Después de hablar con Zanza, que dijo que se iba a ocupar él de llevarla a cabo, al final decidimos que lo haría yo (por varios motivos que no vienen al caso). Antes que nada quiero aclarar unas cuestiones:
-Lo primero es que no os esperéis One Piece, porque ni yo soy Oda (ojalá pudiera ponerme en su lugar ), ni tengo su talento (ni su imaginación, ni su sentido del humor... ); ni esto es un manga. Esto será una historia basada en el universo One Piece con los personajes que creamos los usuarios en ese tema; y aunque intentaré hacerlo lo mejor posible, no sé cómo me saldrá. (¡No seáis muy duros conmigo !).
-También quiero aclarar que como mi dominio del japonés es prácticamente nulo, no lo usaré para prácticamente nada. En cuanto a periodicidad, intentaré que sea semanal (aunque la semana que viene lo veo difícil por el tema exámenes).
-Tema personajes: lo siento pero me va a ser imposible seguramente incluir a todos los que hay (aún habiendo desechado los de usuarios que hace siglos que no vienen por aquí), pero intentaré que salgan todos aunque sea cambiando sus papeles (generalmente de bueno a malo). En principio no pondré ninguno que se añada a partir de ahora, a no ser que sea la ostia o que sea antagonista (que no tengo muchos). Si alguien quiere aclarar algo sobre su personaje que me lo diga por MP.
-Sin más preámbulos os dejo con el primer capítulo; una pequeña introducción al personaje principal. Poco a poco la historia se irá volviendo más interesante e irán apareciendo los demás personajes. ¡Espero que os guste ! en word no lo parece pero aquí es un poco largo...
- Spoiler: Mostrar
- Cada vez que contemplo un nuevo amanecer, soy consciente de que algo inesperado me aguarda, a pesar de haber visto y haber vivido mucho más que la mayoría de gentes de este mundo. Cada vez que contemplo la inmensidad del cielo estrellado en medio de la nada, quedo tan cautivado como la primera vez que lo vi, hace ya tanto tiempo...
El paso del tiempo no significa nada para mí; tan sólo una nueva página en blanco en el libro de mi vida. Yo vi nacer la Era de los piratas; la Era en la que los hombres y las mujeres de todo el mundo se echaron a la mar para vivir la mayor de sus aventuras y poder ver cumplidos sus sueños casi inalcanzables. Yo vi el principio de esto, y también veré el final...
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11 de la noche, en algún lugar de la Grand Line:
En medio de aquella agitada y tormentosa noche, una misteriosa sombra apareció en el horizonte acercándose a la costa como si fuera un fantasma. Parecía moverse arrastrada por las olas, meciéndose bruscamente de un lado a otro en medio de aquél mar furioso, que no tardó mucho en llevarla hasta la orilla de la playa. Se trataba de un pequeño bote de madera, en el cual sólo había una persona: un joven de poco más de veinte años que yacía boca arriba con los ojos cerrados, sin dar señales de vida. Y sobre él, había una bandera pirata...
CAPÍTULO 1: NUEVO AMANECER
Un sonido de pájaros piando fue lo primero que Robert escuchó en cuanto recuperó la conciencia, seguido del lejano sonido de las olas chocando contra la orilla. Se quedó un momento tal y como estaba, sin ganas de abrir los ojos, puesto que tenía sueño y estaba pensando en volver a dormirse, pero le pareció conveniente levantarse para ver dónde se encontraba, ya que la última imagen que tenía era la de su bote zozobrando frágilmente en medio de una colosal tormenta. En aquél momento no creyó que volvería a ver un nuevo amanecer. Cuando abrió los ojos se encontró con que estaba tumbado encima de una pequeña cama sin sábanas que se hallaba en una discreta pero acogedora habitación de paredes blancas. La habitación estaba adornada con varios jarrones de flores que reposaban sobre las estanterías y un viejo escritorio de madera, situado bajo una ventana abierta a través de la cual podían verse a varios pájaros revoloteando alrededor de un árbol cercano. Al fondo se veía una pequeña playa. Robert bostezó con pereza y se incorporó al mismo tiempo que la puerta de la habitación se abría y aparecía una joven de unos quince años, morena y de pelo corto. Iba vestida con unos cómodos pantalones de color azul marino y una ancha camiseta de tirantes blanca que destacaba el profundo color negro de sus ojos y su tez oscura. Era bajita y bastante mona, y nada más entrar se detuvo con sorpresa al ver que su invitado se había despertado. La chica lo miró de arriba a abajo por unos momentos, sin saber qué decir, fijándose de nuevo en su aspecto. Era un tipo de poco más de veinte años, de pelo negro que le llegaba hasta los hombros por la parte de atrás; tez ligeramente oscura, bastante alto y desgarbado. Tenía una expresión risueña y tranquila, y se la quedó mirando con sus ojos de color verde claro, esbozando una agradable sonrisa. Iba vestido con unos pantalones de color marrón y una camisa blanca de manga larga, además de un chaleco de cuero negro que reposaba en la silla junto a la cama. La verdad era que su visión le resultaba bastante atractiva, al menos para ella, si no fuera porque se trataba de un desconocido que posiblemente sería un pirata.
- Hola.- dijo Robert con tranquilidad, rompiendo el silencio.-¿Dónde estoy?
- En la pequeña isla de Midos. –le respondió la joven- Te encontramos inconsciente en la playa y te trajimos aquí para curarte.
- Ah, pues muchas gracias. –dijo él sonriendo con agradecimiento- Me llamo Robert, pero puedes llamarme Rob.
- Yo soy Kyoko. –dijo la chica en tono de desconfianza. Robert le hizo una reverencia de agradecimiento con la cabeza, tras lo que se llevó la mano al pecho.-¿Buscas esto? –le preguntó Kyoko mostrándole un colgante de oro que guardaba en uno de sus bolsillos.-¿Quiénes son los de la foto?
- Viejos amigos. –contestó Robert levantándose para coger el colgante y ponérselo alrededor del cuello, tras lo que se puso el chaleco de cuero.
- He visto tus cicatrices. –dijo Kyoko con seriedad y cierta rabia contenida- Y también la bandera que hay en tu bote. Eres un pirata, ¿verdad?
- Sí. –contestó Robert con calma.
- Márchate de mi casa. No quiero tener nada que ver con un desgraciado de tu calaña.
- ¿A qué viene eso? No deberías juzgar a las personas sólo por su aspecto o su condición, si no por su personalidad.
- No me hace falta. –dijo Kyoko con el mismo tono serio y enfadado de antes.-Sé cómo son los piratas: a lo único que se dedican es a saquear y a matar, y sólo se preocupan de ellos mismos.
- No todos los piratas son iguales.
- Por supuesto que sí; todos actúan de la misma manera. ¡Sois escoria! –gritó Kyoko dejando ir la rabia que tenía dentro de sí. Robert se la quedó mirando con serenidad, tras lo que se acercó hasta ella en silencio, cogiéndola por los hombros de sopetón y besándola en la boca. A Kyoko le cogió tan desprevenida que no hizo nada para evitarlo, pero inmediatamente apartó a Robert con un empujón, completamente sonrojada:-¡¿Por qué demonios has hecho eso?! –Robert se echó a reír y dijo en un tono chinchoso:
- ¡¿Qué?!; ¡¿eso también te lo esperabas?!
- ¡Desgraciado!, ¡¿cómo te has atrevido?!
- ¿Qué ocurre, Kyoko? –dijo una anciana de expresión severa entrando en la habitación. Tenía el pelo gris recogido en un moño y vestía con un viejo vestido oscuro sobre el que llevaba un delantal.
- ¡Este maldito pirata ya se ha despertado! –contestó Kyoko. La anciana miró a Robert de arriba a abajo y dijo suspirando:
- Bien. Te encontramos anoche y te recogimos para atenderte. Si ahora ya estás bien, puedes marcharte. Tu bote está oculto en el acantilado de la orilla oeste.
- De acuerdo, pero me gustaría saber qué problema tienen aquí con los piratas.
- Esta es una isla muy pequeña, por lo que la Marina no se preocupa de nosotros. –respondió la anciana con seriedad.-Somos muy pocos en el pueblo y no podemos defendernos de nada, ni siquiera de un pequeño grupo de piratas que han venido aquí para causar problemas. Llegaron hace un mes y mataron a aquellos que se les enfrentaron, y ahora se dedican a robarnos y a beber en la cantina del pueblo. Uno de los que murieron era el padre de Kyoko; mi hijo. –Robert miró a la muchacha, que tenía una triste y apagada mirada-Nosotras te salvamos porque no podíamos dejar a un náufrago a su merced, pero a pesar de ello no queremos tratos con piratas. Si nuestros vecinos se enteraran tendríamos problemas.
- Muy bien. –dijo Robert sonriendo- Quiero que me llevéis a la cantina del pueblo, o si no les diré a vuestros vecinos que habéis acogido a un pirata en vuestra casa. Luego os dejaré en paz.
- ¡Maldito pirata! –exclamó Kyoko, furiosa.
- Acompáñale a la cantina, Kyoko.-dijo la anciana con calma.
Kyoko protestó la decisión de su abuela, pero finalmente no tuvo más remedio que acompañar a Robert al cercano pueblo de Midos, un poco apartado de la playa; y que consistía en unas sesenta cabañas de madera en las que vivía toda la población de la isla.
- ¿De qué piratas se trata? –preguntó Robert con curiosidad, mientras iban de camino.
- Su capitán es un tipo llamado Kenshiro, “el sable negro”. Ofrecen 10 millones de Berries por su cabeza. –respondió Kyoko a desgana, todavía enfadada por tener que acompañar a Robert al pueblo siendo el pirata que era.-A pesar de que sólo son once, tienen dos barcos anclados en el puerto. ¿Para qué quieres ir a la cantina?
- Me apetece ir a hablar con ellos.
- Seguro que te matarán, aunque por mí perfecto. –dijo Kyoko con cinismo. Cuando entraron al pueblo, Robert se dio cuenta de que sus calles estaban prácticamente desiertas y de que las casas tenían las ventanas cerradas. No tardaron mucho en llegar a la cantina, de la cual surgía el sonido de las risas y gritos de varios hombres.-Ahí la tienes. Yo me quedaré aquí afuera para esperar a que te maten.
Dentro de la cantina sólo había cinco de los hombres de la tripulación pirata de Kenshiro, además del propietario y una hermosa camarera de cabello rubio. Los hombres bebían ron y cerveza y reían hablando entre ellos, mientras que la camarera y el propietario los observaban con temor y silencio.
- ¡Venga, preciosa! –gritó uno de los piratas-¡Ponnos otra ronda de cerveza para todos! –la camarera fue a la barra a buscar las jarras de cerveza, tratando de ignorar las groserías que le gritaban mientras pasaba por su lado. Al volver con la bandeja llena de jarras, alguien le dio un cachete en el culo y la hizo desequilibrarse, yendo todas las jarras a caer encima de uno de los piratas; un tipo mellado con una cicatriz cosida en la frente.
- ¡Vigila por dónde vas! –gritó el pirata, enfadado-¡Me has manchado toda la ropa!
- ¡Lo siento...! –exclamó la camarera con miedo.-¡No ha sido culpa mía...!
- Es verdad; he sido yo quien le ha metido mano.-añadió Robert, sentado en la mesa de detrás.
- ¡¿Y tú quién eres?! –exclamaron todos al unísono, sorprendidos ante la repentina intromisión.
- ¡Un pirata! –contestó Robert esbozando una confiada sonrisa.
Kyoko se sorprendió al oír el ruido que venía de dentro de la cantina, y que en un momento cesó. Se acercó a la puerta cuidadosamente para echar un vistazo, pero antes de poder ver nada se percató de que alguien se acercaba por la calle: se trataba de Kenshiro, acompañado por el resto de sus hombres. Kyoko se estremeció al ver el temible rostro del hombre que acabó con su padre; desagradable y alargado, y lleno de cicatrices. Kenshiro era un hombre muy delgado, con la cabeza rapada y una expresión demente y sanguinaria. Iba vestido con ropas oscuras y armado únicamente con un sable de acero oscuro y oxidado. No había duda de que se dirigía a la cantina. Kyoko dudó unos instantes, pero sin saber muy bien por qué, corrió hasta la entrada para avisar a Robert del peligro que corría. No fue algo que pensara, si no que le salió de dentro impulsivamente. Por algún motivo, no quería que le pasara nada.
- ¡Robert, ten cuidado!; ¡Kenshiro se acerca! –al entrar se dio cuenta de que todos los piratas de dentro de la cantina habían sido derrotados y yacían en el suelo. Robert se encontraba hablando tranquilamente con la camarera, que mostraba una sonrojada sonrisa:
- ¿Así que tienes diecinueve?, yo tengo veintidós, y si quieres...
- ¡Eh!, ¡no me ignores! –se quejó Kyoko al ver que no le hacían caso.
- ¿Qué ocurre, mocosa? –dijo Kenshiro, que ya había llegado frente al local- Aparta de ahí si no quieres que raje. –Kyoko se quedó completamente paralizada ante su visión, pero en ese momento Robert salió de la cantina arrastrando con él a uno de los piratas que acababa de derrotar, y diciendo con tranquilidad:
- Creo que esto es tuyo. –inmediatamente, los piratas que acompañaban a Kenshiro desenfundaron sus pistolas, gritando:
- ¡¿Quién eres tú?!
- Un momento. –les detuvo Kenshiro, riendo con calma y seguridad. Kyoko aprovechó la distracción para apartarse.- No sé quién eres, pero hay que ser bastante estúpido como para enfrentarse a mí por las buenas. ¿Es que quieres morir, chico?
- Dudo mucho que unos piratas de mierda como vosotros podáis matarme.
- ¡¿Cómo dices?! –exclamó Kenshiro, furioso.
- Vosotros sólo sois una banda de vulgares rateros. No tenéis ni idea de lo que es ser un pirata.
- ¡No tengo tiempo para oír ese tipo de estupideces!. ¡Matadlo! –ordenó Kenshiro. Sus hombres dispararon sus pistolas, pero no llegaron a alcanzar a Robert, que evitó las balas dando un espectacular salto hacia atrás y aterrizando en el tejado de la cantina-¡¿Cómo?! –exclamó Kenshiro desconcertado, comprendiendo lo que ello significaba:- Tienes los poderes de una fruta del diablo, ¿verdad?
- Sí.-respondió Robert con tranquilidad.
- De todos modos, eso no te servirá de nada.
- ¡Ya lo veremos! –gritó Robert volviendo a ejecutar un sorprendente salto con el que aterrizó en la cara de uno de los piratas con una patada, derribándolo inmediatamente. Antes de que los demás pudieran reaccionar, Robert golpeó a dos de ellos con sendas patadas en la cara, apoyándose en el suelo con las manos, y tras levantarse, se encargó de otro con un codazo, también en la cara.
- ¡Maldito desgraciado! –gritó Kenshiro con ira, atacándole por la espalda con su sable. Robert se volvió antes de que le alcanzara y le golpeó en el pecho al grito de:
- ¡Trhee shocks! –Kenshiro recibió el golpe sin poder evitarlo, notando cómo recibía tres impactos en lugar de uno, y volando varios metros atrás, cayendo inconsciente en el acto. Robert se volvió hacia el último de los piratas que quedaba en pie, que se encontraba temblando de arriba a abajo, apuntándole con la pistola- ¿Qué?, ¿tú también quieres?
- ¡No!, ¡me rindo! –respondió asustado, dejando caer la pistola. Robert se acercó a él, pasándole la mano alrededor de la espalda, y diciéndole en un tono amigable:
- Bueno, ahora te diré lo que vais a hacer: cogerás a todos tus compañeros y a tu jefe y os marcharéis de esta isla, no sin antes haberles devuelto todo lo que les hayáis robado a sus habitantes. Y me daréis uno de vuestros barcos y todos los otros tesoros que tengáis...¡Oh!, y también...supongo que tenéis un Log Pose, ¿verdad?
- ¡Pero sin él no podremos viajar por este mar!; ¡acabaríamos perdiéndonos!
- Qué pena que me das... –dijo Robert con sarcasmo.-Ahora enséñame dónde está mi futuro barco.
- D-de acuerdo. –Robert se marchó junto con el pirata, sin soltarle.
- ¡Eh, espera! –le gritó Kyoko. Robert se detuvo y se giró para mirarla-¿Por qué has hecho esto?
- No me gusta este tipo de gente... –contestó con calma. Luego le guiñó el ojo a Kyoko y dijo, tirándole un beso:-Me gustaría mucho volver a verte dentro de unos años, guapetona. –Robert se echó a reír y se marchó con el pirata, mientras que de las casas comenzaba a salir la gente del pueblo, totalmente estupefacta ante lo que había ocurrido.
- Qué tipo más raro... –murmuró Kyoko, esbozando una pequeña sonrisa.