Hasta aquí. No voy ni a leerme tus paridas. Ya me queda claro que no estás dispuesto a tomarte esto en serio y que no tienes la más mínima honestidad. Te he pedido cuarenta palabras o menos para darte la oportunidad de demostrar que tienes un argumento y tú me vienes con fácilmente diez veces más, porque ya has decidido que tienes razón y que este es tu rincón de las pajas.Esmir escribió: ↑Vie Abr 19, 2024 12:43 amDios no es un concepto, no es un objeto, ni siquiera es una palabra. Dios no puede ser pensado. No puede ser medido. No puede ser visto. Lo más semejante a Dios para poder aproxinarmos a Él es el símbolo, que simplemente simboliza algo, en este caso Dios sería el símbolo que representa la existencia. Por esto es una certeza que viene prescrita en lo que existe, y que antecede a toda abstracción mental, a toda suerte de racionalización posterior. Dios no puede ser conocido, por eso ni la teología, ni la filosofía, ni la ciencia, ni ningún saber o conocimiento humano puede abarcarlo, imaginarlo, representarlo. Algunos místicos se refieren a Dios como el Gran Silencio, el Dios Escondido, porque aunque no pueda existir experiencia de Dios, cuando nos despojamos de todo pensamiento, deseo, voluntad, en un silencio tan grande que borra las dimensiones y contornos de lo humano, ahí se toca el límite de este no sé qué inefable, inexpresable, insondable. Dios sería el no ser, la nada, el silencio, a la vez que sería el todo.thebodhman escribió: ↑Jue Abr 18, 2024 4:23 pm Esmir, en cuarenta palabras o menos, ¿por qué sostienes que tu forma de pensar es la correcta? ¿Cuál es el argumento que la sostiene? En cuarenta palabras o menos, haz un esfuerzo.
Esto sería una aproximación a ese misterio, a esa verdad última y profunda que conocen tan bien los Orientales. Por otra parte, tenemos lo manifiesto, esto es la creación. Que es donde sostengo que aquello que es inabarcable, nos habla, nos es relacionable y cognoscible, donde Dios es ese oxímoron que por un lado no tiene definición, y por otro lado llena toda la tierra a través de sus obras y maravillas. Esa certeza de que ese no sé qué, sustenta toda la realidad. La mano que da de comer a los gorriones. Que viste de forma primorosa las flores. Que guía el desfile del águila. Que pinta con acuarela los cielos. Que preña la noche de luceros. Que da a la criatura intelecto. Que da de beber a los campos. Que canta en el viento y fertiliza la tierra. Que ilumina la faz de la tierra y cobija con su luz nocturna a las fieras. El mundo es a la par extraño y maravilloso, y el gozo de vivir sólo puede ser gozo cuando abraza la pasión, el sentimiento, el dolor, el sufrimiento y la muerte, semillas también de la creación. Maldecir y lamentarse por lo que no entendemos sólo nos puede robar la alegría de vivir intensamente cada instante, porque la vida no es una medida de tiempo, sino un milagro y una gracia, espontánea, fugaz como cometa, pero eterna en su estela. Pero como estamos tan afanados, tan ocupados buscando llenar la vida con cosas que le den significado y propósito, olvidamos que aún no teniendo nada, el sol nos bendice todos los días, seamos justos o pecadores, porque así es el Amor de Dios, se da sin reservas, y es en eso donde pienso yo se debe buscar el sentido profundo de la vida, que no es circunstancial ni necesita de complementos para gozarse.
La verdad del silencio de Oriente y la verdad del amor de Occidente, para mí no pueden ser sino reflejos y caras de una misma cosa que se revela de muchas formas a las criaturas. De ahí la importancia de que cada comunión con lo divino, sea igual de válida y cercana, sin monopizar lo que es patrimonio del mundo. Todo esto que he dicho, no es ni lógico ni racional. El aliento que da la vida. La mano que arranca el retoño. ¿Cómo probar estás cosas en un laboratorio? ¿Cómo ver trascendencia y propósito en la materia? Sólo podemos creer en esto. No es que la razón no sirve para nada, pero quizás simplemente no es el instrumento más adecuado para dar profundidad a lo que escapa a lo fenoménico. Quizás hay otras herramientas mejores, que están atrofiadas porque llevamos siglos contemplando la vida sólo a través de la razón científica. En estos tiempos de crisis de sentido e identidad, de una civilización en la cúspide del progreso, pero en el abismo del espíritu, quizás creer en Dios no sea algo tan descabellado.
Por supuesto que no tenías obligación de complacerme con lo de las cuarenta palabras. Triste que hayas decidido confirmar tu nula calidad como interlocutor de todas formas.