Vio la bala impactar en la cabeza de su madre. Y vio sus rizos rubios, sus ojos azules, su sonrisa amarga antes de morir, saltar por los aires en mil pedazos. Y saltó. Y cayó. Era un pájaro. Y voló. Y voló.

Y voló.




Continuará…


Disfrutadlo :wink:
Última edición por Vito Corleone el Lun Sep 28, 2015 8:22 pm, editado 1 vez en total.
SÍ.
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wild animal
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por wild animal »

Espero que el siguiente capitulo no este parado por mi, que aunque lei el capitulo hace varios dias, pongo la critica por si soy yo lo que detiene el tema :(
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Me encanto lo de el entrenamiento de Light, totalmente justificado el hecho de que Diego es monstruosamente fuerte, siempre he dicho que al ser su especialidad, despues de Tony grifo Diego es el fisicamente mas fuerte de la banda.

Caminos de la prostitucion? super fuerte, me gusta.

Hay una parte que no se si es el termino correcto, gobierno del mundo en vez de mundial, cuando Diego acaba de llegar con Mary.

¿Por que Diego se impresiono al ver la mansion si ya la conocia?

No mames (es no jodas, o algun sinonimo de impresionante), se me puso la piel de gallina cuando Light le reventó el hocico a Stewart.

Celda 34, muy buena, suponia seria algo asi.

De verdad que ya ODIOOOO a Stewart, hijo de puta sin compasion.

La mension de Calm y Kruger me encanto, realmente me gusto esa parte.

Y dicen que yo soy el que escribe las escenas mas violentas, la masacre, la bestia con colmillos, todo :o

El ambiente de la ultima escena fue genial, siempre he luchado por que los buenos momentos se den con ambientes dignos, ya que lo concidero trascendental, por ejemplo Calm, la tormenta entre el pueblo en llamas, la ciudad de porcelana cayéndose a pedazos, etc. Y esa torre del reloj con el viento soplando fue muy buena.
¿Que puedo decir? el capitulo es genial junto a la saga, cuando entremos a la siguiente escribire, que muero de ganas de volver tambien :o

Por cierto, como dije antes espero no se me estuviera esperando :( , de no poner una critica o comentarios, no te preocupes nakama, tu con libertad pon los demas, que Wild no te detenga :o :o

Saludos.
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Takagi
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por Takagi »

Disculpa la tardanza Traffy. Leí el capítulo hace tiempo y me encantó, me gustó muchísimo de hecho, ya te comenté. Espero que pronto tengamos el siguiente porque a mí todo el trasfondo creado para Light me parece sublime.
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Vito Corleone
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por Vito Corleone »

Muuuuchíiiiisisimas gracias por los comentarios positivos ^^

Y un par de pseudo-respuestas al par de preguntas de wild:
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- Light/Diego se sorprende, porque... Aaaaaah... Si sigues leyendo no te costará mucho averiguarlo ;)
- Al principio también puso WolkenBerge, pero la mayoría de la gente todavía no conoce a fondo todo lo que sucedió ahí. Así que Calm y Drum. De momento. Dentro de poco se les conocerá por Calm, Kruger, WolkenBerge y Downpour.
- Me alegro de que te guste tanto lo demás ^^
Lo cierto es que ya tengo el 64 y el 65 terminados y el 66 a falta de un par de retoques está listo, pero no estoy seguro del rumbo que quiero que tome el final de este último (digamos que el cómo colocar todos los frentes), aunque se me está ocurriendo una idea mientras escribo esto que la verdad es que me está gustando xDDDDDDDDDDDD


En fin, que pa'l caso el 66 da un poco lo mismo todavía...

Vamos con el capítulo 64. Aviso a navegantes: se utiliza un esquema narrativo bastante novedoso en estos lares, a ver qué os parece ^^:

Capítulo 64
Una Mente Maravillosa
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5 años atrás. Octubre.

Me desperté en algún lugar. No tenía muy claro cómo ni por qué había llegado ahí. Sólo sabía que tenía unos cuantos huesos rotos y el frío metido hasta lo más hondo de mi cuerpo. No era ni de día ni de noche en aquel lugar dejado de la mano de Dios.

Intenté levantarme, pero no pude; así que me limité a dar media vuelta utilizando los músculos que aún me respondían. Tenía pequeños flashes de lo que pudo haber sido mi travesía hasta esa parte del mundo. Un intento de respiro a la desesperada, y puede que un trozo de madera. Una mano amiga, a lo mejor. Y el milagro de que unos huesos rotos respondieran ante la necesidad de sobrevivir.

Y después calma, y nada más. Hasta que finalmente terminé de despertar en esa especie de playa de ceniza. Y el último vago recuerdo que tenía era el de perseguir un automóvil a través de bosques. O algo así.

Me arrastré por la arena gris como pude, y alcé la cabeza tanto como me dejaron las vértebras. Era un pueblo. Costero. O lo que fuera aquello. No era Rondinum. Y hubiera jurado, con razón, que ni siquiera era Downpour. Las casas eran uniformes y grises, y el aire estaba contagiado por el humo que emanaban cuatro torres en el centro de la población. La cabeza no me aguantó más. Dejé que cayera de lado. Estaba derrotado.

Y me pareció ver a alguien acercándose. Era una chica, más o menos de mi edad. Una niña. Sus ojos eran marrones y sus rizos, oscuros. Y su sonrisa, dulce como el de toda niña de doce años. Se acercó a mí y me miró con curiosidad, desde una distancia.
- Chsst… Eh, “Rubito”, ¡aquí! ¡Ven aquí!

No necesité nada más. Dejé que mis ojos se cerraran. Ella decidiría cuándo volver a abrírmelos.

--------------------------------------

Dos semanas antes.

Stewart Strong y otros cinco hombres, cargados con una gran caja, se habían presentado en la Abadía de Southminster, sin previo aviso. Exigieron ver al abad. Y Charles MacAbbeh, que no se esperaba semejante visita, accedió. Se encerraron en la sacristía.
- Qué… ¿Qué les trae por aquí? –preguntó el anciano.
- Hemos venido… En realidad he venido para cumplir una promesa. Necesitamos acceder a las catacumbas.
- ¿Para?
- Ya se lo he dicho. Charles… -dijo Stewart, levantándose.- En el trato entra que no haga muchas preguntas. ¿Recuerda? Pues déjenos hacerlo, tenga la boca cerrada y ya está.
- Si iban a ir a las catacumbas dijera lo que dijera… ¿por qué me lo han pedido?
- Para recordarle de qué lado está.

Así que se fueron. Recorrieron algunos pasillos de la Abadía para llegar finalmente a una pequeña puerta de metal, oculta entre tantas otras puertas y con un pequeño letrero que decía “Cuarto de la Limpieza”.
- Es aquí –dijo Whisper.- ¿Estás seguro, Stew?
- Totalmente.

Whisper cogió una llave de cobre oxidado del bolsillo y abrió la puerta. Al otro lado sólo había escobas y fregonas tiradas en el suelo. Las apartaron todas y encontraron una trampilla. La abrieron y empezaron a bajarla. Cuanto más descendían, menos luz había. Hasta que llegaron al suelo. Había un pasillo levemente iluminado por unos pocos farolillos que marcaban la senda. A ambos lados había estancias parecidas a celdas, llenas de huesos humanos. Eran las catacumbas de Rondinum.
- ¿Tenéis vuestras llaves? –preguntó Stewart, mientras caminaba hacia delante, con el final del pasillo entre ceja y ceja.
- Sí.

Llegaron al final del pasillo. Era una antiquísima puerta de algún material similar al oro, con grabados de alguna época de cientos de años atrás. Tenía la cerradura en el centro. Y cinco entradas para cinco llaves.
- Abrid la caja. Ya sabéis qué hacer.

Y de la caja sacaron el cuerpo sin cabeza de una mujer. Su vestido blanco estaba salpicado de sangre.
- Intenta descansar en paz ahora, Mary. Este es un lugar demasiado brillante para alguien tan simple como tú…

-----------------------------------------

Aquella isla era algo similar a un infierno. O eso fue lo que me pareció al principio. El nombre de la niña que me rescató de morir en aquella playa era Gladis. Me contó que sus padres murieron en un accidente de mar dos años atrás. Y que ella vivía sola. Que no necesitaba a nadie para que le preparase la cena. Yo le conté que me llamaba Light, y que no sabía cómo había llegado ahí ni qué había pasado con mi madre.

Vivía en una montaña de chatarra, en el lado oeste de la isla. Tenía doce años, como yo. Pero era tres meses menor, porque ella los cumplió en mayo y yo en febrero. En ese febrero tan movido. Me dijo que eran finales de octubre. Y mi último recuerdo databa de principios de ese mes. Y se lo dije, y me dijo que no me preocupara. Que recuperaría la memoria.

Me dijo también que tenía el lado izquierdo de mi cuerpo bastante maltrecho, que mi brazo y mi clavícula estaban casi para el arrastre. Pero que si guardaba reposo me pondría bien. Parecía saber bastante. Y era amable conmigo, porque me daba de comer y de beber. No sabía de dónde sacaba esas manzanas, porque no había manzanos cerca. Ni sabía de dónde traía esa carne, porque no había carnicerías cerca. Ni sabía de dónde salía su sonrisa, porque no había nada alegre cerca.

Pasaron dos meses y me recuperé. Ya podía moverme. Notaba molestias al forzar el brazo y la mano de mi lado derecho, pero pensé que si me recuperé, tampoco los tendría tan mal. Empecé a ayudar a Gladis a traer manzanas, carne, y pescado. Robábamos en las tiendas del pueblo. Era un pueblo rodeado de fábricas. Y gris.

Fuimos creciendo poco a poco. Pasaron las semanas, y pasaron los meses. Yo terminé de recuperarme. Ya no me dolía el brazo ni el hombro ni nada. Construimos una pequeña casa mejor que la anterior de Gladis con los trozos de metal que encontramos. No era gran cosa, pero era nuestra casa. Tenía un baño, un dormitorio, una cocina y una sala de estar en la que jugábamos a ser mayores y a ser ricos.
- ¡No escaparás, enano ladrón hijo de puta! –gritaban los tenderos cuando les robaba.
- ¡Déjame en paz! –les contestaba yo.

Y cuando volvía a casa, cogía unas cerillas que había cogido de otra tienda distinta y encendía una hoguera con los materiales inflamables que encontraba en la montaña de chatarra. Y luego cocinaba la carne o el pescado, y luego lo comíamos. Estaba malo, pero estaba más rico que cuando estaba crudo.

Gladis decía que era listo porque conseguía que a veces los tenderos no se dieran cuenta de que robaba, y porque sabía cómo utilizar algunas cosas para hacer fuego, y porque sabía hacer sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, y porque sabía decir mentiras y convencer a la gente mayor para que creyera que no era yo el que les había robado, y porque les daba pruebas aunque yo fuera el ladrón de verdad. Porque tenía esa capacidad de ver una realidad paralela.

Ella decía que tenía una mente maravillosa. Y yo decía que no, que una mente maravillosa se acordaría de por qué había llegado hasta ahí.
- ¿Acaso importa? –me decía ella.- Yo soy muy feliz contigo ahora.

Tenía razón. Yo también era feliz. Me pregunté qué tal estarían mamá, y mi padre al que no estaba seguro de conocer, y tío Sebastian y tío Dave, y la abuela y el abuelo, y Barney, y el viejo Wayne. Me acordé de los ricos pasteles que hacía Harry el pastelero.

Pero ni siquiera tenía una imagen muy clara de ellos. No me acordaba más que de pequeñas escenas borrosas. Me acordaba del hostal, me acordaba de la biblioteca y del gimnasio del sótano, pero no me acordaba de las frases, de las palabras, de las caricias. Parecía como si mi memoria sólo quisiera mostrarme pinceladas de quién fui.

Y sin embargo, no me quejaba de vivir con Gladis. Yo la llamaba Glad. Porque era su nombre acortado y porque “Glad” significa “feliz” y “alegre”. No sabía bien por qué, pero ella me aportaba felicidad y alegría en aquel sitio triste.

Fuimos creciendo poco a poco. Fueron pasando las semanas, los meses, y luego los años. Y fuimos conociéndonos, y descubriendo que no éramos dos extraños bajo un mismo techo. Sentía que, a cada día que pasaba, era más feliz con ella. Fuimos conociéndonos y había noches en las que nos contábamos nuestros mayores miedos y nuestros mayores sueños. Ella tenía miedo a las tormentas de mar. Yo tenía miedo de los pepinillos. Ella soñaba con viajar a las estrellas, yo con viajar por todo el mundo y encontrar los secretos mejor guardados del mismo. Fuimos conociéndonos y puede que incluso fuéramos madurando.

Yo empecé a entrenar de nuevo mis piernas. Le dije que si algún día llegaba una tormenta de mar a la isla, yo la disiparía de una patada. Y ella me prometió que nunca robaría pepinillos. Y los dos acordamos que un día iríamos a las estrellas, y que al siguiente descubriríamos todos los secretos del mundo.

Ya habían pasado tres años desde que llegué. No éramos niños. Ni siquiera jóvenes. Nos gustaba catalogarnos como “pequeños adultos”. Nuestra casa era un poco más grande ahora, y ya no robábamos. O robábamos menos. Yo ayudaba en los barcos pesqueros y me pagaban un pequeño sueldo, y Glad hacía los recados de algunos de los habitantes de la isla, y también le daban propinas por ello.

Estábamos juntos. No había sido algo premeditado, no hubo palabras innecesarias de por medio, simplemente, con el paso del tiempo, nos dimos cuenta de que nos queríamos más de lo que se quieren dos desconocidos, y lo aceptamos. Ambos teníamos quince años ese día en que llegó el periódico que cambiaría nuestras vidas. En primera plana venía mi país natal. Casi tenía olvidada aquella tierra. Downpour.

--------------------------------

1 día antes, Amparal, provincia de O’Bitiland.

Era la fecha señalada. Todo estaba preparado desde tres años atrás. Las heridas ya habían cicatrizado, pero el deber seguía en pie. En aquel pueblo no parecía vivir nadie, así que se instalaron ahí. Aquel día de octubre, cuando Stewart Strong pulverizó sus raíces y asesinó a sus amigos, ellos huyeron gracias a un túnel que años atrás Benjamin había cavado para casos de emergencia. Atravesaba dos kilómetros del subsuelo de Rondinum hasta terminar a una distancia de casi mil metros del norte de la ciudad. Ellos lo llamaban la “Vía Terrae”.

Volvían de vez en cuando al hostal, y a veces se quedaban a pasar un par de días. Generalmente era Miranda la que hacía esto. Strong no había vuelto a poner sus ojos en el Thames District –el mensaje había quedado muy claro-, pero la seguridad era primordial. No podían morir más Johnson. No si querían cumplir con su misión: evitar que Stewart llevara a cabo el plan que tenía listo para esa tarde. De nuevo en octubre.

Sir Spencer Gergibond, el Primer Ministro del país, había dado la orden de limpiar el río Thames, detalle que gustó a la población. Los Doce Jueces de la isla, por su parte, habían convencido a St. Johann para que diera la conferencia de inauguración de la zona de bañistas del río, enfrente del Rondinum Eye. El hombre accedió. Todo iba según lo previsto.

Pero la familia instalada en Amparal no estaba por la labor de dejar que eso ocurriera. Así que Benjamin había ido a la gran ciudad. Solo. Ya estaba muy entrado en años, pero se mantenía en forma, podía correr más rápido y podía pegar más fuerte que un hombre de veinte años.

Era la hora. St. Johann subió a dar el discurso. Sir Spencer Gergibond estaba a un lado del cadalso que montaron bajo el Rondinum Eye. Y a otro, estaban sentados los jueces de la isla. La Torre del Reloj, cuya cumbre se divisaba a casi un kilómetro, sonó. Las doce del mediodía.

Benjamin se puso en primera fila, apartando bruscamente a todos los pomposos nobles que se habían hecho con la perspectiva más codiciada por su estatus. El anciano iba cubierto con un gran abrigo de cuello alto y bombín. Estaba preparado. Miraría hacia el público, y vigilaría que nadie sacara una pistola. En ese caso, gritaría “¡¡AL SUELO!!”, y en medio del caos, atacaría al asesino que hubiera mandado Stewart.
- ¡Ciudadanos de Rondinum! Hoy, nos hemos reunido… aquí, para… ¡Celebrar la apertura de la zona de bañistas del río Thames!

A continuación, todo sucedió deprisa. A un ritmo acompasado, como el de un reloj de pared. Tic, un fogonazo se vio en algún punto de la ciudad. Tac, todos, incluido Benjamin, torcieron sus miradas para buscar el lugar. Tic, la cabeza de St. Johann voló en mil pedazos enfrente de medio país.

El cuerpo inerte del hombre se desplomó al suelo despacio, en silencio. Todos los presentes trataban de asimilar lo ocurrido, paralizados. El cadáver chocó contra el suelo del cadalso. Y Benjamin se quitó su sombrero, y sintió una fría ráfaga de viento azotar su cara. Nadie parecía haber visto al que efectuó el disparo. Pero Ben lo vio. Alzó la mirada, apuntando con sus ojos a la cima de la Torre del Reloj. Sacó los pequeños prismáticos que llevaba en el abrigo. Y lo vio.

Era un hombre con sonrisa de psicópata y cabello negro. El otro, desde la cima de la torre, lo saludó.


Simultáneamente, Golden Palace.

Stewart Strong estaba tranquilo. Con los ojos apuntando a ninguna parte y la mente en un único lugar. Rondinum. Tenía un tablero de ajedrez enfrente, y una copa vacía. Se incorporó y guardó la copa en el armario dispuesto para ello. Se sentó.

En el tablero había una partida empezada, pero no había nadie más ahí. Jugaban negras. Movió una torre dos casillas hacia delante. El silencio era absoluto. Hasta que sonó un pequeño DenDen Mushi en su bolsillo.

Lo descolgó.
- Está hecho –dijo una voz desde el otro lado.
- Fantástico.

Colgó. Y giró el tablero. Jugaban blancas.

----------------------------------

Aquella noche discutimos. Yo decía que tenía que volver, que todavía tenía algo que hacer en Downpour. Ella me rogaba que no fuera, que estando las cosas como estaban no era nada seguro. Teníamos dinero suficiente para alquilar un pequeño velero, y el puerto de Rondinum estaba a dos días de trayecto si el viento acompañaba.
- Ven conmigo –le dije al final.- ¿No querías viajar? Este será nuestro primer paso. Luego vendrán las estrellas.
- No puedo. Tengo miedo.
- No lo tengas. Yo estaré a tu lado.
- ¿No eres feliz aquí?
- Sería feliz en cualquier lugar si estuviera contigo. Pero tengo cuentas pendientes con mi pasado. Quiero saber qué sucedió. Quiero saber qué es de ellos.
- Prométeme que no tendré que pasar miedo.
- Nunca más.

Y emprendimos nuestra travesía. Compré el periódico al día siguiente. Decía que un policía enviado por el Gobierno Mundial había descubierto que el asesino era “La Sombra”, un individuo cuya identidad se desconocía pero que parecía ser increíblemente peligroso. Yo no me lo creí.

Me acordaba bien de aquello que Stewart Strong dijo ante mi madre esa noche en la biblioteca. Era una de las pocas cosas que recordaba con absoluta claridad. “Mataré a mi padre”, dijo. Y parecía haberlo hecho. No alcanzaba a entender por qué cargaría las culpas de aquello a nuestra familia. Ni conseguía deducir qué había sido de mi madre. ¿Habría corrido la misma suerte que yo, la de acabar vagando por la mar? ¿Habría recapacitado y habría evitado detener a Strong? ¿Habría huido?

Al día siguiente llegó a nuestro pequeño velero la noticia de que Stewart Strong se había convertido en el nuevo Gobernador de la isla. Por ser el único vástago del difunto Dragón Celestial, porque todo un país –sobre todo el grupo de dirigentes y policías que formaba la cúpula- apoyó que aquel hombre que dio caza a dos criminales que pretendían sacar a la luz secretos de estado dos años atrás. Decía que incluso un Almirante de la Marina se había acercado a la isla para dar con el asesino, con nulo resultado.

Pensé en mi madre. Había pensado en la posibilidad de que estuviera muerta. Pero prefería pensar que acabó corriendo la misma suerte que yo. O que escapó a tiempo, o que ni siquiera se enfrentó a Stewart aquella madrugada. El interior me ardía cuando pensaba acerca de aquellas horas, aquellos días que mi cerebro se había encargado de borrar.

Al tercer día llegamos a Downpour. Los primeros días, las primeras semanas en Rondinum fueron difíciles. Vivíamos como podíamos, durmiendo bajo el techo de gente de buen corazón, o debajo de un par de cajas de cartón, comiendo de lo que conseguíamos sacar mendigando por las calles.

Me cambié el nombre. Pensé que no era seguro que la gente siguiera relacionando mi apariencia con la de aquel muchacho de nombre “Light Johnson” que por lo visto fue un fugitivo en su día. Pasear ese apellido no era seguro. Glad sugirió “Diego Orlais”. Y me gustó, y lo cambié, y me hice un documento de identidad del país, y ella se hizo uno también.

Aquellas jornadas intenté por todos los medios imaginables encontrar a mi familia. Pero no había ni rastro de ellos. El hostal estaba desierto. Nadie contestaba desde el interior. Ni un día, ni al siguiente, ni al siguiente.

No nos resignamos a vivir aquella vida de penurias. Si habíamos conseguido dar la vuelta a la situación en una villa pequeña, podíamos hacerlo en una gran ciudad donde las opciones se multiplicaban. Hasta que Gladis tuvo la brillante idea de convencerme para que empezara a colaborar con la policía.

Al principio no me tomaron en serio. El del registro se rió de mí, me dijo que era un crío y que no me molestara en hacer las pruebas. Me molesté y las superé. Con holgura y siendo el mejor de cuantos lo intentaron. Entré en el cuerpo, con lo cual empecé a conseguir algo de dinero.

Hubo un tiempo durante el que dormimos en un albergue. No era mucho, pero era mejor que dormir en el suelo. Gladis me dijo que no me conformara con aquello. Que valía para más. Le costó convencerme para que me saltara las normas alguna vez y que utilizara mis métodos para dar con algún criminal alguna vez. Y lo hice, y detuve, muchas veces por mi cuenta y otras veces con alguna ayuda, a un total de veinte hombres y mujeres. Trece de ellos habían matado a personas.

Al cabo de dos meses salí del cuerpo de policía y abrí junto a Glad el negocio que nos daría sustento. “Diego Orlais & Co. S.L.” se convirtió rápidamente en el servicio de investigación más relevante y más importante no sólo de la ciudad, sino del país entero. A medida que el negocio iba funcionando, nuestro poder adquisitivo creció, y compramos un apartamento céntrico.

Fui entrando en círculos interesantes. Recibí una invitación para formar parte de la Sociedad de Arqueología de Downpour; accedí. También empecé a redactar artículos semanales en el periódico local. Empecé a recibir decenas de cartas diarias de admiradoras. A Glad no le gustaban, y a mí me hacían gracia. Jamás les di importancia. Y llegó el que probablemente fue el mayor punto de inflexión en mi carrera de detective. Un día desmonté la treta de unos hombres que pretendían hacer volar el Palacio del Parlamento, lo cual me valió el título de “Sir” y una visita del Gobernador.

Recuerdo aquel día.

Nuestro apartamento estaba en el distrito de Grayhall y Southminster, a un par de manzanas del Palacio. Estaba en el salón tomándome una copa de whisky y escuchando música cuando Glad entró en la estancia. Había venido de la calle, de alguna de sus reuniones.
- Light, Strong está en la puerta –dijo ella.

Miré a través de la ventana. En la entrada del edificio se había formado una gigantesca nube negra de personas trajeadas sacando fotografías al automóvil que acababa de detenerse justo ahí. De él salió Sir Stewart Strong. El Gobernador. Y, a mi pesar, mi padre. Me ensimismé.
- Sé que es duro para ti –me dijo Glad, abrazándome por la espalda y apoyando su cabeza sobre mi hombro.
- Ese cabrón está ahí… Lo voy a tener delante de mis narices, chupándome el culo y dándome palmaditas en la espalda… Y no voy a poder preguntarle nada –contesté.- No podré preguntarle nada acerca de mi madre, de mi familia… Me juego lo que sea a que lo sabe.
- No tendrás que preguntarle nada –me besó.- Porque lo sabrás. Tarde o temprano.

La abracé a ella yo también. Sonó el timbre. Ninguno de los dos nos movimos durante medio minuto, tiempo en el que el timbre sonó una vez más. Finalmente, ella se separó de mí, y caminó hacia la entrada.

Era mayo. Ambos habíamos cumplido ya los dieciséis, ella cuatro días atrás. Tragué saliva. En un minuto mi apartamento estaría hasta arriba de políticos y periodistas. Y así fue. En el salón había dos butacas, que habíamos puesto frente a frente para la ocasión. Yo me senté en uno y Stewart Strong en otro. Llevaba un traje carmesí y una barba descuidada. Por mi parte, le recibí sin la americana, con unos pantalones de tirantes de color marrón, una camisa blanca y una corbata negra, del mismo color que los zapatos. A la gente solía hacerle gracia ver a un imberbe adolescente vestir de traje. Yo me lo tomaba como una forma más de hacer ver a los demás que no, que no era ningún niño.
- Bueno, Sir Orlais –me dijo Stewart, estrechándome la mano.- Por mi parte no puedo sino felicitarle y darle otras mil veces las gracias por su agudeza. Su ascenso ha sido meteórico, no se podrá quejar.
- En efecto –respondí, seco.- La vida me sonríe.
- ¿Dónde se había escondido, hombre? Downpour le necesitaba desde hace tiempo… ¿Es que descubrió su potencial en enero?
- Lo descubrí el último día de diciembre, Sir –dejé escapar una sonrisa de medio lado.- Aunque lo cierto es que no he estado escondido en ningún lugar. Nací en una isla cercana y crecí en una isla cercana. Al suroeste.
- Interesante –dijo, sonriente. Sabía posar para las cámaras, no cabía ninguna duda.- Pues qué suerte tenemos de que haya decidido venir.
- Eso lo dirá el tiempo, Sir.
- Llámeme Stewart. O Stew, si lo prefiere. Me gustaría que fuéramos amigos –saltó de pronto. Me sorprendió. Hablaba susurrando.- Verá… Me encantaría que pasara a formar parte de mi gabinete de Gobierno personal, Sir Orlais. Por nuestro país anda suelto un hombre… Se llama Benjamin Louis Johnson, aunque se hace llamar “La Sombra”. Es un tipo peligrosísimo, cuya aspiración es destruir nuestro go…
- Llámame Diego, Stew –le respondí, devolviendo su amabilidad con la mejor de mis falsas sonrisas.- Y lo meteré entre rejas encantado, siempre que me permita mantener mi humilde negocio.
- ¡Faltaría más, hombre! –gritó, alzando la voz de nuevo. No mentiría si dijera que me dio un buen susto.
- En ese caso, será un placer.
- Este es el inicio de una gran amistad, Diego.

Después nos sacaron fotos. Muchas. Ni siquiera sabía a qué cámara tenía que mirar a cada momento. Glad miraba desde una esquina de la habitación, seria y tímida. Y yo no podía evitar mirarla a ella más que de vez en cuando, buscando unos ojos amigos.

Pero los periodistas se fueron yendo. Y los políticos que habían venido a acompañar a Strong, también. Quedaban un par de pesados sacando fotos y el propio Gobernador, además de Gladis y de mí. Y ellos también se disponían a enfilar la puerta de salida, cuando Stew, mi nuevo “gran amigo”, se dio media vuelta y señaló la cicatriz de mi ojo derecho.
- ¿Cómo se lo hizo?
- Un incidente desafortunado con un pez espada en un barco pesquero, hace dos años. Ya está olvidado.
- Vaya.

Se fue. Pensé en la cicatriz. Lo cierto era que no me acordaba de cómo acabó esa marca en mi cara. Probablemente fue en aquel vacío temporal que mi “maravillosa” mente se había encargado de crear. Una amnesia.

Me serví otra copa mientras veía alejarse todos los automóviles a través de la ventana. Y Glad, que se había mantenido oculta ente las luces y sombras de la sala, se me acercó. Otra vez.
- Tengo una noticia.
- Te escucho.
- Creo que los he encontrado. Ayer, cuando volví al Ben’s, había alguien. Una señora que parecía tener ochenta años, o más.
- Abuela…
- Entré y le tuve que convencer de que no era nadie enviado por el gobierno de Strong, ni ningún tipo de policía.
- ¿Cómo?
- No iba armada. Y también vio que iba sola. Es una mujer lista. Le dije que había alguien que quería verlos.
- No diste mi nombre.
- Por precaución. No sabía si ella era la mujer que tú me decías.
- ¿Cuándo es la cita?
- Dentro de cuatro horas, en el Ben’s.

Asentí.
- ¿Vendrás conmigo? –pregunté.
- Por supuesto.
- Te quiero –le dije, y la besé. Después cogí el chaleco y la americana del perchero, y me los vestí. Thames District no quedaba cerca, y quería ir con tiempo.


Cuatro horas después, Ben’s Hostel.

Llovía. Glad y yo nos tapábamos con un paraguas. En el interior del hostal había una suave luz. Sentí mariposas en el estómago cuando la puerta se abrió y vi en el interior el lugar donde crecí. Una anciana de poco más de metro y medio había sido la encargada de darnos la bienvenida. Glad dio un paso al frente.
- Buenas noches, Miranda.
- Buenas noches –dije.
- Igualmente –respondió ella. Diría que no me reconoció en aquel instante.- Pasad. Está ahí.

Y, en efecto, estaba ahí. Benjamin Louis Johnson. “La Sombra”. El supuesto asesino de St. Johann. Mi abuelo. Sentado, con una copa del mejor whisky que tenía en la mano derecha. Él tampoco pareció reconocerme.
- Vaya… -dijo.- Sir Orlais. Toda una sorpresa, y un descuido por mi parte verle en persona. Ahora estoy completamente a merced del gobierno. ¿Me equivoco?
- Del todo –respondí.- Para empezar, sigue estando a salvo de Stewart y los suyos.
- ¿Acaso no es usted uno de “los suyos”?
- Vamos… Me he encontrado con esta situación sin comerlo ni beberlo.
- ¿Y?
- Odio a Stewart tanto como lo odia usted.
- Mató a mi hija, a mi nieto, y a 84 personas de este barrio para llevar a cabo una estúpida venganza contra su padre. Y ahora quiere cargarme el muerto a mí.
- ¿Está seguro de todo lo que ha dicho? –dije, serio.- Tengo una cosa que proponerle.
- Le escucho.
- Una alianza. Para echar abajo la mentira de Stewart Strong. Para frenar los excesos de las Minas como tú quieres. Para vengar la memoria de los 84 asesinados en el Thames District. Y para encontrar a mi madre.
- ¿A tu madre?
- Le daré una pista –dije. Noté que se inclinaba hacia delante, tenso.- Diego Orlais es un invento. El nombre es Johnson. Light Johnson.



Continuará…
Si tenéis alguna duda, pregunta, lo que sea, adelante ^^


PD: wild, corregido lo de Gobierno Mundial/Gobierno del Mundo
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wild animal
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por wild animal »

Me gusto mucho la escena de la trampilla hacia la maravilla, es una escena que teniamos esperando desde Wolkenberge ,pero me hace pensar ¿por que Stew no ha pensado en usar la maravilla? Asi que me surgio una idea, ¿que les parece que no sea tan facil usar las maravillas? que se ocupe algo para activar cada una. En un principio pense en que fuera un ritual, pero encontre una idea que espero les guste, que cada maravilla se active con un ser fuerte (no fisicamente), y que cada maravilla se active con una emocion.

Usando esto, podemos hacer que cada usuario que la tenga sea especial, casi diseñada para esa persona, puede ser con la ira (deseo de venganza), avaricia, amor, dolor, etc. ¿Que les parece la idea chicos? Tambien eso explicaria por que Stew no ha podido usarla.


Volviendo al capitulo, la escena del cuerpo decapitado me dio un no se que, un escalofrio (no tiene que ver que estoy frente a un ventilador. Luego dicen que yo soy el que escribe las cosas mas fuertes :lol:

Imagine que la niña era Hermione... digo Gladis

Lo de de donde salio la sonrrisa fue genial, simplemente genial, no tengo mas palabras.

Me gusto mucho la escena del crecimiento de Diego con Gladis, el estilo en primera persona, un estilo que intente usar hace muuucho, por ahi del capitulo 12, pero creo que fue rechazado :lol:

Un dato curioso, que no sé si tu mismo viste, cuando Benjamin se acerca sigilosamente entre la multitud. Si recordamos bien el personaje en que esta basado es Anthony Hopkins (como se escriba), y esa escena es muy similar a la vista en la pelicula "la mascara del zorro", interpretada justamente por Anthony Hopkins.

Fue genial la escena de la muerte de St. Johann con el reloj.

Se me puso la piel de gallina con el final :cry: :( , cuando sonfeso su identidad.

El capitulo es bueno nakama, muy bueno, ¿por que no me habias dejado leerlo? mal hecho vito, mal hecho
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Vito Corleone
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por Vito Corleone »

Vayamos por partes, como diría Jack el Destripador.
wild animal escribió:Me gusto mucho la escena de la trampilla hacia la maravilla, es una escena que teniamos esperando desde Wolkenberge ,pero me hace pensar ¿por que Stew no ha pensado en usar la maravilla? Asi que me surgio una idea, ¿que les parece que no sea tan facil usar las maravillas? que se ocupe algo para activar cada una. En un principio pense en que fuera un ritual, pero encontre una idea que espero les guste, que cada maravilla se active con un ser fuerte (no fisicamente), y que cada maravilla se active con una emocion.

Usando esto, podemos hacer que cada usuario que la tenga sea especial, casi diseñada para esa persona, puede ser con la ira (deseo de venganza), avaricia, amor, dolor, etc. ¿Que les parece la idea chicos? Tambien eso explicaria por que Stew no ha podido usarla.
La idea me gusta, pero para justificar por qué Stewart no ha usado la Maravilla usaría otro recurso, que tenemos que utilizar por narices: el Gobierno se le echaría encima enseguida con todos los recursos posibles y él lo sabe. Lo que el Gobierno no quiere es que nadie utilice las Maravillas, precisamente.

Volviendo al capitulo, la escena del cuerpo decapitado me dio un no se que, un escalofrio (no tiene que ver que estoy frente a un ventilador. Luego dicen que yo soy el que escribe las cosas mas fuertes :lol:
La verdad es que últimamente, sobre todo en Downpour, estoy introduciendo pequeños rasgos gore que creo que la historia debe tener en mayor o menor medida. Ciertamente me gustaría meter más, pero quedaría un poco fuera de lugar (por ahora) meter sangre y brazos y piernas volando xDDD
Imagine que la niña era Hermione... digo Gladis
Joder, Emma Watson me gusta mucho tío, pero no consigo dejar de imaginar a Gladis con la cara de Eva Green xDDDDDDDDD
Lo de de donde salio la sonrrisa fue genial, simplemente genial, no tengo mas palabras.
Gracias, hombre ^^
Me gusto mucho la escena del crecimiento de Diego con Gladis, el estilo en primera persona, un estilo que intente usar hace muuucho, por ahi del capitulo 12, pero creo que fue rechazado :lol:
Yo es que siempre que puedo utilizo ese recurso en mis trabajos, me parece mucho más personal e íntimo (que era lo que quería para este capítulo en concreto) y, al menos a mí, me ayuda a escribir un poquito mejor, o esa es la percepción que tengo xD

Una pena lo de tu propuesta, queda ya tan atrás... Calm, sin temor a equivocarme.
Un dato curioso, que no sé si tu mismo viste, cuando Benjamin se acerca sigilosamente entre la multitud. Si recordamos bien el personaje en que esta basado es Anthony Hopkins (como se escriba), y esa escena es muy similar a la vista en la pelicula "la mascara del zorro", interpretada justamente por Anthony Hopkins.
Por un momento he pensado que la tenía vista pero luego me he acordado de que la que vi estaba protagonizada por otro Anthony, Anthony Flags (aka Antonio Banderas) xD
Fue genial la escena de la muerte de St. Johann con el reloj.
Gracias de nuevo, aunque he de reconocer que el sistema de "Tic-Tac" lo he cogido prestado de una novela de Lee Child, Personal, muy recomendada si os gustan las novelas de acción y espionaje, por cierto.
Se me puso la piel de gallina con el final :cry: :( , cuando sonfeso su identidad.
The name's Johnson. Light Johnson.

CHARAN

CHARAN

CAHARAN CHARARAN

BUM CHACABUMBUM BABABA (x4)

PARAM PARAM PARARAAAAAAAA

6 Noviembre en los mejores cines. Y en los peores también, siempre que puedan pagar los derechos de emisión. CHARAN.
El capitulo es bueno nakama, muy bueno, ¿por que no me habias dejado leerlo? mal hecho vito, mal hecho
La mejor parte de la crítica, sin duda xd


Por cierto, gente, planeo hacer una cosita (aparte de una que llevo haciendo desde finales de WolkenBerge que seguramente no tardaré en poner por aqüí) que espero que atraiga miradillas y sirva como chorradita extra.


Eso, y que habrá que empezar ya a hablar bien sentaditos acerca de la próxima saga, porque el final de esta, aunque en la red esté aún a una distancia respetable, en mi PC está ya cerquita xDDDDDD
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por Vito Corleone »

Dobleposteo porque molo.

Capítulo 65
JUEGO DE SOMBRAS
Spoiler: Mostrar
- A partir de ahí, empecé a colaborar con mi familia. Gladis entró directamente en la organización que bautizamos con el nombre de “Dark Knights”, los Caballeros Oscuros, y yo me mantuve algo al margen. Sólo el abuelo, la abuela y Glad sabían de mi verdadera identidad. Ben convenció a Seb para que a partir de ahí fuera mi taxista. Aunque él pensaba que era el taxista del detective más destacado del gabinete de Strong, en realidad conducía para uno de su propio bando. Fue para que al menos tuviera un contacto de emergencia. A lo largo de este año y medio hemos estado investigando lo que sucedió aquella noche de octubre, pero no habíamos conseguido sacar nada a Stewart. La noche de ayer íbamos a empezar nuestra ofensiva para conseguir. Para ello dimos los primeros pasos con lo del Primer Ministro y lo de los Doce Ilustrados. No pudo ser, por vosotros. El plan no había variado, hasta que hoy, al verme en la misma celda que hace cinco años, me he acordado de lo que pasó y… Chicos… ¿Me estáis escuchando?
- ¡¡BUAAAAHAHAHHH!! ¡Pero qué triste, joder! –gritaba Tony, dando pequeñas patadas al suelo. Lloraba a moco tendido.- ¡¡Qué tristeee!!
- Macho… -dijo Van, poniendo su brazo en el hombro del otro.- Desgarrador. Desgarrador, en serio. Mis respetos.
- Pfff… -resopló Anthony, tratando de asimilar todo aquello.

John se mantuvo serio y callado. Reflexivo. Benjamin y “Diego” habían terminado de contar la historia. Suspiró, trastocado. Agachó su cabeza. El que terminó de contar la historia se percató de lo que pasaba por la cabeza del muchacho.
- Y pese a todo… No somos los buenos de la historia. Aún puedes elegir el bando. Al fin y al cabo, que estamos viviendo hoy no es más que la historia de otra venganza –dijo.
- No. Tienes razón, aún puedo elegir bando. Pero ya he elegido.
- …
- Contad con nosotros.

Después sonrió.
- Nosotros… Somos piratas. Tampoco somos hermanitas de la caridad.

Anthony, Tony y Van sonrieron, aprobando la decisión de su capitán, y asintieron. Benjamin, Sebastian, Gladis y Light les dieron las gracias, tantas veces que perdieron la cuenta.
- Lo primero es salir de aquí… -dijo John, mirando a los barrotes. Hubo un silencio.

Hasta que alguien gritó desde las entrañas del palacio.
- ¡¿QUIÉN ESTÁ AHÍ ARRIBA!?

Era Miranda.


Golden Palace, quince minutos antes de la llegada del invitado.

David Brown, que había adoptado el apellido de sus padres de sangre a petición del propio Ben para que no fuera relacionado con los Johnson, cosa que había hecho Sebastian también, abrió la tapa que tenía sobre su cabeza.
- Ostias, pues por aquí no es…
- ¿Qué ves, Dave? –preguntó Benjamin.
- Hay una mesa, con cosas encima.
- Sube.

Subió. En silencio, tratando de sacar el menor ruido posible. Podía haber algún guardia en la puerta de la estancia. Alzó la mirada para ver lo que había en la mesa. Dos espadas, una negra y otra blanca, y muchas llaves.
- Creo que he encontrado vuestras espadas…- susurró. Anthony y John le pidieron que se las acercaran. Así lo hizo.- Y hay llaves. Podríamos probar con las esposas.
- ¿A qué esperas?

Cinco minutos después (10 minutos antes de la llegada del invitado)

David Brown abrió otra tapa. La segunda.
- ¿Y bien? –preguntó, esta vez Tony.
- La madre que me parió… Estoy en racha.
- ¿Qué ves?
- Tres coches. Creo que son los vuestros… Debe ser la entrada del palacio.
- ¡Mejor que mejor! ¡No saldré de aquí sin mi Royal!
- ¿Estáis seguros? –exclamó Anthony.- Será arriesgarse mucho.
- Los flojeras, meteos rápido en los automóviles. Los que sepáis pegar, repeled los más que probables ataques que nos lancen.
- ¡Adelante!

Salieron todos a gran velocidad de la alcantarilla, en fila india. A Miranda le costó algo más, pero en cuanto salió de la ratonera, Benjamin la cogió en brazos y se la llevo hacia uno de los automóviles. Sebastian también corrió hacia uno de los coches, y Dave, tras hacer un amago de quedarse a pelear, también corrió hacia los vehículos.

Los vigilantes que rondaban la fachada del palacio no tardaron en dar la voz de alarma y en abalanzarse sobre los fugitivos. Comenzaron a disparar contra los más adelantados cuando estos aún no habían llegado a sus medios de transporte.
- ¡Dejad mi Royal y escapad vosotros! –gritó Diego.- ¡Enseguida os pillamos!

Para entonces, John ya se había acercado al primer guardia de seguridad, cuyo disparo no acertó en el joven.
- ¡¡EXPLOSIVE PUNCH!! –gritó, y de un puñetazo mandó a volar al susodicho guardia y a los tres que venían por detrás. Otros dos venían por detrás, y le apuntaron.- ¡Anthony, cúbreme!
- ¡Sand Block! –exclamó el Desertor, interponiéndose entre John y las balas, ahogando los disparos en su cuerpo de arena.

Por su parte, Benjamin, Miranda, David, Sebastian y Gladis ya se habían metido en los automóviles, y habían arrancado, dirigiéndose a la entrada.
- ¡Que no huyan! –decía uno de los guardias.- ¡¡No les dejéis hu…!!

No pudo terminar la frase, pues, sin previo aviso y sin haberlo visto venir, recibió un ardiente y eléctrico puñetazo que lo dejó k.o. al instante, empotrándolo contra el suelo. Por su parte, Tony se transformó a su forma híbrida y alzó el vuelo, sacando su arco y sus flechas y empezando a disparar a discreción contra los guardias, que eran atravesados por gruesas flechas que los clavaban al suelo desde el hombro.
- ¡¡HEAVY ARROW!! ¡¡PLUMMETING!!

Aquello se iba convirtiendo en una carnicería.
- ¡¿ES QUE NO NOS OYEN DESDE EL INTERIOR!? –preguntaba, con una flecha en el muslo uno de los guardias, sin poder evitar el llanto.- ¡¡¿DÓNDE ESTÁ EL CP5!!?
- ¡¡AAAAAAAAH!! –exclamó otro cuando Anthony le provocó un severo corte en el torso con una especie de media luna de arena que salió de su antebrazo.

El propietario del vehículo que quedaba ahí, mientras tanto, defendía con uñas y dientes el Royal negro, a sabiendas de que una sola rueda pinchada podría suponer su tumba. Parecía no estar pasando apuros, pues eliminaba a los guardias pocos guardias que llegaban ante él antes de que estos pudieran disparar a las ruedas.
- ¡Marguerite Kick! –gritó al ver a uno de los guardias acercarse peligrosamente, y antes de que este pudiera reaccionar, dio un salto mortal en el aire, y con una estética perfecta, golpeó con la pierna derecha el cuello de su víctima, que cayó redonda al suelo.- Qué molestos…

John, mientras tanto, fue rodeado por cinco hombres, que se abalanzaron sobre él. Y tuvo que improvisar. Empezó a girar sobre sí mismo, a gran velocidad y con los puños cerrados y extendidos a los lados, a medida que los otros se le acercaban, espadas en mano.
- ¡EXPLOSIVE PEG-TOP!

A cada guardia que chocaba con sus puños, se producía una gran explosión, y en cuestión de un segundo, los cuatro estaban totalmente inconscientes en el suelo.
- Nada mal –dijo John, congratulándose.- ¡¡Diego!!
- ¡¡Todos al coche!! –respondió el otro, que ya se había encargado de todos los atacantes de su zona, y había arrancado el vehículo.- Y llámame Light. Ya es absurdo seguir con la mentira –finalizó, con una pícara sonrisa.
- De acuerdo… ¡Rápido, adentro!

John, Anthony, Tony y Van corrieron, tras encargarse de los que les quedaban, hacia el automóvil, que ya se había dado la vuelta y apuntaba con el morro hacia la salida. Cerraron la puerta por dentro, y Light arrancó el motor, saliendo a una velocidad endiablada del recinto de la Golden Palace. Dejaron la cúpula y la carretera bien asfaltada atrás, y se introdujeron en el bosque de O’Bitiland.

7 minutos para la llegada del invitado
- John –dijo el conductor, acercando un DenDen Mushi al pirata, que iba en el asiento de copiloto.- Llama a Ben. Dile que se desvíen de la ruta, que no sigan en la carretera.
- ¿Por qué?
- Hazlo.
- Está bien –respondió el otro. Descolgó, marcó y esperó.
- ¿Por qué se tienen que desviar? –preguntó, extrañado, Anthony.
- Adentrarse en el bosque es difícil, y podrían chocar contra los árboles –insistió Tony.
- Confiemos en que no lo harán –respondió Light, dando un golpe de volante brusco e introduciéndose en el bosque.
- ¡Hola, Ben! –dijo John, cuando una voz respondió desde el otro lado. – Light dice que os desviéis del camino. Rápido. Informa a Sebastian también.

No hubo respuesta desde el otro lado. Colgaron el aparato. Light no frenaba pese a encontrarse con árboles a escasos metros continuamente. Los otros cuatro pasajeros iban agarrados a las sillas y con la espalda echada hacia atrás, tensos todos ellos. Sin embargo, el otro no parecía sentirse aterrorizado por la idea de empotrarse contra un árbol, y mientras fumaba, manejaba con destreza el vehículo, dando curvas mediante derrapes, metiendo el coche por huecos donde apenas cabía, y pisando el acelerador cuando podía.
- Por… ¿Por qué teníamos que salir de la ruta? –preguntó Van, que estaba evocando sus sensaciones del primer viaje que hizo a Bench, aunque multiplicados por diez.
- Porque nos hubiéramos dado de bruces contra otros vehículos.
- No te entiendo –dijo Anthony.- ¿No decías que este lugar era hiper secreto?
- Por eso mismo era más peligroso quedarse. Significaría que los que venían sabían de la existencia del lugar y que, por tanto, nos detendrían en el mismo momento en el que nos vieran.
- Un momento… -John seguía agarrado al asiento.- ¿Cómo puedes saber que venía alguien?
- Porque todas las puertas estaban abiertas y no había ningún otro coche aparte de los nuestros en la rampa de salida. No las abrirían a no ser que supieran que alguien iba a llegar en poco tiempo. Y tengo miedo de que ellos no hayan conseguido desviarse a tiempo.
- Madre mía… -dijo Tony, abriendo sus ojos de par en par.
- ¿Qué pasa? –preguntó Van a su compañero.
- Escucho ruidos de muchos motores y de trompetas. Vienen de la carretera.
- Hemos estado cerca –sentenció Light, sin parar de maniobrar. Finalmente, salió de la zona boscosa para entrar en una carretera secundaria en la que no había vehículos, pero que al menos estaba asfaltada. El joven bajó del coche.

Dio una calada a su cigarro, cogió el DenDen Mushi que había dejado a John, y mientras ponía un pie en el suelo, llamó. Mientras aguardaba la respuesta, dio una vuelta alrededor del Royal para asegurarse de que no tenía ningún rasponazo ni estaba excesivamente sucio.
- ¿Diga?
- Ben, soy yo. ¿Habéis virado a tiempo?
- Sí, lo hemos conseguido justo a tiempo. Creemos que no nos han visto a ninguno de los dos coches, puesto que no han parado.
- Bien.
- ¿Cuál es el plan? ¿Amparal?
- No del todo. Rastrearán toda la región. Saldremos hacia Rondinum por la Vía Terrae. Nos juntaremos en el hostal y hablaremos con más calma allí. Si ocurre algo, infórmame de inmediato.
- Hecho.
- Hasta luego.

Así que Light entró en el automóvil de nuevo, y giró la llave que había dejado en el contacto. Pisó el acelerador y tomó la carretera, dejando tras de sí una nube de polvo de tono marrón.

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Golden Palace, de vuelta en la actualidad, Salón del Cielo

Stewart Strong caminaba de un lado a otro, inquieto y mirando por la ventana. Ya habían recogido todos los cuerpos de la entrada principal. Lo habían hecho un minuto antes de la llegada de Sir Winston Garlic. Un total de cuarenta. Cuatro de ellos ya no tenían vida, dos a causa de sendos flechazos en el cráneo y el pecho, uno a causa de un traumatismo en el pómulo y quemaduras graves y el último a causa de un severo corte en el torso.

No se habían cortado ni un pelo. Eran piratas y asesinos, y se habían portado como tal. Pero no conseguirían salir de la provincia, aún menos de la isla. Tarde o temprano, daría con ellos, y los mataría a todos en ese mismo instante. O lo harían otros por él.

Atravesó con sus ojos el cristal, y más allá, la cúpula, y más allá, las montañas de Terralta, y mucho más allá, Rondinum. Pensó en aquel día de octubre.

- ¡¡SALTAAAA!!

El muchacho saltó. Noventa y seis metros de caída. Era imposible sobrevivir. Absolutamente imposible. Era imposible para un hombre fuerte, ¿cómo no iba a serlo para un mocoso de doce años? Pensó que el agua pudo haber amortiguado el golpe. No. Caer desde aquella altura era como chocar contra el cemento. Hubiera quedado hecho trizas, de la misma forma que hubiera terminado de chocar contra la acera.

Y sin embargo, cinco años después había descubierto que seguía vivo. No sólo había descubierto que estaba vivo, sino que llevaba año y medio haciéndose pasar por un amigo del alma del gobernador cuando en realidad lo único que tenía en mente era vengar a su madre.

Sin embargo, había tenido oportunidades. Muchas. Y no lo había hecho. Había algo que no encajaba. Un portazo lo sacó de su ensimismamiento. Alguien cerró la entrada con llave, desde dentro.
- Stew… Tenemos que partir.

Stewart suspiró. Dio media vuelta, y vio a Whisper, mirándolo con gesto serio y las manos en los bolsillos. Llevaba una llave dorada colgada del cuello.
- Escóndela.
- Da igual. Al fin y al cabo, vamos a matarlos.
- En fin…

Entonces, caminó hacia la pared interior del edificio, el opuesto a la ventana, no sin antes mirar el techo abovedado y transparente. Se situó delante de un retrato. El cabecilla del CP5 hizo lo propio, colocándose al lado del gobernador. Stewart dio un paso al frente, y sujetó el cuadro desde una esquina. Después, lo abrió como si se tratara de una puerta, mostrando la caja fuerte que había tras la obra de arte. Insertó la combinación correcta, y la abrió.

- Qué nostalgia… -dijo Whisper.- Este no es su lugar.
- Porque su tumba ya estaba ocupada.
- Pero… ¿Y lo sencillo que hubiera sido cambiarlos?
- Hubiera sido dejarla descansar en paz –respondió Stewart, con una sádica sonrisa.- No podía hacerlo. Esa zorra estuvo a punto de arruinarlo todo.
- Al final, no sé si nos estará saliendo caro.
- No, no es por eso. No me refería a eso. Me refería a que su espíritu, la verdad, sigue viva con Light. Y con su puta familia. Y bastante han hecho con mantenerse quietos cinco años. Nos van a joder bien, Whisp. Si sale a la luz, si el mundo conoce lo que sucedió en la Caza del Octubre Rojo y ese día en el Rondinum Eye… Dios sabe qué puede ocurrir.
- En ese caso, nuestra única opción es no dejar que salga a la luz –propuso Whisper.
- Pues mata, desmiembra y cómete a esos hijos de puta. Es hora de teñir Downpour de rojo.

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Rondinum, Thames District

´Las calles estaban vacías. Ya había oscurecido, y las nubes negras se cernían sobre la ciudad, amenazantes. Un Royal, del mismo tono que las nubes, aparcó sobre aquel camino subterráneo de tierra, ajeno a todo lo que sucedía en el exterior.

De él descendieron cinco jóvenes. Y caminaron a través de lo que quedaba de senda hasta llegar a una discreta puerta de metal. Uno de los cinco sacó una llave, y abrió la puerta. Subieron una escalera en espiral, y llegaron a una trampilla. Y la abrieron, y llegaron a una especie de habitáculo, estrecho y pequeño, con otra puerta de metal enfrente. Y la abrieron también, esta vez con una combinación numérica –que resultó ser “dos, dos, dos, dos”-, y llegaron a una especie de gimnasio.
- Por cierto, Light… -John vaciló.- ¿A quién has llamado antes?
- A una amiga.

Estaban en el gimnasio. El gimnasio en el que el muchacho pasó su infancia, entrenando a diario. Pensando, en solitario. Estaba lleno de viejos sacos de boxeo, y de roña en las barras de metal, desperdigadas y a medio meter en cajas de cartón.
- ¿Qué es este sitio? ¿No íbamos al hostal? –preguntó Van, tensándose un poco.
- Sí.

Después el joven abrió una puerta y subió las escaleras que había al otro lado. Al subir, llegaron a una nueva habitación. Salieron. Estaban en el Ben’s Hostel.
- Vaya… Jamás hubiera pensado que este sitio tuviera tantos pasadizos –murmuró Tony.
- Esa es la intención.
- ¿Por qué no han llegado los demás? –preguntó, entonces, Anthony.
- Porque son lentos –Light soltó una pequeña carcajada.- Estarán bien. No tardarán en llegar. ¿Una copa?
- Por favor –respondió John, sediento.

Así que el joven sacó una botella de whisky y sirvió cinco copas. Brindaron, y bebieron. Viendo el percal en el que se habían metido, podía ser aquella la última vez en que lo hicieran. O eso pensó alguno, por algún instante.
- ¿Sois conscientes de la situación, verdad? –preguntó Van.- El Gobierno nos persigue. Si nos pillan, se acabó el juego. Y esta vez no se andarán con bromas. Ya no nos ampara la ley.
- No es del todo así –respondió Light.- Es cierto que ahora mismo nos busca toda la gente que podría buscarnos en la isla. Han cerrado los puertos, las salidas de todas las provincias, y han desplegado todas sus unidades de policía disponibles.
- Vaya impulso para mi optimismo… -dijo Anthony, irónico.
- Sin embargo… -prosiguió Johnson.- Aún tenemos una vía de escape.
- ¿Cuál? –preguntó Tony.
- Sacar a la luz que Stewart mató a St. Johann. Si conseguimos hacerlo, serán ellos los que pasen a estar acorralados.
- Jamás nos oirían. No nos harían caso –respondió Van, pesimista.- Los del Gobierno Mundial, quiero decir.
- No estoy del todo de acuerdo –dijo Light, sonriendo levemente justo antes de que alguien golpeara la puerta.

Se incorporó y avanzó hacia la entrada. Después, abrió al visitante. John, Anthony, Tony y Van dieron un respingo, y se pusieron en posición de ataque. Light no pareció asustarse.
- Buenas noches…

El suelo tembló bajo sus pies. El resto de coches habían llegado.

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Abadía de Southminster, media hora atrás

Un hombre pequeñito y rechoncho corría, como podía, a través del pasillo principal de la colosal iglesia. Charles MacAbbeh parecía increíblemente inquieto, estaba muy pálido y sudaba. Se apresuró hacia su dormitorio. Una vez allí, rebuscó entre sus pertenencias y cogió un pequeño DenDen Mushi. Marcó apresuradamente un número y aguardó la respuesta.
- ¿Diga?
- ¡Stewart! Soy yo, Charles.
- ¿Qué quieres? Estamos en un buen apuro, no estoy para gilipolleces.
- La Vicealmirante Isabella. Me ha estado interrogando. Sabe que hay algo más allá de las Minas de Terralta. Sabe que Sir Winston Garlic está aquí. Y está decidida a saber el por qué.
- Espera… ¿Sabe lo de St. Johann? ¿Y lo de Mary?
- No se lo he dicho, pero creo que sospecha de nosotros. Mucho.
- No me jodas… ¿Dónde está?
- Se acaba de ir corriendo. Ha recibido una llamada.
- La madre que la parió… Esto se nos está yendo de las manos. Vamos de camino a Rondinum. No te muevas de la Abadía.

Desde el otro lado, Strong colgó. Y MacAbbeh empezó a respirar atropelladamente. No se sentía nada bien.


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Hospital de Dilemburg

Era una estancia blanca, ennegrecida en las esquinas a causa de la humedad. Había un par de enfermeras y un hombre de cabello gris y gafas redondas en ella. Y una cama. El individuo que estaba tumbado en la misma estaba conectado mediante cables a innumerables máquinas. Su pulso parecía ser bastante débil.

Alguien entró precipitadamente en la habitación.
- ¡¡Sir MacMoyes!! –exclamó. Era un agente de policía.
- ¡¡¿Está loco!!? ¿No ve que el paciente está grave?
- No… -musitó Henry, desde su lecho. Después, miró al recién llegado.- Dígame.
- Le requieren en Rondinum. Es un mensaje urgente del Gobernador.
- Sir MacMoyes, no puede irse, su salud podría empeo…
- Cállese –respondió este, incorporándose como podía mientras se quitaba los cables.- La enfermedad me dejó tocado, pero no estoy tan jodido todavía.

Así que se levantó, cogió sus ropas, se vistió y caminó, despacio, hasta la puerta, ante la atónita mirada de los presentes.
- Nos vamos a Rondinum –dijo al agente de policía que había ido a buscarle.


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De vuelta a la actualidad. Ben’s Hostel

Todos estaban viendo la pequeña televisión del bar. Era una grabación chapucera. Improvisada y mal hecha. El fondo tampoco era el que exigía una situación como aquella. Un discurso como aquel. Aquella escena les hacía recordar vagamente una que sucedió cinco años atrás.

En pantalla, Sir Stewart Strong. Todos fruncieron el ceño cuando el hombre puso su careto estresado ante la cámara. Parecían estar en el interior de un vehículo. De camino a Rondinum, pues a sus espaldas se veía la falda sur de la Meseta de Terralta.
- Ciudadanos de Downpour. Supongo que ya habéis visto las órdenes de búsqueda y captura emitidas desde palacio hace dos horas. En ellas aparecían los nombres y apellidos de diez personas. Entre ellas habéis podido leer nombres como los de John Conde, la “Pantera Negra”, Anthony “El Desertor Blanco”, Benjamin Louis Johnson, el asesino de St. Johann y conocido en la isla como “La Sombra” y Sir Diego Orlais. Quería hablaros acerca de este último –su rostro era serio y oscuro.- Nos ha engañado a todos. No es el detective, defensor de la justicia y de la buena gente que creíamos que era. Es aliado de “La Sombra”, su agente oculto en el Gobierno. Su objetivo es acabar con el Gobierno, con el país entero. Y su mentira no se limita a esto. Pues ni siquiera se llama Diego Orlais. En memoria de todos está la pareja de malhechores que formaron Mary Johnson y su hijo, Light. Ella falleció en su intento de huida. También creíamos que él había muerto. Pero resulta que no. Diego Orlais es en realidad Light Johnson. Y quiere seguir con el trabajo que su madre dejó a medio hacer. Quiere sacar a la luz secretos de estado y hacerse con el “Tesoro Nacional”, provocando así nuestra división. Quiere derrumbar Downpour. Quiere destruir nuestras vidas. No le dejaremos hacerlo. Si sabéis acerca de ellos, contactad con la policía. Gracias.

Nadie dijo nada durante un instante. Los que aún tenían whisky en su copa, bebieron el licor de trago, y mantuvieron su silencio. Al final, Light habló.
- Vaya mierda de discurso. Improvisado y desordenado. Tienen los huevos de corbata.
- Y asesinos del Gobierno –respondió Benjamin. Después se giró hacia una mesa que quedaba en penumbras. Había dos personas en la misma.- ¿Y bien?
- ¿Debería creerme vuestra historia por esto? –preguntó una de ellas.
- Creo que usted es perfectamente consciente de que es la verdad –respondió Gladis.- Empezando por el hecho de que la hayamos traído hasta aquí y se lo hayamos contado todo, arriesgándonos a que nos matara. Porque podía haberlo hecho. Sin embargo, ha optado por seguir en silencio.
- Supongamos que toda la historia de Stewart Strong y Mary Johnson, de la Caza del Octubre Rojo, del asesinato de St. Johann… Es cierto –prosiguió la de la mesa oscura.- ¿Qué propondríais hacer?
- No tenemos otra solución que ir de cara hacia el problema –resolvió John.- El enfrentamiento es inevitable.
- Por eso he contactado con usted –prosiguió Light.- Porque la necesitamos. Necesitamos a alguien con su estatus, con su rango, para que nos ofrezca el apoyo necesario.
- Si os ayudo, me estaré condenando a un severo castigo.
- O se estará premiando. Piénselo. Ayudaría a descubrir el asesinato de un Dragón Celestial.
- ¿Qué quieres que haga?
- Quiero imagen y sonido.
- Stewart tiene a todo el Gobierno del Mundo apoyándole.
- Lo sé, Vicealmirante. Y nosotros la tenemos a usted. Hasta el momento del bombo y del platillo, esto consiste en ser más rápido que el enemigo. En pensar rápido y avanzar con respecto a las decisiones que pueda tomar. Hasta que empiece a brotar la sangre, esto es un juego de sombras. ¿Stewart tiene al Gobierno del Mundo? Pues pongámoslo en su contra.

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Distrito de Grayhall y Southminster.

Había empezado a llover. Otra vez. Ya había perdido la cuenta. Y volvió a sentir el frío tacto de las gotas en su tosca y áspera espalda, y volvió a maldecir aquel momento en el que aceptó el encargo de llevar la Corona ante su capitán, en busca de algún tipo de premio. “Es el paraíso” –pensó. “¿Qué va a poder pasarme?”. Lo recordaba todo más tranquilo. Probablemente por la infausta imagen que tenía de los mares más allá de la Red Line.

Bastian caminaba por la calle, sin rumbo fijo pero con una tarea bien señalada. Y más le valía cumplirla. Frenó, de pronto. Y giró la cabeza hacia la pared de una casa. Y vio un gran cartel con diez caras en ella.

“Vivos o muertos”.

Y vio la cara de John Conde, la “Pantera Negra”, y Anthony “El Desertor Blanco”. Junto con otras ocho caras. Ya tenía una base sobre la que construir su futuro. Pero seguía sin entender cómo uno de los hombres más diabólicamente temibles del mundo tenía tanta fijación por unos pardillos como aquellos.

Si estaban en búsqueda y captura por parte del Gobierno de la isla, significaba que la moción estaba secundada por el Gobierno Mundial. Tarde o temprano los atraparían. Y él sólo tendría que estar cerca en ese momento. Sonrió y prosiguió su camino hacia ningún lugar en concreto.

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Restaurante Winding Stair, Dilemburg

Paul miraba a través de la ventana, nervioso. Había gente cenando en el establecimiento, y el ambiente era el de una noche casi normal. En los temas de conversación de los comensales aparecían los nombres de los criminales a los que el Gobierno había ordenado dar caza.

Con una mano sostenía un DenDen Mushi, y con la otra el altavoz adjunto al aparato. Respiraba ansiosa y aceleradamente, y golpeaba con la punta del pie el suelo repetidas veces. Cualquiera hubiera dicho que estaba cardíaco perdido. Y así siguió hasta que alguien, al cabo de un larguísimo medio minuto, contestó.
- ¿Diga?
- ¡Ben! Dios mío, qué alivio que estés vivo. ¿Estáis todos bien?
- ¿Paul? ¿Qué pasa?
- Ah, sí. Ha sido hace menos de cinco minutos –dijo, con su voz de mezzosoprano temblorosa.- Acaba de pasar el automóvil de Henry MacMoyes directo hacia la variante para coger la autovía. No me extrañaría que fuese a por vosotros.
- ¿MacMoyes? ¿Con la cara rota? Están luciéndose, desde luego.
- ¿Estáis bien?
- Por ahora sí. Ahora… ¿estás loco? Podrían rastrear esta llamada.
- Ay, ay, ay… Lo siento –dijo Paul, e hizo ademán de colgar.
- Espera, Paul.
- ¿Sí?
- Voy a pedirte un favor…
- Dime.

Paul escuchó, tenso. Después asintió y colgó. Desde una mesa alzaron un brazo. Habían terminado de cenar y querían la cuenta. Paul fingió la más inocente de sus sonrisas de metre y acudió a la llamada de los clientes. Con algunos de ellos había llegado a hacer muy buenas migas.

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Distrito de Grayhall y Southminster, en un piso cualquiera.

El hombre acababa de salir de la ducha y caminaba por su hogar en albornoz y descalzo. Se acercó hasta la cocina y se sirvió un vaso de agua. Después vació un sobre de somníferos en el recipiente, y comenzó a remover con la cucharilla. Le costaba dormirse.

Sonó el DenDen Mushi de la sala de estar. Caminó, con el vaso en la mano, hacia el teléfono. El proyector de la televisión estaba encendido, y el telediario de la noche emitía en diferido el discurso de Stewart Strong. No se lo podía creer. ¿Cómo era posible que Diego Orlais, máximo accionista y la voz cantante de la Sociedad Arqueológica de Downpour, además de gran amigo suyo, fuera en realidad un asesino que trataba de desestabilizar el país?

Dio un buen trago al preparado justo antes de descolgar.
- Jean Rosenborg al aparato.
- ¿Jean? Soy yo. Diego.

El vaso se resbaló de las manos del hombre, y se rompió en mil pedazos cuando chocó contra el suelo de madera.
- Di… Diego –apenas le salían las palabras.- Tú…
- Jean, escúchame. No todo lo que ha dicho Strong es verdad, ¿vale? Sí, me llamo Light Johnson y sí, he hecho algunas cosas que un hombre civilizado jamás debería hacer, pero no soy el diablo que me quiere hacer parecer. Mi intención no es destruir Downpour. Simplemente… -hizo una pausa.- Hazme un último favor, ¿quieres? Ve a las excavaciones…
- ¿Por qué debería creerte? –respondió, tajante, el hombre al que John había bautizado como el “Sr. Queólogo”. Por lo visto, ese muchacho también estaba metido hasta el cuello en el asunto.- ¿Por qué? Si me has estado… Si has estado mintiendo a todo un país durante todo este tiempo… ¿por qué debería creerte en este momento?
- Jean… Porque yo… No soy el único que ha mentido aquí. Por favor. Te lo suplico. Confía en mí una última vez. Por este último año. Por favor.
- … Habla.
- Ve a las excavaciones. Lleva dinamita. Y haz un agujero en el suelo en el punto en el que terminamos las excavaciones. De unos diez metros. Llegarás a las catacumbas de Rondinum. Necesito que busques una puerta de oro. Y que me esperes ahí.
- Te… ¡¿Te has vuelto loco!? ¿Cómo voy a dinamitar el subsuelo de Rondinum? ¡Podría dañar las catacumbas! No… No puedo hacer eso…
- Joder… Tienes razón –hubo un breve silencio. De pronto, se escuchó un respingo desde el otro lado. Como si a alguien se le hubiera encendido una bombilla.- Jean, cambio de planes. Ve a la Abadía de Southminster. Y pide que te den las llaves del cuarto de las fregonas. Si no te las dan, pídeselas más persuasivamente. Cuando las consigas, pégame un toque. Por favor. Te prometo que esto tiene un buen motivo detrás.

Jean suspiró y sonrió levemente. Después cerró los ojos.
- Abajo el tirano. Esto… Es por lo del Octubre Rojo. Yo estaba en Bench ese día.
- … Gracias.

El hombre miró al suelo, y vio el contenido del vaso desparramado por el suelo junto a cientos de cachitos de cristal.
- Creo que voy a necesitar una buena dosis de té…

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Carreteras de McShire.

- ¿Así que no vamos a Rondinum, Sir?
- Directos no. Daremos un pequeño rodeo. Por las Minas de Terralta. Es una orden directa de Stewart.


Continuará...

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Takagi
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por Takagi »

Iba a leerlo y digo, narices, esto me suena xD. Muy bueno Traffy, esta saga para mí es muy buena, muy seria, muy compacta, me gusta. Enhorabuena Vito ^^.
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wild animal
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por wild animal »

Capitulo leido, me ha gustado, no se cuanto ha durado pero me paso mas rapido que los demas.
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Debo confesarlo, aun me cuesta ver quien es sebastian y quien el otro :lol: :lol:

John fue atacado por 5 guardias y vencio solo a 4, ¿que le paso al 5to? :lol: :lol:

Eso de "mata, desmiembra y cómete a esos hijos de puta. Es hora de teñir Downpour de rojo" me encanto, se escucho genial, sobre todo lo de "comete"

Debo decir que lei casi todo el capitulo escuchando una y otra vez esta cancion



Olvide quien es Sir MacMoyes, lo siento :oops: :cry:

Se me salieron 2 sonrrisas seguidas, con lo de "los enfrentaremos" y "quiero imagen y sonido" :aplausos: :aplausos: :aplausos: :aplausos:
Una duda, pero no solo para ti, si no para todos, ¿Bastian sabe que lo que realmente busca Belzeb son las espadas? Jane Madina sabia seguro, por que lo que ella buscaba eran las espadas (algo que Salamandra nunca supo), pero ella es una peso pesado en el ejercito de Belzeb, mientras que Bastian un peon mas. ¿Bastian sabe que ambas espadas son 2 de las maravillas? tendria logica ya que reto a los panteras a seguirlo hasta rondinum para asi poder quitarselas, ¿ustedes que dicen?

Esperando con ansia el siguiente, muy buen trabajo como siempre nakama.
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Vito Corleone
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por Vito Corleone »

Takagi escribió:Iba a leerlo y digo, narices, esto me suena xD. Muy bueno Traffy, esta saga para mí es muy buena, muy seria, muy compacta, me gusta. Enhorabuena Vito ^^.
Muchísimas gracias ^^
A ver si le damos un buen arreón a la traca final que queda y ya podemos empezar a plantear la siguiente saga.

wild animal escribió:Capitulo leido, me ha gustado, no se cuanto ha durado pero me paso mas rapido que los demas.
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Debo confesarlo, aun me cuesta ver quien es sebastian y quien el otro :lol: :lol:

John fue atacado por 5 guardias y vencio solo a 4, ¿que le paso al 5to? :lol: :lol:

Eso de "mata, desmiembra y cómete a esos hijos de puta. Es hora de teñir Downpour de rojo" me encanto, se escucho genial, sobre todo lo de "comete"

Debo decir que lei casi todo el capitulo escuchando una y otra vez esta cancion



Olvide quien es Sir MacMoyes, lo siento :oops: :cry:

Se me salieron 2 sonrrisas seguidas, con lo de "los enfrentaremos" y "quiero imagen y sonido" :aplausos: :aplausos: :aplausos: :aplausos:
Una duda, pero no solo para ti, si no para todos, ¿Bastian sabe que lo que realmente busca Belzeb son las espadas? Jane Madina sabia seguro, por que lo que ella buscaba eran las espadas (algo que Salamandra nunca supo), pero ella es una peso pesado en el ejercito de Belzeb, mientras que Bastian un peon mas. ¿Bastian sabe que ambas espadas son 2 de las maravillas? tendria logica ya que reto a los panteras a seguirlo hasta rondinum para asi poder quitarselas, ¿ustedes que dicen?

Esperando con ansia el siguiente, muy buen trabajo como siempre nakama.
En hezpoiler:
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- Sebastian es el pelirrojo y David Brown es el moreno xDDD. Son personajes que coinciden en muchas escenas, así que es más o menos comprensible la confusión, pero si repasas los capítulos que llevamos enseguida te aclararás xD

- El quinto guardia se evaporó cual chorrete de agua en volcán. Gracias por avisarme del gazapo xD

- La intención era dar un toque de sadismo y locura tanto a Strong como a Whisper. Me alegra que te gustara ^^

- Temaso xDD

- McMoyes es el anterior jefe de policía, ese al que John metió un puñetazo tremendo en Dilemburg por pegar a un niño. Y el mismo que le hizo la herida del ojo a Light.

- Esto toma tintes de que va a haber toñas guays... ¡Aguantad un poco, que no falta tanto para el intercambio de golpes definitivo!

- Yo creo que Bastian no sabe nada sobre las espadas. El que sí sabe es Belzeb, y por eso le ha dicho que le tenga informado sobre John y Anthony. Puede ser una buena manera de que el Yonko empiece a interesarse por los protas. Y es que el enfrentamiento entre esas dos tripulaciones puede ser grandioso.

En no mucho publicaré el 66 ^^

Y la chorrada que os prometí que publicaría xDDD
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Vito Corleone
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por Vito Corleone »

Llega el capítulo 66 de la mundialmente aclamada serie Panteras Negras. ¡Ánimo, que ya falta menos!
Capítulo 66
VENGEANCE
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Larsat, Golden Palace. Una hora después de los hechos del capítulo anterior.

Era una casa pequeñita, cuca. Discreta y nada ostentosa, tal y como Sir Winston Garlic había solicitado. Cuando estaba lejos de los ornamentados y lujosos palacios en los que solía pasar sus horas, prefería evocar su pacífica y rústica granja de McShire.

Técnicamente, estaba dentro de las murallas de un gran palacio, pero le parecía mejor considerar aquel pequeño pueblo como un “mundo aparte”. Bebía té. Y permanecía sentado en una ancha butaca. Y tenía un comunicador en la mano. Aguardaba la respuesta desde el otro lado.
- ¿Sí?
- Aquí Garlic. Ya estoy en Larsat. Se ha liado una buena.
- Soy, consciente, Winston –era una voz ronca.- Pero… ¿Para qué me has llamado?
- ¿Estás de broma? Sugeriste que esto fuera por culpa de lo de las Minas.
- ¿Y?
- Es ridículo.
- No te entiendo.
- Nadie asesina al Primer Ministro y a los Doce Ilustrados por manifestarse.
- ¿La Corona?
- Tampoco estoy seguro. El objetivo principal de la caza ha tenido muchas opciones de arrebatar las llaves al CP5.

Seamus McKintosh abrió la puerta desde la calle, y entró en la casita. Garlic no hizo ademán de levantarse a saludarlo. Ni siquiera le miró.
- No te entiendo. Tiene que ser por la Maravilla. ¿Por qué si no iba Strong a mentir y a matar? En esa isla no hay nada más que ocultar.
- Sé de buena tinta que sí lo hay, amigo.
- ¿De buena tinta? ¿Qué más puede haber?
- Mi fuente me ha dicho que no me preocupe. Que lo sabría más tarde que pronto.
- ¿Fuente? ¿Ajena al Gobierno del Mundo? ¿Y te fías de un bicho callejero?
- Por el amor del cielo… ¿Qué clase de Supervisor Jefe sería si no tuviera contactos más allá de las paredes que os rodean?
- Más te vale estar en lo cierto. El mundo no puede arriesgarse a que la Corona esté en las manos equivocadas.
- No lo estará.

Y colgó. Ni siquiera él mismo estaba seguro de haber obrado bien. Después recapacitó, y se aseguró a sí mismo que estaba en lo cierto. Ahora sólo tenía que esperar sentado. El tiempo dictaría si iba a tener que pasar a la acción.

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La Ciudad Negra

Sir Daniel Lecter observaba con mirada impasible el triste caminar de aquellas almas en pena que, con la negrura dibujada con trazo grueso tanto en la expresión facial como en el espíritu, movían piedra azabache de aquí a allá.

Se dijo, con satisfacción, que los nuevos trabajadores, llegados desde todas las provincias de la isla, eran eficientes y muy obedientes. La economía del país –y de su propio bolsillo- seguiría mejorando gracias a aquellos peleles sin más futuro que las fosas comunes.

El ruido de un motor lo sacó de sus pensamientos. ¿No había sido suficiente con la visita de la Vicealmiranta Isabella? Por lo visto, no. Era un coche del Gobierno del país, así que se acercó apresuradamente. Y dio un respingo cuando vio salir del vehículo a Henry MacMoyes, cubierto de vendas y ayudándose de unas muletas para caminar.

Lecter no había sido informado de nada. ¿Qué hacía el Ministro de Hacienda y ex Jefe de Policía ahí?

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Rondinum; Thames District.

Light miraba con semblante serio a la calle donde había nacido y crecido. El adoquinado donde había jugado durante tantas y tantas tardes a fútbol. La lluvia no importaba. No a él. Había disfrutado de ella desde pequeñito. Cuando los niños de su edad se iban a casa con las primeras gotas, él se quedaba en la calle. Sólo o en compañía de algún amigo o amiga.

Siempre lo había visto como un momento perfecto para meditar. Y no quería desaprovechar la ocasión. No podía fumar mientras caían las gotas, pero era uno de los no muchos momentos en los que podía perfectamente prescindir de hacerlo.

Pensó acerca de su madre. “Espérate lo mejor, prepárate para lo peor” le habían repetido desde pequeño. Y eso había hecho. La llama de la esperanza de que ella estuviera viva se había mantenido hasta que la amnesia dijo adiós gracias a –o por culpa de- evocar los instantes vividos en el palacio de oro.

Había intentado buscar pistas sobre ella. Con nulo resultado. “Fueron atrapados y ejecutados” le decían unos, desconociendo su verdadera identidad. “Están en prisión, cadena perpetua”, otros. “Consiguieron huir” comentaba un tercer colectivo. Nunca encontró nada concluyente. Lo concluyente estaba en su mente. Quizá no se había preparado bien para lo peor; por eso lloró en la Celda 34.

Mientras tanto, se limitó a buscar algo con lo que pudiera haber chantajeado a Stewart Strong en el momento adecuado. Y lo encontró. En la biblioteca, más concretamente. Una Maravilla. De las Diez Maravillas de la Antigüedad. O, bueno, algunas pistas para dar con ella.

“Las leyendas hablan de un tesoro de la antigüedad, que reposa en las catacumbas de la ciudad de Rondinum, que es protegida por cinco llaves custodiadas por el Santísimo Gobernador y que, dicen, tiene poderes sobrenaturales”.

Y se había puesto manos a la obra. Había empezado unas excavaciones con rumbo a las catacumbas, con la excusa de la tumba de Rackram. No había llegado a tiempo. Nunca habría llegado a tiempo. Rememoró la imagen de la cabeza de Mary Johnson volando por los aires.

Después saltó. Casi cien metros de altura. Iba directo al Río Thames. El impacto era inevitable y mortal. Sin embargo, hubo algo… No se acordaba con claridad. Tenía en mente la imagen del impacto, y la posterior oscuridad. Y después seguía sin recordar nada hasta aquella playa, y Gladis.

Seguía sin completar su memoria.

La herida de su hombro ya se había cerrado. Se había cambiado de camisa y se había puesto el esmoquin por encima. Y la pajarita. Elegancia, ante todo. Aun cuando era la vida lo que estaba en juego.

Escuchó la puerta del hostal cerrarse a su espalda.
- ¿Estás seguro de todo esto?
- Sí. O eso creo.
- Es arriesgarse mucho –insistió John Conde.
- Nunca se gana sin arriesgar, ¿no?
- Es verdad. Oye, ¿sabes qué?
- Dime.
- Que tiene que ser muy duro. Que te arrebaten a un ser querido delante de tus narices.
- Lo es. Aunque no creo que lo entiendas del todo.
- Puede que no.
- …
- Maté a mi familia. Por accidente. Una noche provoqué una explosión involuntaria que arrasó mi casa. Perdí todo cuanto tenía, y fui yo el que lo provocó. Sé lo que es vivir con ese sentimiento de culpa de no haber podido evitarlo. Ese dolor. Tú al menos tienes alguien a quien vengar.


John volvió al interior del hostal. Y Light se quedó fuera, y observó el oscuro cielo. Los preparativos estaban al terminar. La Vicealmiranta ya había desplegado a sus hombres de más confianza en los puntos clave. Jean estaba de camino a la Abadía, si no había llegado ya. Esperaba haber obrado con criterio. Todo su arsenal de recursos estaba desplegado.

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Palacio de Southminster, Parlamento, algo más de media hora más tarde.

Salieron de la limusina, y enfilaron el camino hacia la entrada principal. Había unos pocos Marines por la zona. El abad Charles McAbbeh se les unió justo cuando iban a pasar a través de la apertura. Caminaron a paso ligero, y subieron las anchas escaleras, y cruzaron dos o tres pasillos, y llegaron a la sala.

Stewart frenó su ritmo cuando pisó la estancia. Solía frecuentar aquel lugar, y sin embargo, aquel día notaba que el aire estaba embriagado de aroma a sangre. Como lo estuviera cinco años atrás.
- Si Garlic descubre lo de St. Johann –dijo Whisper- estamos muertos.
- ¿Para tanto es?
- Me asesinaría a mí sin que me diera cuenta –respondió.- Y eso… No lo hace cualquiera.
- Cuándo… ¿Cuándo viene el resto de los policías? –preguntó, sobrepasado, McAbbeh.
- Deberían estar llegando.

En efecto, cinco automóviles acababan de frenar enfrente del palacio. De los mismos descendieron Frederick Warmpess, Peter Bungalow, Frank Otorrino y Lewis Rowhead, que empezaron su camino hasta la sala donde se encontraban los demás. Del último salió la vicealmiranta Isabella Regem, que se había puesto en contacto con Strong para colaborar en la caza de los objetivos fijados, entre los cuales había cuatro piratas. Un premio jugoso.
- Crees… –dijo Stewart, con gesto serio.- ¿Crees que tienen pruebas?
- La única prueba que podrían tener es el hecho de que el viejo me viera aquel día en lo alto de la torre. Nada más. Cuidé de no dejar ningún rastro, así que es imposible que tengan nada. Es su palabra contra la nuestra, ¿la palabra de quién crees que valdría más? Lo único que tendrían sería un hermoso cuento.
- Ahí llevas razón. No estamos tan mal después de todo.
- Es más, estamos en una posición envidiable. Su única baza es la fuerza. Y es imposible que unos piratas de poca monta y un detective puedan con nosotros cinco, asesinos profesionales que además somos usuarios. Y menos aún con nuestro “nuevo ejército”.
- No lo sé –insistió Strong, al que volvieron a invadir las dudas.- Creo que infravaloras a Die… Light. No me refiero a fuerza bruta, sino a la mental.
- Repito: con el nuevo ejército les habremos dado un golpe moral irreparable. No serán capaces de acercárseles. Es imposible.
- Así que tenemos la sartén por el mango –dijo McAbbeh, que pese a no haberse enterado muy bien de todo lo dicho, creía tener una idea.
- Efectivamente.
- ¿Nadie nos separará la cabeza del cuerpo? –insistió el viejo abad.
- Tiene mi palabra –repitió Gulligulli.

Isabella y el resto de integrantes del CP5 llegaron en ese momento a la estancia. Ellos formaron una fila junto a su cabecilla. Stewart, Isabella y Charles quedaron de cara a ellos.
- Nos lo jugamos todo. Todos. No sólo nosotros. La gran mayoría de personas que forman la cúpula del Gobierno de Downpour, todos los que habitan en Larsat y algunos que no lo hacen, podrían tener las horas contadas si algo se sale del guión preestablecido –avisó Strong.- Así que mi pregunta será clara: ¿el plan está claro?
- Buscaremos y encontraremos a los objetivos –respondió Whisper.- Después, los mataremos y descuartizaremos a todos, sin excepción. En el caso de que algo se tuerza o no los encontremos, te avisaremos y la “Armada de la Libertad” pasará a la acción. Resultado: la amenaza se abortará para cuando salgan los primeros rayos de sol.
- Fantástico –dijo el Gobernador, con una sádica sonrisa en el rostro.- Quiero que me traigáis la cabeza de Light Johnson en una bandeja de plata. Y la exhibiré para disfrute de las visitas en la entrada del palacio.
- Será un placer –finalizó Gulligulli, haciendo una breve reverencia.

Se escuchaban unos pasos acelerados desde el pasillo, cada vez más cercanos e intensos. Strong frunció el ceño, y buscó con la mirada a ese individuo que venía con tantas prisas. Finalmente, apareció. Era uno de los guardias que vigilaban la entrada del palacio.
- ¡¡Gobernador!! ¡¡Una llamada urgente para usted!!
- ¿Quién es?
- No lo sé. Afirma ser “La Luz”.

Stewart dedicó una mirada sorprendida y cómplice a Whisper. Así que cogieron el DenDen Mushi que había traído el guardia, le pidieron que se marchara, y atendieron la llamada.
- Hola… -saludó, apretando los dientes, el Gobernador.
- Hola, Stew –respondió una voz familiar.- Vaya situación más incómoda, ¿eh?
- En pocas horas estarás muerto, maldito hijo de puta.
- Es probable. Creo que no va a importarme mucho.
- ¿Ah, no? ¿Y eso por qué?
- Porque antes tendré la satisfacción de verte muerto a ti. Ya no te necesito. No os costará encontrarnos.
- Te tengo cogido por los huevos, enano cabrón. Tu ego y tus impulsos te matarán. Como a Mary.
- Cuidado con lo que dices y haces, Stew. Puede volverse en tu contra.

Colgó. Y Strong, que aún tenía el altavoz en la mano, empezó a ponerse colorado y a respirar aceleradamente, mientras se le hinchaba una vena de la frente.
- Rastread la llamada. Ahora –dijo, conteniendo su furia.- Ahora mismo.

Isabella esbozó una sonrisa que enseguida trató de disimular.

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Abadía de Southminster

Había llegado. Se plantó enfrente de la colosal iglesia y bajo la lluvia. Se encontró con la puerta principal abierta. Así que no dudó al entrar. El interior era casi tan frío como el exterior. El tono lúgubre del edificio se mantenía vivo desde el mismo momento de su construcción, siglos atrás.

Estaba contrariado, aunque ciertamente le alegraba saber que aún quedaban locos dispuestos a vengar la memoria de las 84 personas asesinadas en el Octubre Rojo. Pese a todo, era precisamente de Diego Orlais del que menos sospechaba para tener lazos con el Thames District. Un joven extranjero. Era la versión hasta ese momento conocida.

Mary y Light Johnson eran poco menos que leyendas para los detractores más humildes de Stewart, aquellos que estuvieron más cerca de la matanza de cinco años atrás. Sin embargo, resultaba que uno de ellos seguía con vida, y que aquella noche, visto el panorama que el Gobierno se había empeñado en demostrar, la balanza se decantaría definitivamente hacia un lado.

Si Strong conseguía reducir la amenaza, medio país sonreiría aliviado. Si Light, junto con sus perseguidos familiares y junto a sus aliados piratas, conseguía, de la manera que fuera, acabar con la tiranía del Gobernador, la otra mitad, la que no tenía para comer o la que trabajaba a costa de su vida en la Ciudad Negra, gritaría y festejaría durante días y semanas.

La situación económica de Jean Rosenborg era cómoda, y sin embargo, sus orígenes barriobajeros le estaban impulsando a acatar la última petición de un chalado criminal. Ni siquiera sabía qué estaba haciendo ni cuánto tendría que esperar.

Torció hacia la derecha y entró en la sacristía, y llegó a un pasillo, y descendió las escaleras. Se encontró con varias puertas a los lados, y allí al final, con una discreta apertura metálica. Sobre la misma, en una placa, rezaba “Cuarto de la Limpieza”. Sonrió al comprobar que estaba entreabierta.

Se acercó, y dio un respingo cuando se percató de que había alguien allí. Era una señora bajita con uniforme de limpiadora. Estaba de espaldas, y no se giró aun cuando el otro había cerrado la puerta del pequeño cuarto a su espalda. Jean tragó saliva.
- Lo… Lo siento, señora… -dijo.- ¿Puedo pasar?
- Es privado, muchacho. Y tú no eres de aquí.

Por su tono, parecía ser bastante anciana.
- Yo… Soy Jean Rosenborg, arqueólogo. Y tengo un permiso de la policía para investigar todas las estancias de la Abadía.
- Bienvenido, Jean –la señora finalmente dio la cara.- Soy Miranda, la esposa de Ben Johnson. Te estaba esperando.
- ¿Cómo…?

Entonces, Miranda apartó todas las escobas y fregonas, dejando a la vista una trampilla. La abrió, y los dos comenzaron a descender las escaleras que había debajo. Bajaron y bajaron, y cuanto más bajaban menos luz había, y llegaron al suelo finalmente. Unos farolillos a ambos lados alumbraban el camino hacia una gran puerta que parecía ser de oro macizo.
- Madre mía…

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Ben’s Hostel, un poco antes de la conversación entre John y Light

Una mesa redonda y repleta de caracoles de comunicación que habían estado en uso hasta un par de minutos atrás. Ahora todos permanecían sentados, de brazos cruzados, en calma. Esa sensación que uno tiene cuando las cosas están demasiado pausadas. Una calma antes de la tempestad.
- ¿Será suficiente? –preguntó David.
- Creo que sí –respondió Benjamin.
- Tenemos ojos en casi todos los rincones de la isla. Y hemos conseguido que nos informen de prácticamente todo lo que sucede –se reafirmó Gladis, tratando de calmarse a sí misma.
- ¿Es de fiar la Vicealmiranta? –se cuestionó, desconfiado, Van.
- Creo que si fuera a vendernos ya nos habríamos dado cuenta –respondió John.- Ha pasado ya un buen rato desde que se ha ido.
- Me escama lo de McMoyes –saltó Anthony.- ¿Por qué a las Minas en una situación como esta y en su estado?
- Necesitarían a alguien de confianza para alguna tarea –propuso Tony.
- De todas formas –comentó Light-, Paul nos tendrá informados de cualquier movimiento que hagan. Ha accedido a seguir a McMoyes en automóvil y a espiar sus pasos.
- Todo va bien, entonces –dijo Sebastian, algo más relajado.
- De momento –respondió Miranda.- Creo… Que debería moverme ya. Jean no tardará mucho.
- ¿La llevo yo? –preguntó el pelirrojo Giggs, mirando a Ben, que contestó.
- La llevaré yo. Después me ocultaré. Seb, a ti te necesitarán para un transporte más rápido.
- Efectivamente. ¿Os sabéis bien el procedimiento? –preguntó Gladis, mirando a John, Anthony, Tony y Van.
- Sí –contestaron, casi al unísono.
- Fantástico –dijo Light, incorporándose.- Ya habéis visto cómo se las gastan. Ellos serán nuestros rivales. Tenéis veinte o treinta minutos para planear estrategias si queréis. Y sobre todo, sonreíd. Voy a tomar el aire un rato.


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Larsat, Golden Palace

Sir Winston Garlic se sirvió una taza de té. En los cuarteles y en Tierra Santa preferían el café. Él, sin embargo, se mantenía fiel a sus tradiciones. Tras dejar la tetera sobre la mesa, dio un primer sorbo al líquido, y cogió una galletita.

Seamus McKintosh, sentado de brazos cruzados enfrente de su superior, observaba al anciano con fijación. No entendía muy bien su conducta. Había ido a aquella isla a supervisar la eficiencia del CP5 ante una amenaza real, y, sin embargo, estaba haciendo llamadas a los más altos estamentos a sus espaldas.
- No sé a quién tiene infiltrado en la isla… Pero ¿de verdad se fía más de alguien ajeno al Gobierno del Mundo que de los del Cipher Pol., Sir?
- Parece que quieras tacharme de lerdo, Seamus –respondió Winston, dando otro sorbo al té.- No he llegado adonde he llegado fiándome de la primera persona que me dice algo.
- No me malinterprete, Sir –insistió el otro.- Quiero decir… Tengo entendido que ni siquiera usted está completamente seguro de si esa fuente está diciendo la verdad.
- No, no, te equivocas. No hay ninguna verdad. Tan solo tenemos que dejar que sucedan las cosas.
- ¿Cosas?
- Sí, las cosas.
- No lo entiendo.
- Si dejamos que las cosas sucedan, lo que ganará el Gobierno del Mundo será infinitamente superior a lo que ganaría si cortamos por lo sano e intervengo.
- ¿Se lo ha dicho su increíblemente fidedigna fuente?
- Dejemos la sorna a un lado, ¿eh? Estoy seguro de que no miente.
- Sigo sin entender cómo es que se fía antes de la palabra de alguien que no…
- Cállate, Seamus –interrumpió Winston, tajante.- Sigue mirando la retransmisión y cállate. Odio a las personas que se repiten. Cállate.
- Pero si usted…
- Cállate.

Y Winston Garlic, tras acomodar su orondo corpachón en la butaca, dio un tercer trago al té y cogió una segunda galletita. El DenDen Mushi proyector, la televisión, emitía imágenes algo perturbadoras: era un plano aéreo y estático de la ciudad de Rondinum, pero con unos colores de un rojo intenso, como si todo estuviera cubierto de sangre.

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Carreteras de la provincia de Downpourton, al norte de Rondinum

Henry McMoyes, cubierto casi en su totalidad por vendas y con un traje azul marino por encima, intentaba cruzar las piernas en la parte de atrás de su limusina. Después, se giró –tanto como pudo- dedicando una mirada al agente de policía que había ido a buscarlo al hospital de Dilemburg y que se encontraba algo abrumado por los lujos de aquel automóvil y por todo lo que estaba sucediendo en el país.
- Agente McClaskey, asegúrese de que todos nos siguen.
- Es McCluskey, Sir –respondió el otro, tímido.
- ¿Tengo cara de que me importe?

McCluskey estuvo a punto de contestarle “No lo sé, porque no le veo la cara con tanto vendaje”, pero finalmente optó por tragarse su orgullo, abrir la ventanilla, y mirar a ver si venían por detrás.

Efectivamente, así era. Más de cincuenta furgonetas seguían a la limusina de Henry McMoyes. Se mordió el nudillo del dedo índice. Aquello se escapaba de todo cuanto había visto en sus no pocos años de servicio. Y de lo que había visto cuando aún no había entrado en el cuerpo de policía. Un día llegó a ver a un almirante del cuartel general de la Marina, pero jamás semejante despliegue de medios, nunca un ataque –o contraataque- tan llevado al extremo, tan a la desesperada.

Tragó saliva y agachó la cabeza, abrumado.

--------------------------------

Palacio del Parlamento

Whisper Gulligulli, Frederick Warmpess, Peter Bungalow, Frank Otorrino y Lewis Rowhead salieron alborotadamente del palacio. Stewart, Charles e Isabella se quedaron en el interior, en el salón principal.
- Lo tenemos todo bajo control… Todo… -se repetía el Gobernador, tratando de convencerse a sí mismo de que las cosas eran como él decía.
- Eso lo dirá el tiempo, Sir Strong –dijo la Vicealmiranta sin cambiar un ápice su sombrío gesto.- Por el momento, tenemos el toro por los cuernos, sí, pero debemos estar alerta.
- Madre de Dios… -murmuró McAbbeh, mirando al techo. No las tenía todas consigo.

Hubo un silencio. Se escuchaba el torrente del agua que descendía, poderosa, desde la montaña, y tenía prisa en su carrera por llegar al mar. Y se escuchaban algunas bocinas también, y los derrapes de los lujosos automóviles y si uno ponía la suficiente atención, el susurro de las lejanas olas enfurecidas por el temporal. Lluvia. Y respiraciones desacompasadas en el salón.
- Sobre lo que sucedió hace dos años… El asesinato de St. Johann y todo el revuelo posterior… -dijo, finalmente, Isabella.- ¿Cómo es posible que no encontrarais al culpable? Ni siquiera con la ayuda de un almirante de la marina.
- Son cosas que escapan a veces de nuestro alcance. Pero esta noche… -Strong hizo hincapié en la importancia de la velada- Esta noche vengaré la memoria de mi malogrado padre.
- Sea –finalizó la vicealmiranta, disimulando una mueca de repulsión. Miró por la ventana, y vio que el CP5 se movía.


Exterior del Palacio del Parlamento, tres minutos antes.

- Mi amor, ¿cuándo nos darán luz verde, joder? –dijo un inquieto Warmpess.
- Caaaaaaaaaaaaaalma, hermanito –respondió Bungalow, aspirando su canuto.- ¿Te gusta el foie gras? A mí me encanta el foie gras. ¿Y a ti, Frankie?
- Prefiero las piruletas. ¿Tú no?
- La verdaaaad… Mmmm… Esa casa de enfrente parece que está hecha de porcelana, tío.
- ¡¡STEWAAAART!! –gritó Frank Otorrino, dando otro lametazo a su piruleta.- ¡Peter no me hace caso!
- ¡¡¡COMPORTAOSJODER!!! –exclamó, acto seguido, Lewis Rowhead, dando una colleja a Otorrino, que era el que más cerca le quedaba.
- Callaos los cuatro –respondió, tajante, Gulligulli.
- ¿A qué estamos esperando exactamente?
- A que nos indiquen con exactitud el origen de la llamada de Die… Light Johnson.

La voz y el mensaje de Whisper surtieron efecto. El silencio se prolongó durante casi dos minutos. Los pocos transeúntes que a esa hora seguían pasando enfrente del palacio miraban bastante extrañados a la vez que admirados a aquel grupo de extravagantes trajeados. Todos ellos eran de sobra conocidos en el país. Pero no estaban seguros de por qué estaban todos reunidos allí cuando el sol, intermitente durante todo el día, había dicho adiós de forma definitiva.

De pronto, el DenDen Mushi de Whisper comenzó a emitir sonidos un tanto irritantes. El Jefe de Policía descolgó.
- ¿Sir Gulligulli? La señal proviene del distrito de Thames, en Rondinum.

Y colgó.
- No sé por qué no me extraña.
- ¿¡ELQUÉ?!
- El lugar –respondió Whisper.- En marcha.


Distrito de Grayhall y Southminster, quince minutos más tarde.

La lluvia arreciaba con fuerza. Sentía el flujo de la naturaleza correr a través de sus venas. Era de noche. En una mano tenía un DenDen Mushi. La otra, descansaba sobre la empuñadura de Shira. No había nadie enfrente de aquel lugar. Visualizó el gentío que tuvo que haber ahí el día en que la historia del país cambió, probablemente, para siempre.

La construcción era imponente. La Abadía de Southminster. La iglesia de mayor tamaño del país, y la más grande que sus aún jóvenes ojos habían visto. No había ni un alma respirando a su lado, y, sin embargo, se sentía en compañía. Pues era consciente de que a sus pies, a no demasiada profundidad, aguardaban dos personas.

El ambiente era pacífico. Pero la sensación era la de estar en un río que va directo hacia una cascada. Calma antes de la tempestad. Ni un ruido en la calle, más que el de la lluvia y algún automóvil pasajero que cruzaba la zona.

Sacó a Shira de la vaina, y rozó su filo con la yema de los dedos índice y corazón de la mano izquierda. Su brillo solía ser más acentuado cuando el día tocaba a su fin, pero aquella noche, resplandecía con más negrura que nunca, estremecida a lo mejor por la cercanía de la acción, por la oportunidad de resarcirse de todo lo sucedido en aquella siniestra isla.

Alcanzaba a ver a Tony –que llevaba una especie de antorcha en la mano- en la lejanía y algo difuminado a causa de la ligera niebla que se había levantado. Y Tony, probablemente, alcanzaría a ver a Anthony y a Van, colocados en los puntos en los que era menester.

La llamada no tardaría en llegar.

Y no tardó.
- Ahora –dijo una voz desde el otro lado del aparato.

Entonces John Conde alzó su mano de forma que su compañero pudiera verlo. A este no le falló su soberbia visión, y respondió con el mismo gesto. Acto seguido, cogió una flecha de su carcaj, mojó su punta en la llama y la lanzó al cielo.

John pensó que era curioso que aquella llama no se apagara bajo la lluvia mientras el proyectil cortaba el cielo a una velocidad asombrosa. Una perfecta metáfora de aquellos últimos días, ciertamente.

Al final, el cargamento de pólvora que llevaba pegado la flecha no sucumbió ante el agua y provocó una explosión que si no se escuchó en toda la ciudad, estuvo cerca de que lo hiciera.

Un parpadeo rojo. Ahora solo quedaba esperar.

--------------------------

Distrito de Freshair, a medio camino entre Grayhall y Southminster y Thames.

Whisper Gulligulli y sus cuatro hombres voltearon la cabeza. Una explosión en el cielo. Cerca del Palacio, aunque un poco más al sur. En el Hogar de los Sabios, quizá. O en la Abadía. El cabecilla del CP5 se quedó inmóvil.
- La zorra que los parió… -musitó.- ¿Están jugando al escondite y ahora de repente se auto descubren?
- De todas formasssss –dijo Bungalow, vacilón. Ya había tirado el canuto y sus efectos remitían.- No creo que Light se haya movido de Thames… Creo que busca el simbolismo. Busca la victoria… En el lugar de la derrota total. Quiero foie gras.
- ¿Estará acompañado, Whispey? –preguntó Otorrino, con la piruleta aún en la mano.
- No creo. Esto es demasiado personal como para dejar las venganzas en las espaldas de unos desconocidos. Yo iré a por él a Thames. Vosotros encargaos de los piratas que hay en el centro.
- Whispey, mi amor… -intervino Warmpess.- Los muchachos te necesitan en el centro. Sé que no es lo mismo y que lo quieres para ti, pero yo también tengo asuntos pendientes con el viejo Sir Orlais.
- …


Thames District

Vio su silueta alejarse, y regresó al interior. Ahora ya estaba solo. Tenía el DenDen Mushi en una mano, una pipa en la otra, el smoking impecable y una copa del mejor whisky del país. Miranda había ido a comprarlo unos pocos días antes. El licor tenía casi sesenta años.

Recibió una llamada.
- ¿Diga?
- ¡Light! ¡Soy Sebastian! ¡Escúchame!
- Calma, Seb. ¿Qué pasa?
- ¡Whisper se dirige hacia allí!
- Bien, lo sé. Es en lo que habíamos quedado, ¿no? Ese era el plan.
- ¡No, NO! ¡No va solo! ¡¡Warmpess y Rowhead van con él!!

Light colgó. Aspiró el tabaco de su pipa, y dio un trago –el antepenúltimo- a la copa. Después, susurró entre dientes.
- Se ve que el honor no es algo que vaya contigo, Whisp…

Y marcó otro número. La cascada aceleraba. La calma llegaba a su fin.



Continuará…
GOSADLO. Por cierto, me he dado el gustazo de hacer este estupidez:
Spoiler: Mostrar
Arco de Calm (16 capítulos):

- Saga del Comienzo de la Aventura (3 capítulos)

o Capítulo 1: El Comienzo de un Sueño
o Capítulo 2: Cyrus, la Amenaza Metálica.
o Capítulo 3: La guerra que se avecina.


- Saga de Arabasta (4 capítulos)

o Capítulo 4: Anthony, el Desertor Blanco*
o Capítulo 5: General Riddel
o Capítulo 6: Batalla en Arabasta
o Capítulo 7: Buscando respuestas


- Saga de Calm (9 capítulos)

o Capítulo 8: ¡Ayuda inesperada! ¡La fuga de Anthony y John!
o Capítulo 9: ¡Survivall! Límite, medianoche
o Capítulo 10: Comienza la lucha

o Capítulo 11: Shira y Zeo
o Capítulo 12: ¡Fuga de la base! ¡John y Anthony vuelven al mar!
o Capítulo 13: Salamandra
o Capítulo 14: Recuerdos
o Capítulo 15: ¡Ecos del pasado! ¡El asalto final!
o Capítulo 16: Por el precio de unas monedas


Arco de Drum (13 capítulos):

- Saga de Drum (13 capítulos)

o Capítulo 17: Hacia la isla invernal
o Capítulo 18: ¡Donde los sueños se hacen realidad!
o Capítulo 19: Reino Nightmare*
o Capítulo 20: Pesadillas…

o Capítulo 21: El plan de Hunter
o Capítulo 22: Tony, flechas perforadoras
o Capítulo 23: Nada es lo que parece
o Capítulo 24: Una técnica explosiva: ¡C1!
o Capítulo 25: Las alas de la venganza
o Capítulo 26: ¡Sucesión de batallas!
o Capítulo 27: Sueños
o Capítulo 28: Sin nada
o Capítulo 29: Orgullo de hielo





Arco de la Corona (42 capítulos):

- Saga de WolkenBerge (16 capítulos):

o Capítulo 30: Blind Coast
o Capítulo 31: Ciudad Porcelana
o Capítulo 32: Nav*
o Capítulo 33: Yo os salvaré
o Capítulo 34: La habitación Carmesí
o Capítulo 35: ¡Devuélveme a mi hermana! Una pelea entre las nubes
o Capítulo 36: El Caballero de la Rosa Negra
o Capítulo 37: Prelude
o Capítulo 38: Secretos entre la niebla, prepárense para la guerra
o Capítulo 39: Donde las flores bailan
o Capítulo 40: La voz del ayer

o Capítulo 41: Oración
o Capítulo 42: Porcelana y sangre
o Capítulo 43: Déjà Vu
o Capítulo 44: Juro solemnemente
o Capítulo 45: Despedida


- Saga de Downpour (26 capítulos):

o Capítulo 46: Rondinum
o Capítulo 47: Ansioso por comer, el hombre de los pantalones blancos
o Capítulo 48: Diego, un hombre enamorado*
o Capítulo 49: Grayhall y Southminster
o Capítulo 50: La fiesta

o Capítulo 51: Luz y Sombra
o Capítulo 52: Doce Elefantes
o Capítulo 53: Sólo Para Tus Ojos
o Capítulo 54: W.K.
o Capítulo 55: A las 12 en punto en el Winding Stair
o Capítulo 56: Nombres
o Capítulo 57: A propósito de Stewart Strong
o Capítulo 58: Sonrisas y Lágrimas
o Capítulo 59: La Ciudad Negra
o Capítulo 60: El Invitado

o Capítulo 61: Light
o Capítulo 62: No Country for Old Men
o Capítulo 63: Los Pájaros
o Capítulo 64: Una Mente Maravillosa
o Capítulo 65: Juego de Sombras
o Capítulo 66: Vengeance


- TOMO 1: El comienzo de un sueño
- TOMO 2: Salamandra
- TOMO 3: Sin Nada
- TOMO 4: Ciudad Porcelana
- TOMO 5: Oración
- TOMO 6: Luz y Sombra
Probablemente vaya actualizando el post.
Próximamente en Aburrimiento Productions (feat. Tiempo Libre), caras de carne y hueso para algunos personajes de Downpour que no tieneeeeeeEEEEEEEn.

¡¡PRRRREGUNTA!! ¿Cuál es tu momento favorito de la saga? EEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN FIN este fue el capítulo de la semana si te gustó haz clic en el botón ME GUSTA de acá abajo; si es la primera vez que lees uno de mis capítulos y te gustó no olvides suscribirte al tema es totalmente gratis y subo capítulo todos los viernes (mueca de circunstancias dando a entender que eso último que he dicho es una VROMA) y no os voy a dar mi twitter ni mi facebook nengs.


¡Besis de fresis!
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por wild animal »

Capitulo leído y analizado:

Me gusta que no se sepa con quien habla Garlic, asi hay mas posibilidades, aunque siento curiosidad en ver cual es el otro tesoro.

Tengo una duda, ¿como sobrevivio Light a la caida? me refiero que siempre pense por su super fuerza, aun de niño, pero mencionas un factor externo.

Me saco una sonrrisa la aparicion de Isabella en la abadia, ahora que uno sabe sus intenciones.

Jajaja "La luz" :lol: :lol: :lol:

Isabella me agrada bastante, ¿que os parece si la relacionamos con Tallans? recuerden que aparecera como pirata, ¿no seria genial una historia de amor antiguo o actual entre ambos? un pirata y una marine.

Eso de los arcos y las sagas es interesante sin duda, nunca se me habria ocurrido hacer eso. Por cierto, 26 capitulos y contando WOW, este arco es media historia.

Espero la accion sin dudas, creo eres tremendamente bueno preparando todo para los golpes, excelente trabajo nakama.


Ahora como entretenimiento, lo que todos aman PREGUNTASA TU PERSONAJE, pero no solo seran las clasicas preguntas random, si no algunas que serviran de recordatorio sobre cosas importantes de el/ella
  • ¿Que edad tiene?
  • ¿Color de ojos?
  • ¿Color de pelo?
  • ¿Es virgen?
  • Si no lo es ¿con quien perdio la virginidad?
  • ¿Se ha enamorado?
  • ¿Como suele dormir?
  • ¿Su sueño o sueños?
  • ¿Ataque favorito?
  • ¿Ataque mas poderoso?
  • ¿Cual es su especialidad en combate?
  • ¿Su mayor virtud?
  • ¿Bebe?
  • ¿Alguna habilidad en la que sea pesimo?
  • Cuentanos algun secreto extraño sobre él
  • ¿A que personaje famoso (serie, anime o pelicula) se parece?
  • Al llegar a una isla ¿cual es el primer lugar que visita?
  • ¿Le gusta pelear?
  • ¿Que opina de las batallas?
  • En el mundo real ¿cual seria su trabajo ideal, o en cual seria bueno?
  • ¿De que pais seria al ser de este mundo?
  • ¿Color representativo?
  • ¿Con quien en la tripulacion combina bien en batalla?
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Vito Corleone
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por Vito Corleone »

wild animal escribió:Capitulo leído y analizado:

Me gusta que no se sepa con quien habla Garlic, asi hay mas posibilidades, aunque siento curiosidad en ver cual es el otro tesoro.
¿Quién ha dicho nada de tesoro? CHANCHANCHAN.
Tengo una duda, ¿como sobrevivio Light a la caida? me refiero que siempre pense por su super fuerza, aun de niño, pero mencionas un factor externo.
La intención es dejar con la duda. Es un punto sobre el pasado de Light que aún no me interesa desvelar :fanfarron:
Me saco una sonrisa la aparición de Isabella en la abadía, ahora que uno sabe sus intenciones.
Siempre es bueno que un capítulo saque sonrisas cuando ves que se van atando cabos.
Jajaja "La luz" :lol: :lol: :lol:
xDDD Light tocando los huevos a su papá
Isabella me agrada bastante, ¿que os parece si la relacionamos con Tallans? recuerden que aparecera como pirata, ¿no seria genial una historia de amor antiguo o actual entre ambos? un pirata y una marine.
Habrá que esperar, pero, ¿por qué no?
Eso de los arcos y las sagas es interesante sin duda, nunca se me habria ocurrido hacer eso. Por cierto, 26 capítulos y contando WOW, este arco es media historia.
Son 26 en mi PC, 21 en el foro todavía xD. Fue al hacer esto cuando verdaderamente me di cuenta de cómo se me está yendo Downpour de las manos en cuanto a la duración xDDDD De verdad que espero que el ambiente de enigma y suspense que he intentado darle la haga algo más llevadera, porque...
Espero la accion sin dudas, creo eres tremendamente bueno preparando todo para los golpes, excelente trabajo nakama.
Se agradece el piropo, hombre. Ahora aspiro a que me digas "Creo que eres tremendamente bueno en los golpes", que es mi cuenta pendiente hasta ahora.


Ahora como entretenimiento, lo que todos aman PREGUNTASA TU PERSONAJE, pero no solo seran las clasicas preguntas random, si no algunas que serviran de recordatorio sobre cosas importantes de el/ella
JODER SÍ ESTO ME ENCANTA VAMOS ALLÁ
  • ¿Que edad tiene? 17.
  • ¿Color de ojos? Azul.
  • ¿Color de pelo? Rubio oscuro.
  • ¿Es virgen? No.
  • Si no lo es ¿con quien perdio la virginidad? Con la muchachuela con la que ha pasado los último cinco años de su vida.
  • ¿Se ha enamorado? Ídem.
  • ¿Como suele dormir? Tumbado xDD. Nah, pues en una cama grande (vive en una mansión, se la puede permitir), bien acompañado y en... silencio xD Me ha gustado la pregunta xDDDD
  • ¿Su sueño o sueños? Conocer el mundo... Por ahora (cap. 66).
  • ¿Ataque favorito?
  • ¿Ataque mas poderoso?
  • ¿Cual es su especialidad en combate? Combate cuerpo a cuerpo, claramente. Pensar mejor más rápido que el rival, pegar más rápido que el rival y resistir más que el rival.
  • ¿Su mayor virtud? Inteligencia y fuerza física.
  • ¿Bebe? Sólo de sus marcas favoritas. Es un exquisito el hombre xD
  • ¿Alguna habilidad en la que sea pesimo? Cocinando no, eso seguro xDD. Es pésimo cocinando y en todo lo relacionado con trabajo manual (artes plásticas, musicales, cuidado de plantas...)
  • Cuentanos algun secreto extraño sobre él Dije en una tanda de estas de hace mucho tiempo que no tenía un tatuaje. Pues mentí, sí que lo tiene.
  • ¿A que personaje famoso (serie, anime o pelicula) se parece? The name's Bond, James Bond.
  • Al llegar a una isla ¿cual es el primer lugar que visita? El sitio más interesante que encuentre, el más sospechoso (probablemente separándose del resto del grupo o arrastrando a como mucho una persona más con él xD.
  • ¿Le gusta pelear? Le encanta.
  • ¿Que opina de las batallas? Que muchas veces son el único medio para alcanzar el éxito (Churchill dixit).
  • En el mundo real ¿cual seria su trabajo ideal, o en cual seria bueno? The name's Bond, James Bond. O de detective, aunque sus dotes de lucha se mermarían.
  • ¿De que pais seria al ser de este mundo? Gran Bretaña 100%. Quizá mestizo entre Inglaterra y Escocia.
  • ¿Color representativo? Un azul oscuro, elegante.
  • ¿Con quien en la tripulacion combina bien en batalla? Con cualquiera que tenga un estilo más físico, aunque se amoldaría bastante bien a las características de la mayoría de ellos.

GÑE
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por wild animal »

Las respuestas sobre Van, y esperando con ancia el capitulo siguiente.
  • ¿Que edad tiene? 25
  • ¿Color de ojos? Morado o purpura (tiene genesis de Alejandria)
  • ¿Color de pelo? Blanco
  • ¿Es virgen? Claro que no, se ha tirado tantas mujeres como ha podido, fue jefe de la mafia y probablemente cada chica de su organizacion paso por sus manos
  • Si no lo es ¿con quien perdio la virginidad? La hija de un ex enemigo antes de matarlo
  • ¿Se ha enamorado? Nunca, solo del dinero
  • ¿Como suele dormir? En boxers finos, o desnudo con sabanas de seda (pobre Tony que comparte cuarto con él :shock: :shock: :shock:
  • ¿Su sueño o sueños? Rescatar a su hermana y convertirse en Yonko en secreto
  • ¿Ataque favorito? Actualmente Stellar beam plasm
  • ¿Ataque mas poderoso?
  • ¿Cual es su especialidad en combate? Cuerpo a cuerpo
  • ¿Su mayor virtud? Aparte de sus habilidades en combate, es que JAMAS se rinde, no importa lo que le pase, siempre sigue luchando
  • ¿Bebe? Es mas facil verlo con un vaso de vodka que sin él
  • ¿Alguna habilidad en la que sea pesimo? Siendo amable, se le da pesimo cuando trata de ser una buena persona, no resiste mucho antes de querer entablar una pelea
  • Cuentanos algun secreto extraño sobre él Le encantan las historias para niños, las lee en secreto y se le salen lagrimas. Tambien una vez comio carne humana, pero curiosamente ese secreto no lo averguenza.
  • ¿A que personaje famoso (serie, anime o pelicula) se parece? Una mezcla entre Sanji y John Dillinger.
  • Al llegar a una isla ¿cual es el primer lugar que visita? El banco sin duda, para hacer un "retiro"
  • ¿Le gusta pelear? Le encanta, siempre lo hace.
  • ¿Que opina de las batallas? Las respeta demasiado.
  • En el mundo real ¿cual seria su trabajo ideal, o en cual seria bueno? Mafioso
  • ¿De que pais seria al ser de este mundo? Italiano.
  • ¿Color representativo? Purpura
  • ¿Con quien en la tripulacion combina bien en batalla? Con Anthony, por ser ambos logias.
Debo confesar que hasta hace poco habia olvidado que Van tiene alas jajaja :oops: :oops:
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Re: Los Panteras Negras V3.

Mensaje por Vito Corleone »

Es tarde y estoy cansado, así que os dejo aquí el 67, que ya tocaba xD

Capítulo 67
LIBERTAD
Spoiler: Mostrar
Fronteras de Rondinum, entrada nor-noreste.

Nicholas Nicholson, agente fronterizo nocturno, permanecía en su cabina ante la baja circulación en el exterior. Jugaba a los dardos contra su sombra, que se empeñaba en colocar el proyectil en el mismo lugar en que lo hacía él.

De los pocos automóviles que pasaban por el puesto fronterizo se encargaban sus compañeros. Era su cumpleaños y había decidido tomarse un descanso de una horita. Sobre la mesa, un periódico arrugado, unos pañuelos para quitarse los mocos, una taza de café vacía pero sucia y un poster de una hermosa mujer en ropa interior.

Aquel día el movimiento había sido superlativo. Medio país seguía consternado por los asesinatos de los doce jueces y el Primer Ministro. Y el tráfico, como no podía ser de otra forma, se había visto influido por los sucesos: órdenes de cerrar la frontera, órdenes de dejar pasar a unos pero no a otros, órdenes de abrirla y órdenes de cerrarla otra vez.

Echó un dardo a la diana colgada en la pared, dando en el centro. Miró a su alrededor, sonriente, buscando a alguien que hubiera visto su hazaña, pero dibujó una mueca de decepción al comprobar que, obviamente, estaba solo en aquella cabina.

Y siguió solo por espacio de un minuto más, porque uno de los nuevos agentes fronterizos que había llegado aquel día entró alteradísimo en el lugar. Era simpático. Se habían conocido pocas horas atrás, pero habían compartido suficientes carcajadas y partidas de dardos como para llamarse por su nombre de pila.
- ¡Nicholas! ¡Sal afuera un momento!
- ¿Qué pasa?

Mientras preguntaba, se incorporó y caminó a paso ligero hacia la salida. Llovía, y la niebla cada vez se volvía más densa. Pero a lo lejos consiguió adivinar cientos de luces que se aproximaban, de forma desordenada.
- ¿Qué es eso? –farfulló, dubitativo.
- Eso mismo iba a comentarte yo. Que no tengo ni idea.

La mole de destellos amarillos se acercaba sin pausa. Se escuchaba ruido de motores. Y a Nicholas Nicholson le pareció escuchar gritos desgarradores.

--------------------------------

Exterior del bar “Dear Mary”, distrito de Fog, cerca de Grayhall y Southminster

No fueron pocos los que salieron corriendo del bar cuando escucharon el estallido que provenía del cielo. La bruma provocaba que ver con claridad fuera imposible. Pero se distinguía una sombra roja sobre el fondo gris no muy lejos de la Abadía.

Los transeúntes señalaban el lugar, extrañados. Alguno intentaba animar a otros para acercarse a curiosear, pero el proyecto no fructificaba. Se escuchaba como argumento principal que podía ser “peligroso”.

“Y tanto que lo es”. Eso pensaba Bastian. Tenía una copa de whisky en la mano, y los ojos puestos en la mancha roja.
- ¡¡Algo se acerca!! –exclamó alguien, y la gente se echó al suelo.
Porque a través de la niebla, una especie de rayo rojo se acercaba a una velocidad endiablada hacia la puerta del establecimiento. Pero Bloodrop no hizo ademán de esquivarlo. Sobre todo porque tenía sospechas más que acertadas de que aquello no era sino una ráfaga de luz.

Y mientras se acercaba, la vio apagarse. La tenía a escasos metros cuando la chispa desapareció por completo. La gente del suelo empezó a incorporarse y a refugiarse en el Dear Mary. Eso pareció acobardar a los valientes que pretendían acercarse hasta ahí.

Por una miserable bengala. Aquellos desgraciados no parecían haber visto una luz que no fuera la de su precioso candelabro, de su farolillo o la de las gruesas farolas de Rondinum en su vida.

Bastian se quedó fuera –aunque siempre debajo del toldo para evitar la lluvia-, sin apartar la mirada de la mancha roja, que ya comenzaba a desvanecerse en el aire. Había visto la el mensaje amenazador de ese tal Light Johnson a través de la imagen y el sonido del DenDen Mushi del bar.

Creía empezar a comprender la fijación de su capitán. Y reflexionó, quizá en voz alta.
- ¿Adónde queréis llegar?

-----------------------------------

Frente a la Abadía de Southminster

- ¡¡TOONYYYY!!

El joven giró su cabeza para ver a John corriendo como un poseso hacia él, con una mano en alto y la lengua fuera. Así que contestó.
- ¡¡JOOOOOHN!!
- ¡¡LIGHT DICE QUE VAYAMOS DOS REFUERZOS A THAMES!!
- ¡¡¿POR QUÉ!?? –exclamó el otro, pese a que John se encontraba ya a poco menos de cinco metros.
- ¡¡NO GRITES!! –respondió Conde, vociferando a dos metros de su amigo.- Resulta que van tres de los del gobierno a donde está él.
- Súbete.
- ¿Qué?
- Que te llevo.

Y John subió al lomo de Tony, que se transformó al instante y alzó el vuelo todo lo rápido que pudo.

Un par de manzanas más allá, Anthony enarcó una ceja y abrió los brazos con las palmas hacia arriba, interrogante. Ese no era el plan.

--------------------------------

Thames District, Ben’s Hostel

Aguardaba en la puerta. Con el vaso de whisky en la mano. Sólo le quedaba esperar. Había dejado la pipa, la petaca, el DenDen Mushi y los restos de tabaco sobre la mesa donde, cinco años atrás, Barney Blue perdió la cabeza para que un monstruo llamado Whisper Karl Gulligulli se alimentara.

Dio media vuelta. Aún no llegarían. Empezó a caminar a través del bar. Hacían años desde la última vez que tuvo el local sólo para él. Quizá fue esa vez en la, teniendo Light ocho años, todos fueron a saludar al hermano de Miranda, que venía desde lejos, y se quedaron Sebastian y él en el hostal. Por la mañana, sin embargo, cuando todos se hubieron ido hacia el norte, su tío había ido a la lonja a comprar pescado fresco. Y se quedó a solas con aquel lugar.

Con el universo en el que creció. Caminó hacia la zona de las habitaciones. Cuando a una persona se le pregunta acerca de su día de nacimiento, no contesta nada. Las primeras imágenes que el cerebro retiene son bastante tardías. Pues no era este el caso del joven que había abierto la puerta del dormitorio donde Mary Johnson dio a luz a su primer y único hijo.

- Traerá algo de luz a este mundo en penumbras.

Una primera imagen, un primer boceto de su realidad, que marcaría su futuro. Desde el primer instante, desde la primera calada de aire, su persona quedó más o menos definida. Luz. Giró y regresó al bar. Se miró en uno de los espejos que allí había. Eran pocos y pequeños, lo justo para que entrase la parte superior del torso de una persona. La pajarita no se había movido de su lugar. Bien.

Tuvo la tentación de subir al piso de arriba o bajar al gimnasio. Pero decidió no hacerlo. Podría no darle tiempo. Y la puntualidad era una de las claves de la estabilidad, en sus propias palabras. Se había asegurado de mover el Royal a una distancia de seguridad, en un punto mucho más profundo de la Vía Terrae, ante cualquier inesperado incidente.

Volvió a dirigirse a la puerta. Enderezó la pipa, que se había caído hacia un lado, y se detuvo. Miró al exterior. La lluvia amagaba con dejar su lugar a la niebla de forma definitiva. Miró a su copa de whisky, y la copa le miró a él.

Dio un trago –el penúltimo-, sacó los hielos del recipiente y los echó. Aquello podía alargarse un poco, y lo último que le apetecía era un whisky aguado después de una pelea.

Dejó el vaso sobre la mesa, junto a la pipa, la petaca, el DenDen Mushi y los restos de tabaco, se abrochó el impecable esmoquin y salió del hostal. Caminó sin torcer la mirada hasta el centro de la calle, y después miró hacia su única salida, a mano derecha.

La niebla era densa, pero a no más de treinta metros, adivinó tres sombras. Ahora no apartaba sus ojos celestes de aquellas figuras que caminaban sin prisa hacia él. Veinte metros. Sólo le quedaba esperar. Quince metros. Los refuerzos no podían tardar en llegar si no querían encontrarle muerto. Diez metros. Sintió de nuevo el regusto ardiente del whisky. Cinco metros. El reloj de la torre, en la lejanía, anunció que eran las once.

Y nadie dijo nada hasta que alguien habló.
- Estás desamparado –dijo, seco, Whisper.
- Me gustan los retos –respondió Light.
- Cariño, ¿pretendes que nos creamos que esto era lo que querías, joder?
- En vez de un cerdo, tengo tres enfrente. ¿Te asustarías por tres cerditos, Warmpess?
- ¡¡UNPOCODERRESPETO!! –saltó Rowhead.
- Tres cerdos siguen siendo superiores a una sola pulga –contestó Gulligulli, sereno.
- A no ser que la pulga sea en realidad un tigre disfrazado.

Dio un paso al frente, alzó la pierna diestra encogida y, tras coger impulso, soltó toda la tensión en el rostro de Whisper, que no vio venir el golpe.
- ¡¡Welcome Rose!!

El Jefe de Policía de Downpour cayó al suelo sin oponer mayor resistencia. Light retrocedió al mismo punto donde había iniciado el ataque con un ágil movimiento. Y su semblante se mantuvo rígido. A la espera de que aquel cabronazo se levantara del suelo. Porque sabía que lo haría. Y lo haría un poquito más enfadado de lo que cayó.

Así pues, no tardó. Se incorporó sin ayuda de las manos y se sacudió la chaqueta del traje. Tenía una pequeña brecha en la ceja izquierda por la que empezó a brotar algo de sangre.
- El suelo está mojado. Me has dejado perdido.
- Te diré lo mismo que les decía a los rivales cuando jugaba al fútbol aquí mismo hace unos años. A la próxima, no te tires.
- ¡¡ESTÁSHACIENDO CABREAR ALJEFE!! –gritó Rowhead, con una extraña sonrisa en el rostro.
- ¿A qué cojones juegas, mi amor?
- No lo sé. Yo he hecho la propuesta de juego. Y estoy esperando vuestro sí.
- Tekkai. Iron Fist –dijo, entre dientes, Whisper, y empujó su puño a una velocidad incomparable hacia la cara de Light, que recibió de lleno el impacto, cayendo de frente un par de metros más allá.

Gulligulli se mantuvo a la espera, como si no estuviera muy seguro de si había acabado con el joven o aún tenía fuerza para respirar.
- ¡¡BRAHAHAHAHA!! –estalló Lewis Rowhead, riéndose de la debilidad del caído.- ¡¡¿Y TEHAS PUESTO GALLITO!!? ¡¡PEROSI ERESUN FLOJERAS!!

Iba a continuar, pero se detuvo al ver cómo había caído Light: parecía que se había dado de bruces contra el suelo, pero justo antes de chocar, había puesto la mano derecha sujetando todo el peso de su cuerpo. Y enarcó una ceja cuando vio que se incorporaba, casi con la misma facilidad con la que lo había hecho Whisper. Cuando estuvo de nuevo de pie, se llevó la otra mano al pómulo izquierdo, y torció el gesto.
- Supongo que ese es vuestro “sí” a mi juego.
- Has acertado –respondió Whisper, clavando sus ojos de loco en el joven y relamiéndose, con ansia de sangre.
- Bien.

Y comenzó a luchar. Apoyó las dos manos en el suelo, y empezó a girar sobre sí mismo haciendo el pino con las piernas extendidas endiabladamente rápido, impactando con los dos de los tres hombres que tenía enfrente. El restante esquivó la acción ágilmente. Uno de ellos dos ni se inmutó y el tercero salió despedido a causa de la patada.
- ¡¡DANDELION!!

Lewis Rowhead se giró para buscar con la mirada a Warmpess, que había acabado a diez metros de distancia, poco menos que empotrado contra la pared del edificio contiguo. Whisper, que había recibido el impacto, esbozaba una ligera y sádica sonrisa.
- Vaya, vaya, vaya… -dijo, a la vez que Light se volvía a colocar a una distancia de seguridad.

Gulligulli se abalanzó rápidamente sobre Johnson, con la mano abierta y los dedos en forma de garra, directos hacia la sien del joven, que sin embargo consiguió esquivar el golpe echándose hacia un lado. Y estaba armando la pierna para dar en la rodilla al que le había atacado cuando recibió una terrible y veloz patada del mismo en el costillar, cayendo redondo al suelo, sin apenas aire.
- No eres tan malo como pensaba, después de todo –dijo Whisper, con prepotencia, acercándose a su rival, que se había alejado un poco dando vueltas y se disponía a levantarse.
- Espera a ver –contestó, con una forzadísima sonrisa, el aludido, que se puso de pie.- ¿Warmpess está fuera ya? No me esperaba que cayera tan rápi…
No pudo terminar la frase porque el propio Warmpess se había lanzado hacia él más rápido de lo que podía haber imaginado, sacudiéndole un puntapié que estuvo a punto de partirle el cuello en dos.
- No me des por jodido tan pronto, cielo –respondió Frederick, que no tenía ni medio rasguño.
- Pero si te he dado de lle…

Tampoco le dejaron acabar. Porque el sonido más explosivo que Light había oído jamás le obligó a taparse los oídos y a gritar como un poseso mientras volvía a caer de rodillas al suelo, justo antes de que Whisper, con otra de sus terribles patadas, le hiciera tumbarse definitivamente.

Aquellos hombres no eran normales. Y contra tres, la desventaja era excesiva. El sonido provenía de Rowhead, estaba claro. Warmpess debía tener alguna habilidad que debilitaba los golpes recibidos y Whisper, simplemente, parecía ser un ser humano con sus capacidades físicas desarrolladas al máximo.

No tuvo más tiempo de pensar, porque sintió que cinco cuchillos se clavaban en su abdomen, provocando que escupiera sangre, y antes siquiera de poder alzar la mirada, otra patada lo mandó a volar.

Estaba tumbado en el suelo y su pelea era de uno contra tres. Se fijó en su cuerpo. Cinco agujeros del tamaño de dedos humanos. Una especie de ataque que utilizaba los propios dedos como balas. Debía tener más cuidado con eso y con las patadas a partir de ese momento. Se incorporó para sorpresa de los tres integrantes del CP5.
- Seguís siendo tres cerdos –dijo, con la mirada, impasible, clavada en aquellos hombres. Como una daga.

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Palacio del Parlamento

Un Marine descendió de las escaleras y llegó al salón, y después de dar un vistazo a los peces gordos que estaban sentados en un sofá, salió de la estancia extrañado.

Los presentes estaban atónitos, perplejos, patidifusos y de cualquier otra forma que pudieran estar. Las imágenes que retransmitía el televisor eran increíblemente perturbadoras. El plano aéreo de Rondinum teñido de rojo había dado pie a imágenes salteadas de la Abadía de Southminster, del Hogar de los Sabios, del río Thames, del Rondinum Eye. Parecían ser imágenes en directo.
- ¿Qué cojones es esto? –musitó Stewart, por enésima vez.

McAbbeh tragó saliva e Isabella trató de mantener la compostura. Aquello era cuanto menos raro.
- ¿Y esto se está viendo en toda la ciudad?
- Diría que sí –respondió el Abad.- Antes me ha llamado uno de los sacerdotes de la abadía, diciendo que estaba viendo cosas como estas.
- Mis hombres me lo han confirmado también. No hay bar en el que no se esté transmitiendo… esto.
- Han alterado la imagen. Han saboteado el sistema nacional. Se están descojonando en nuestra cara.

Tras decir aquello, visiblemente cabreado, Strong cogió un DenDen Mushi y marcó un número que había marcado muchas otras veces.
- Henry McMoyes al habla.
- Soy Stewart. ¿Dónde estáis?
- Hemos cruzado la frontera de la ciudad hace diez minutos. En la calle no hay nadie.
- Mejor. ¿Cuánto tardaréis?
- Pues poco. En cinco minutos estaremos en el palacio. Aunque no sé dónde vamos a poder meter a todos estos.
- En el Salón de Southminster. Cabrán, no te preocupes. Y daos prisa.
- Sí, Stew.

Colgó. El Gobernador hizo un gesto, invitando a los otros dos a que se incorporaran y lo acompañaran. Así lo hicieron.

En el lado norte del palacio, que no quedaba lejos del centro donde estaba ubicada la sala principal o “Sala del Gobernador”, se encontraba otro lugar. Era menos ostentoso, pero también cinco veces más grande. El Salón de Southminster, si así se requería, era capaz de albergar diez mil personas holgadamente.

Strong abrió la puerta, y el Abad y la vicealmiranta, tal y como esperaba Stewart, se quedaron boquiabiertos con las dimensiones de aquel lugar.
- Para qué… ¿Para qué necesitas este lugar ahora? –preguntó ella.
- Lo verás. Dentro de muy poco. Nuestros sitios están ahí.

En uno de los lados de la gigantesca estancia había una especie de palestra de madera excelentemente cortada y tallada. En la misma, había trece butacas.
- Aquí solían sentarse los Doce Jueces de la Isla. Yo me pongo en medio.
- No parece muy afectado por la pérdida de doce personas tan cercanas a usted.
- Señora, si esta noche conseguimos destruir a esa desgraciada familia y a esos repugnantes piratas, seré el hombre más feliz del mundo aunque mañana arda la isla entera.
- Dios no lo quiera –añadió Charles, forzando una sonrisa de cara a Regem, que le respondió con unos ojos gélidos.

Así que cogieron asiento. Strong se sentó en el centro, McAbbeh a su derecha, e Isabella a la izquierda. No se miraron entre ellos, ni tampoco se dijeron nada. Sólo la vicealmiranta pareció torcer el gesto cuando le pareció escuchar desgarradores lamentos desde el exterior.

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Hogar de los Sabios.

David Brown buscaba como si le fuera la vida en ello –y en cierto modo, así era- el libro que habían ido a consultar. Benjamin, en la planta baja, también removía las baldas, casi desesperadamente.
- ¡¿Tienes algo!?
- ¡Nada!

Se habían encargado de bloquear la entrada de forma que costara bastante abrir la puerta a base de fuerza bruta. Y, por si fuera poco, fuera aguardaba Van, que haría frente a cualquier miembro del CP5 que fuera a por ellos.
- Joder… No está por ninguna parte –dijo David, entre dientes.
- ¡Dave! ¡¿Has mirado bien en la primera planta?!
- ¡Me falta un sector!
- ¿Cuál de ellos?
- ¡Donde están los libros de historia!

Benjamin resopló y se echó una mano a la frente. Después vio cómo Dave caía en la cuenta de que su búsqueda había sido más que chapucera.
- Yo buscando entre comedias románticas y tú entre recetas de cocina. Vaya rastreadores.
- Ya voy, ¡ya voy! –respondió Brown, algo malhumorado.

Así que descendió a la primera planta y corrió hasta el sector donde reposaban los libros de historia.
- ¿Cuál de ellos era?
- Historia de Downpour. Parte XIX. Date prisa. Tenemos que decírselo a Miranda y Jean. Deben estar esperando nuestra llamada.
- Historia de Downpur; parte IV… Parte XI –mientras repasaba con la vista todos los tomos, iba saltando con el dedo índice-, Parte XVIII, y Parte XX… ¡Aquí no está! ¡Están todos menos el XIX!
- Pues eso es un problema… -contestó Ben, dándose media vuelta cogiendo el DenDen Mushi que llevaba en el bolsillo. Iba a marcar el número de Light cuando recibió una llamada. Extrañado, descolgó.- ¿Diga?
- ¿Bennie? ¡Soy Paul! ¡Si estáis en Rondinum tenéis que salir en el acto!
- Claro que estamos en Rondinum. ¿Qué pasa?
- Creo que Strong planea utilizar una fuerza a la que no podréis hacer frente… ¡Especialmente tú!
- ¿A qué fuerza te refieres?
- No te lo vas a creer…

Desde el exterior se escuchó un potente ruido.

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Frente al Hogar de los Sabios, un minuto atrás.

Van seguía teniendo el DenDen Mushi en la mano. Anthony le había llamado poco antes, diciéndole que John y Tony se habían ido sin previo aviso. Ambos llegaron a la conclusión de que Light les había llamado pidiendo refuerzos, tal y como se había acordado antes de exponerse al enemigo.

La lluvia había parado y apenas habían caído cuatro gotas sobre la cabeza Van, cubierta por un sombrero de los que utilizaba en su época de mafioso. Escuchó un pequeño ruido a su derecha, y torció la mirada.
- Hola –dijo.- Tú debes de ser el que estará sin cara dentro de poco.
- Te veo demasiado confiado, Van, “La Bestia” –contestó el otro, que se abría paso a través de la niebla.

Era un hombre bastante corpulento, con largos bigotes y una enorme piruleta en la mano derecha.
- Será mejor que escondas eso –recomendó Van, chasqueando sus dedos y emitiendo una chispa.
- Usuario… Qué previsible. Si tu intención es darme miedo con unos brillos… Se lo diré a mamá.
- ¿Disculpa?

El gesto de Frank Otorrino se torció.
- ¡¡MAMÁ, ESTE HOMBRE NO ME ENTIENDEEE!!

Se abalanzó con fiereza sobre Van a una velocidad que el joven no se esperaba, con el dedo índice adelantado respecto al cuerpo. Sin embargo, al dar por finalizado su ataque, vio que La Bestia ni siquiera se había inmutado, cuando debió haberle hecho un agujero en el torso.
- Una logia… -dijo Otorrino, mordiéndose el labio inferior a la vez que sonreía. Dejó la piruleta en el suelo- Qué engorro.
- ¿Quién es el confiado ahora? –preguntó entonces Van, descomponiendo su cuerpo y flotando en el aire en forma de plasma.- Espero que no pases calor.

Dio un salto hacia Otorrino y dirigió su puño a la cara del mismo, pero cuando parecía que el golpe era irremediable, el policía se dobló hacia atrás como si fuera una hoja de papel, evitando el golpe.
- Kami-e. Muy lento, Bestia. ¡¡Hagane no muchi!!

De pronto, sus brazos perdieron su forma, convirtiéndose en cilindros alargados que Frank lanzó a la cintura de Van, rodeándolo antes de que pasara de largo por encima del asesino a causa de la inercia. El joven sintió que la propia cadera le ardía. Conocía esa sensación.
- ¡¡¡¡AAAAAAAAAHHHHH!!!! ¡¡BASTARDO!!
- Supongo que te duele…

Entonces, siguiendo con la caída hacia atrás que había iniciado esquivando el golpe de Van, empotró al mismo contra el suelo provocando un nada despreciable boquete en el suelo. El estruendo debió escucharse varias manzanas más allá.

Finalmente, Otorrino soltó al ex mafioso, que se quedó en el suelo, retorciéndose de dolor, pero evitando gritar más. Las manos de Frank volvieron a aparecer.
- ¿Qué cojones eres?
- Le diré a Stewart que me has insultado.
- No me has respondido –Van se incorporó, dolorido.
- Comí la fruta Muchi- Muchi, lo cual me convierte en un hombre látigo. Puedo modificar las partes de mi cuerpo y convertirlas en armas de tortura de todo tipo. ¿Te ha gustado la primera toma de contacto?
- No ha estado mal. Ha sido… refrescante –contestó el joven, con una sonrisa de medio lado.

Una lucecita roja, casi imperceptible, parpadeaba en la niebla.

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Cielos de Rondinum

- ¿Por dónde se iba al hostal? –preguntó Tony, ya algo nervioso, por enésima vez.
- ¡¿Y yo qué sé!? ¡No me ha dado tiempo de memorizar todas las calles cuando nos ha traído Sebastian!
- Pues estamos apañados. ¿Te acuerdas de cuando nos pasó algo parecido en WolkenBerge?
- Sí. Además había niebla. Me recuerda mucho a aquello. Por cierto, ¿dónde estará el tipo que vinimos a buscar? A lo mejor ya se ha ido.
- Pues si se ha ido significará que se ha llevado la maravilla esa de la que ha hablado Light esta tarde.
- ¿Eing?
- Antes de ir a buscarte. Dice que sabe dónde está –respondió Tony.
- Aah. En realidad esa cosa no me interesa tanto.
- Ni a mí. Pero mejor irse con algo entre manos de la isla, ¿no?
- Por supuesto. Ey, ¿qué es eso que se oye allí abajo? –preguntó Conde, señalando a una distancia de unos trescientos metros.

Tony aguzó el oído.
- Es Light.
- Pues a por ello.

Tony empezó a descender casi en picado hacia la zona.

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Hotel Rutz, *****

El vehículo frenó y de él descendieron dos personas. Uno de ellas era espigado, pelirrojo, de ojos verdes y semblante serio y vestía de traje. La otra, de estatura media, de cabello oscuro rizado, preciosos ojos pardos y un cuerpo despampanante cuyas curvas se acentuaban a causa del vestido negro que llevaba.

Se acercaron a la entrada del hotel, el más lujoso del país, y el guardia de la entrada, que los identificó nada más verlos, les permitió pasar sin más trámites. Llamaron al ascensor, y entraron en el mismo.
- La vicealmiranta no nos ha vendido –dijo Sebastian, visiblemente tranquilo.- Ya es más de lo que me esperaba.
- No seas tan pesimista, Seb –respondió Gladis, sacando a relucir su sonrisa.- Confía en ellos.
- El enemigo es muy poderoso.
- Nada menos que Strong.
- Y sus asesinos profesionales. No te olvides de ellos.
- …

La puerta del ascensor se abrió y ante ellos se presentó un extenso pasillo cubierto por un tapiz rojo.
- Vaya… -tartamudeó Sebastian.- Estos lujos nunca habían estado a mi alcance…
- Pues aprovéchalos –contestó ella.- Si no lo conseguimos, mañana seremos cadáveres.
- Menos mal que me levantas el ánimo, Glad.

Glad sonrió y se detuvo frente a la habitación que les había facilitado Isabella para ocultarse de Strong y cía. Allí no los buscarían. Y si lo hacían, los marines les ofrecerían una vía de escape.

Se sentaron en la butaca y encendieron la televisión. Ya había empezado.

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Palacio del Parlamento; Salón de Southminster.

Y entró el último. El Salón estaba casi lleno. Las antes tres y ahora cuatro personas, pues se había unido McMoyes, trataban en vano de contar el número de todas aquellas personas. El gobernador se echó la mano izquierda a la cara.
- ¿Qué te pasa, Stew? –preguntó, preocupado, McAbbeh.
- Me duele tener que hacer esto. Muchos de ellos morirán en vano –respondió él.

Isabella ni siquiera le había dirigido la mirada a Strong desde que vio entrar en el salón a la primera de aquellas almas. Bastante tenía con reprimir sus impulsos. De pronto, se incorporó.
- Disculpadme un momento.
- Por supuesto –respondió Stewart.

La vicealmiranta caminó unos pasos más allá, de forma que gracias al ruido presente los de la palestra no pudieran oírla. Maldijo entre dientes al gobernador y rezó una vez por todas las almas creyentes que había presentes ahí. Y a las que no creían, ya podían rebanarles la cabeza. Marcó un número de teléfono.
- Pyramid. Informe de la situación. Ahora mismo.
- Juas… Pues acaban de llegar, ya están en la habitación. La moza está increíblemente buena. ¿Puedo?
- Ni en bromas, imbécil. Ya sabes lo que tienes que hacer.
- Por supuesto, mi señora.

Colgó y volvió a acercarse a los demás, forzando una sonrisa.
- Supongo que me toca hablar –dijo finalmente Strong, mientras se incorporaba.

En el salón se produjo un intenso silencio en cuanto lo hizo. Todo el mundo escuchaba con suma atención. Algo más de diez mil personas, de todas las edades, hombres, mujeres, niños. Todos envueltos en un halo gris de desesperación.
- ¡¡PATÉTICOS HABITANTES DE LA CIUDAD NEGRA…!! ¡¡¿QUIÉN DE VOSOTROS DARÍA SU VIDA POR LA LIBERTAD?!!

Un ruido atronador, un grito lanzado casi al unísono por todas aquellas desdichadas almas, conquistó la colosal estancia.



Continuará…
Besis de fresis.
SÍ.
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